Escribe El Be
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Ante el golpe electoral, el Ministerio de Trabajo decidió adelantar diez días la reunión del Consejo del Salario, para que el aumento del salario mínimo empiece a cobrarse desde el próximo mes. Entre otras medidas se enumeran un bono para los jubilados, un plan de créditos, aumento del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias o anticipar jubilaciones para desocupados con 30 años de aportes (según un estudio, alcanzaría a solamente 30.000 trabajadores). El Consejo, entre patrones y burócratas sindicales y del estado, decidió elevar en cuotas el salario mínimo desde los $29.000 hasta los $33.000 en febrero del 2022. Es todo lo que avala la patronal y lo que el gobierno consiente. Para lograr el llamado “equilibrio macroeconómico” que pondría fin a la crisis según las patronales, los obreros deben cobrar un mínimo inferior a la cuarta parte de una canasta familiar.
El salario mínimo es la referencia para los planes sociales – la mitad. Lo reclamaron las patronales agrícolas (pero también las automotrices), que reclaman trabajadores para sus cosechas. Establece el piso de la competencia entre los trabajadores por el puesto de trabajo.
Entre 16 representantes de las cámaras patronales y 16 de las direcciones sindicales, se mencionaron a Héctor Daer (sanidad), Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y Hugo Yasky (CTA) entre otros. Este último que vociferaba por un mínimo de $35.000, se mostró luego “conforme” con la primera cuota de $29.000.
El frente de Unidad Piquetera se movilizó a la sede de la reunión, la Casa Rosada, con un reclamo de $70.000. En una Plaza de Mayo que desbordaba por las diagonales, se leyó un documento que rechaza el ajuste y al FMI. Luego se llevó a cabo un pañuelazo contra el reaccionario ‘celeste’ Manzur, jefe de gabinete.
La masividad de la convocatoria reflejó la enorme crisis social y económica y un crecimiento del espíritu de lucha. Las filas de las organizaciones de desocupados crecen, en proporción a la contraofensiva que intenta desplegar el gobierno. Esto plantea a sus direcciones un desafío político. Varias de ellas se referencian en candidatos patronales, como ocurre con Barrios de Pie con Randazzo, otras rehúsan ir más allá de la lucha piquetera, el Polo Obrero oficial profesa una “independencia política” que no es tal. La convocatoria en Plaza de Mayo no formó parte de un plan de acciones de lucha más general. Durante las PASO los frentes piqueteros se replegaron. Barrios de Pie pidió una “licencia” en la Unidad Piquetera para hacer campaña por Randazzo. El ex ministro de Transporte hizo campaña con su propuesta de reforma laboral, que prevé bajar salarios y aumentar la flexibilidad del trabajo, con la promesa de aumentar la demanda de empleo. La marcha multitudinaria a Plaza de Mayo esconde una heterogeneidad política de alcances paralizantes.
El eje de la acción en Plaza de Mayo fue la reivindicación de un salario mínimo de $70.000. En toda su larga trayectoria, nuestra organización levantó la consigna del salario mínimo equivalente al costo de la canasta familiar. Esto siempre fue así y se puede cotejar en el archivo de Prensa Obrera (ver la intervención de Néstor Pitrola en el “Foro Sindical”, PO 462, 1995; ver “Demandas del movimiento de trabajadores ocupados y desocupados” firmado por el Bloque Piquetero Nacional, PO 803, 2003; ver las posiciones del Frente de Izquierda hasta el 2015; por señalar sólo tres ejemplos de una línea histórica de décadas). Es obvio que aunque el salario mínimo de $70.000 se coloca apenas por encima del salario de pobreza, es más del doble del que ofrece el gobierno y mucho más de lo que se cobra en Potenciar Trabajo. Pero esta baja en la reivindicación no la ha hecho más ‘posible’. Diferente es aceptar una propuesta de 70 mil pesos por parte del gobierno, incluso si estamos reclamando los $130 mil de una canasta familiar. La factibilidad de arrancar conquistas al gobierno no depende de una ‘moderación’ de los reclamos sino de una estrategia política adecuada.
Nuestro planteo es impulsar una unión de los trabajadores ocupados y desocupados que desemboque, por un lado, en un plan de acción, y, por el otro lado, en una agitación entre todas las clases trabajadoras del país, a favor de una Bolsa de Trabajo, el reparto de las horas de trabajo entre toda la población en condiciones de trabajar, un salario y jubilación mínimos iguales al costo de la canasta familiar, el rechazo al FMI y un plan de lucha para bloquear una renegociación de la deuda, y por el no pago de la deuda pública a los grandes capitalistas.
La desocupación en masa es la manifestación más terminante de la agonía del capitalismo, que prueba de este modo que es una traba al desarrollo de las fuerzas productivas y a las perspectivas de un bienestar social mínimo. La lucha contra la desocupación no puede ser abordada, entonces, solamente como una lucha reivindicativa separada. Más que ninguna debe tener un carácter obrero de conjunto, que en esa medida adquiere un carácter político.