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En la última semana se ha hablado y escrito en abundancia respecto a la paritaria nacional que se desarrolló sin que mediara lucha alguna por parte de las burocracias sindicales. Acertadamente se denunció que la oferta de Fernández-Trotta consiste en convalidar salarios más cerca de la indigencia que de la línea de pobreza (en marzo el salario del maestro de grado pasaría de $22.250 a $23.000. La entrega de esta paritaria por parte de las burocracias sindicales es rematada con la eliminación de la indexación salarial, exigida por el FMI, en un cuadro de recesión e inflación creciente.
La oferta del gobierno nacional fue de 23,5% sobre el salario neto para todo el año 2020. Estos 23,5% se abonan en 2 tramos (13,5% en marzo y 10% a partir de julio). Al primer tramo se le suman 4 cuotas mensuales, por única vez y no acumulativas, de $1.210. En números redondos tenemos un aumento nominal de salario neto para el primer semestre de 19,5% y partir de julio se deja de percibir la suma fija de $1.210 (6% del salario neto) y se incorpora la segunda cuota de 10%. En el primer semestre el aumento nominal de salarios arranca en 19,5% y decrece a medida que aumenta la antigüedad del trabajador. Esta paritaria de indigencia a nivel nacional, celebrada por todas las burocracias, representa en los hechos una caída del salario real porque la inflación en alimentos según INDEC fue en enero de 5% y proyectada a junio no bajará del 25-30%. ¿Por qué importa la inflación en alimentos, bebidas, textiles, etc.? Porque los salarios que están por debajo de la línea de pobreza se destinan íntegramente en alimentos, vestimenta, etc. En síntesis: una inflación semestral de 25-30% contra 19% de aumento salarial.
A diferencia de la paritaria nacional donde la burocracia se mostró unida, en la paritaria bonaerense emergieron ciertas fisuras que, sin dejar de ser relevantes, no pasan de la mera verborragia. La FEB y UDocBA “rechazaron” la oferta por considerarla insuficiente, pero no convocaron a ninguna medida de lucha (laverdadonline.com, 28/2/20). En los hechos, el Frente de Unidad Docente en su conjunto se sometió a la paritaria de hambre propuesta por Kicillof y el FMI. Lo más interesante de la paritaria bonaerense es que la misma está muy por debajo de la paritaria de Fernández-Trotta aunque tal apreciación, en apariencia, resulte inverosímil.
La oferta de Kicillof, aceptada sin chistar por Baradel, es más ruinosa para los docentes bonaerenses que las consecuencias de la paritaria nacional. En concreto, Baradel aceptó 8% sobre el salario básico a partir de marzo y 8,5% más a partir de julio. Este 8% de marzo sobre un salario neto de $25.111 del maestro de grado representa 3,8% de aumento salarial. Sumando las 4 cuotas fijas el aumento total sobre el salario neto no llega al 9% para el primer semestre del año¡! Al igual que en la paritaria nacional a medida que aumenta la antigüedad el 9% de aumento nominal decrece porque el impacto porcentual de la suma fija sobre un básico mayor es menor. En pesos constantes y sonantes, la paritaria bonaerense representa $2.156 hasta julio (!).
La conclusión que emerge de aquí es la siguiente: el ajuste a los salarios docentes del “soviético” Kicillof es más brutal que el ajuste del “liberal” Fernández. El contraste es agudo. No obstante, no sorprende el guadañazo del gobernador porque mostro la hilacha cuando opto por Fidelity contra los trabajadores docentes.
Abramos una amplia deliberación entre los docentes de todo el país, en especial entre los docentes bonaerenses respecto al ajuste de Kicillof y la entrega de las burocracias sindicales para que, a partir de una compresión común, preparemos la organización y el programa de lucha, que mas temprano que tarde, deberemos dar contra los gobiernos fondomonetaristas.