Escribe Matias Melta
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La paliza que recibió el Frente de Todos el domingo pasado no hace más que acrecentar la aguda crisis política que atraviesa a un régimen en disgregación. Al momento de escribir estas líneas Tristán Bauer, ministro de Cultura, junto a otros ministros kirchneristas, ponen a disposición su renuncia. Sin embargo, eso no cambiará lo que venimos denunciando desde Política Obrera en relación a la cultura: la orientación social capitalista y la política de miseria que el gobierno nacional tiene como ejes.
Si algo dejó en claro la pandemia es que la mayoría de los artistas y los trabajadores de la cultura (incluyendo los técnicos) nos desempeñamos en una situación de total precarización, comparada al del changarín que vive de su labor día a día, sin obra social ni convenio colectivo ni los más elementales derechos laborales. Las restricciones hicieron que muchos tuvieran que buscar trabajo de cualquier rubro que no sea el de su expertise, para subsistir. Con la contagiosa variante Delta circulando cada día más, la problemática no terminó: necesitamos salir a trabajar, pero es peligroso para nuestra salud y la del público, más si tenemos en cuenta que muchos de los espacios no respetan los protocolos.
A esta situación desastrosa, el Ministerio de Cultura respondió vanagloriándose de la gran “ayuda” extraordinaria que supuestamente brindó al sector entre las Becas Sostener Cultura, el apoyo económico Fortalecer Cultura y las cuatro cuotas del subsidio “Cultura Solidaria”. Es todo un entramado de mentiras y exageraciones que esconde una política de miseria, acorde al ajuste fiscal que el gobierno viene desarrollando en pos del acuerdo con el FMI.
Veamos: en un año y medio de pandemia y mientras aumenta exponencialmente la pobreza y la desocupación las “ayudas” no alcanzaron ni el irrisorio número de 90.000 beneficiarios entre, dicho por el ministerio en la web del Fondo Nacional de las Artes, los “músicos, escritores, actores, artistas plásticos y productores audiovisuales; artesanos y acróbatas, técnicos y auxiliares” de todo el país, que son cientos y cientos de miles. Estas ayudas fueron de montos muy bajos. Con cinismo en la misma web el ministerio dice: “Este abrazo a la cultura va más allá de la asistencia: pretende ponerla de relieve como una parte imprescindible para sostener un modelo de país capaz de proyectarse al futuro”. Se atajan por lo que se hace evidente: la política implementada no fue más que de un asistencialismo miserable. Un modelo de país que pone a la Cultura en ese lugar es el de un futuro atravesado por el hambre y la pauperización de las condiciones de vida de quienes hacemos al arte y la cultura.
Hay más: si se lee el listado de beneficiarios de los subsidios son en su mayoría trabajadores de la cultura de áreas urbanas, esto debido a que el registro para los mismos requería de acceso a internet y cierto manejo de la tecnología, dejando fuera a miles que no tienen estas condiciones, en especial personas del interior del país. El verso federalista del ministerio choca con la cruda realidad.
El cinismo no se detiene allí: por ejemplo, a los beneficiarios de la “Beca Sostener Cultura” el ministerio les exigió como contraprestación que dieran una “acción solidaria” en asociaciones civiles, gremiales o públicas. La “solidaridad” pedida se extiende a quienes recibieron el subsidio de 4 cuotas de $15.000. Lo que parece una burla desnuda la política del gobierno nacional: el ministerio es una ventanilla de asistencialismo, un ente al qué hay estar agradecido por su buena voluntad, no un verdadero garante de la cultura como bien colectivo y por lo tanto de que los trabajadores de la misma vivamos dignamente.
Otro punto a tener en cuenta es que hasta el día de hoy el Ministerio de Cultura solo ejecutó el 57% de su presupuesto anual. ¿Qué sucederá con el restante 43% a poco más de 3 meses para fin de año? Según el boletín oficial gran parte del dinero se utilizará para fomentar sectores de la cultura como “festivales, artesanías, trabajadores (...) de la cultura, industria editorial, artes escénicas, industria editorial (...)” etc. Sin embargo, se abren interrogantes: ¿el ministerio lo utilizará de manera desesperada para repartir subsidios y así intentar ganar votos para las elecciones de noviembre? O acaso, ¿no se usará ese total, volviendo el dinero así al Ministerio de Economía, lo que se traduciría en una baja del otorgamiento de presupuesto del 2022 para el ministerio y como ajuste indirecto para el pago del FMI? El desarrollo explosivo de la crisis política lo irá definiendo.
Los sindicatos de la rama artística no hicieron absolutamente nada para enfrentar esta política de ajuste, ya que están completamente cooptados por el oficialismo, con el sindicato de músicos (Sadem) y la Asociación Argentina de Actores (AAA) a la cabeza. Igualmente representan a una minoría.
Los sellos patronales como ACCMA (de Managers argentinos) han defendido su visión de la cultura como un mero negocio al presentar por medio del diputado oficialista Lisandro Bormioli un proyecto de ley para que las “industrias culturales” (esas que exprimen y explotan a sus trabajadores) tengan exenciones de impuestos y beneficios fiscales. Fueron organizaciones patronales cómo estás los que presionaron a los gobiernos para que habiliten nuevos aforos en venues, teatros o bares, aun cuando es peligroso para la vida de todos, utilizando nuestra extrema necesidad de trabajar y mostrar nuestro arte.
La orientación social capitalista del gobierno nacional en cuanto q la cultura queda en evidencia con estas alianzas con burócratas y capitalistas del arte.
Ninguna de estas variantes representa nuestros verdaderos intereses: de cara al voto positivo que se dará al acuerdo con el FMI en el congreso luego de las elecciones de la mano del oficialismo y la oposición y que traerá mayores ajustes, debemos organizarnos con independencia de clase por nuestras reivindicaciones, centralmente por un subsidio igual a la canasta familiar mientras dure la pandemia (que está lejos de acabar). El debate y la acción en todos los lugares donde circulemos los artistas (o virtualmente) es necesario para plantarnos por nuestros derechos.