¿Adónde va la izquierda en Brasil?

Escribe Julián Asiner

Cuando el electoralismo se convierte en farsa.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Una serie de maniobras recientes escenifican la nueva situación política de Brasil. Lula se enojó con la prensa por ventilar sus negociaciones para incorporar a Geraldo Alckmin a su fórmula presidencial para las elecciones previstas en octubre de 2022. Alckmin, afiliado al PSDB, del expresidente Fernando Henrique Cardoso, es un ferviente militante del Opus Dei y mantiene vínculos estrechos con el gran capital internacional. En ocasión del golpe contra Dilma Rousseff, cuando era gobernador de San Pablo, liberó el uso del subte para las manifestaciones contra la ex mandataria.

Bolsonaro respondió a esta jugada reconfigurando su propio bloque electoral para 2022. Luego de fracasar en la conformación de un partido propio, por no reunir las adhesiones necesarias, él y su hijo se afiliaron al Partido Liberal. Este movimiento apunta a neutralizar los más de cien pedidos de juicio político que se acumulan en el Congreso en su contra. Con una inflación de dos dígitos, crisis de deuda y niveles de aprobación en caída libre, Bolsonaro tomó la iniciativa de crear un nuevo programa de asistencia social, “Auxilio Brasil”, en reemplazo al lulista “Bolsa Familia”, lo que muchos juzgaron como una maniobra desesperada.

Estos desplazamientos prefiguran un encuadramiento institucional de la crisis política brasileña. “Hay 2022”. Esta consigna, aun no oficializada, indicaría que Bolsonaro habría abandonado la política del “asalto al Capitolio”, por lo menos antes de las elecciones de octubre del año que viene, como intentó hacerlo hasta ahora. Ha aceptado pelear la reelección por vía institucional, alentado incluso por la designación de un juez evangélico al Supremo Tribunal de Justicia. Todo depende, por supuesto, de lo que vayan mostrando las encuestas. Esta reconfiguración de la crisis política ha sido saludada por el PT y la burocracia de las centrales sindicales. El ex juez Moro también lanzó su postulación al 2022, lo mismo el centroizquierdista Ciro Gómez, viejo aliado de Lula. Estas candidaturas podrían determinar que el desenlace de las elecciones tenga lugar recién en una segunda vuelta. Es una instancia que teme la izquierda en Brasil, que llama a una victoria de Lula en la primera.

El Congreso del PSOL resolvió, precisamente, no presentar una candidatura presidencial propia, para favorecer un triunfo de Lula en primera vuelta., claro, pero siempre atenta a sus propios beneficios, como obtener una mayor adhesión a sus candidatos a gobernadores, legisladores e intendentes y concejales. El PSOL debate también sobre la posibilidad de integrar un eventual gobierno del PT; por eso resiste la postulación de Alckmin como vice. Esta línea de acción desairó el planteo de su ala izquierda, que integran, entre otros, a los equivalentes brasileños de Izquierda Socialista y el MST de Argentina, que postulaba la candidatura de Glauber Braga y propugnaba la conformación de un ´frente de izquierda´ entre el PSOL, el Partido Comunista, la Unidad Popular y el PSTU. La posibilidad de que la “izquierda que se une” se vaya del PSOL, en función de la mencionada alternativa frentista, ha sido rechazada repetidamente en el pasado, y es lo que ocurrirá ahora. El PSOL, en su origen una ruptura por izquierda del PT, se ha convertido en una sombra de éste, y en numerosas oportunidades a su derecha.

Para el PSTU, el desistimiento de la disputa por la Presidencia y la posibilidad de ingresar a un gobierno encabezado por Lula, “podría significar un desastre para el PSOL”. El PSTU, que obtuvo en la última elección presidencial el 0,05 % de los votos, reserva su voto por Lula para la segunda vuelta. Entiende que “el apoyo a la candidatura de Lula en la primera vuelta ayudará a vincular a la clase obrera con el PT” (28/9). El PSTU, lamentablemente, se anticipa demasiado, porque la pelea por la clase obrera no debe ser dilatada ni condicionada a las elecciones, menos por parte de una organización irrelevante en término de votos. La lucha contra un gobierno de tendencias fascistas requiere un planteo ajustado a esa situación, o se la acción directa, incluso porque la expectativa de que Bolsonaro respete los procedimientos electorales y el resultado electoral debe disputarse en el terreno de los hechos. La diferenciación del PT, por parte de una mini-fuerza electoral, en estas condiciones, debe poner el acento en la lucha de clases y la acción directa contra Bolsonaro, contra la tendencia al compromiso y eventualmente a la capitulación de las fuerzas opositoras presentes. La disputa entre “primera vuelta no, segunda sí”, versus ´todo a la primera vuelta´ es un disparate de definidas características sectarias. Desnuda una tendencia del conjunto de las fuerzas políticas a la adaptación al simulacro electoral de Bolsonaro.

En esta línea ‘estratégica’, el PSTU ha lanzado la formación de un “Polo Socialista y Revolucionario”, con la expectativa de recoger algunas migajas de la disputa en el PSOL. Un anuncio rimbombante por donde se lo mire. “Ya es hora de que la dirección de las grandes centrales sindicales y de los partidos de oposición lancen una huelga general, detengan al país, a las fábricas y a las grandes empresas, hagan daño a los bolsillos de los patrones para obligarlos a retirar el apoyo que todavía le dan a Bolsonaro”, dice el manifiesto redactado por el PSTU. Que el propósito de una huelga general sea la conversión de la burguesía al campo popular es ciertamente un despropósito, pero es exactamente el propósito de Lula, con otros métodos, obviamente. Al final, la política de conquistar a la burguesía para Lula es lo que más “ayuda a vincular a la clase obrera al PT”. El pasaje de la burguesía a la oposición a Bolsonaro, algo ampliamente en marcha, será dictado por el desarrollo de la crisis y por la necesidad de contener a los trabajadores en el marco de un Frente Popular.

“Para gobernar el país no sirve el mismo criterio de amplia unidad que es necesario para la lucha contra Bolsonaro”, sigue el PSTU, reafirmando la línea de conquistemos a la burguesía. Del otro lado, lo de la “amplia unidad” significa un frente de colaboración de clases para luchar contra Bolsonaro, que ha sido históricamente el origen de todos los gobiernos de Frente Popular. No existe una muralla china que separe una política de oposición de una política de gobierno de esa oposición. La coincidencia entre una crisis de arriba y una acción de abajo, no es sinónimo de frentismo abajo-arriba sino de una situación que ha alcanzado el punto más alto de las contradicciones de clase.

La pasión electoral del ´Polo Revolucionario´ suscitó el entusiasmo en las redacciones de los periódicos ´trotskistas´ en la ciudad de Buenos Aires. El PTS escribió ´aportes críticos´ al documento y le indicó a su grupo brasileño que ingresara al ´Polo´. Rafael Santos escribió en Prensa Obrera que la constitución del ‘Polo’ es “una bocanada de aire clasista” (6/10). Estos comentarios simplemente ignoran el dislate que significa que organizaciones electoralmente minúsculas se empeñen en una coincidencia electoral, en lugar de elaborar un programa que cohesione y dé dirección a la vanguardia de la clase obrera en Brasil. Estamos ante un caso de cretinismo electoral mayúsculo, sobre la base del apoyo a Lula en la segunda vuelta en lugar de la primera. Los ´aportes´ del PTS evitan cualquier referencia a la consigna “Que se vaya Dilma”, con la que el PSTU acompañó la campaña de las FFAA de Brasil por su destitución. “El PSTU y la sociedad de los amigos del golpe en Brasil”, escribía el PTS en 2016. El PSTU plantea ahora algo similar, pero infinitamente más grave en Cuba.

A decir verdad, tanto el PTS como Prensa Obrera coincidieron en ese entonces, 2016, en el reclamo de una “asamblea constituyente”, que significaba ponerle fin al gobierno de Dilma Rousseff. Prensa Obrera la retiró tras una crítica pública en su Facebook de parte de Altamira. Ver: “Brasil: días agitados” “PO y Brasil: una posición claudicante” “El final lamentable y vergonzoso del Partido de los Trabajadores” “Por un acto del 1 de Mayo del Frente de Izquierda”

Otro aspecto notable de este asunto es la insistencia reiterada del PTS de que “se tome en cuenta la experiencia del FIT-U en Argentina”, sin explicar por qué los partidos del FIT-U militan, en Brasil, en el PSOL. Durante años, el PTS pujó por ingresar a ese partido, a pesar de los fuertes vínculos del PSOL con sectores del capital industrial y financiero. Las desventuras de esta farsa de ‘trotskismo´ tienen lugar en el marco de una crisis inédita de régimen en Brasil. En el acto en Plaza de Mayo con Alberto Fernández, Lula podrá ver su eventual retorno al poder en su espejo argentino: un gobierno que heredó la crisis del macrismo y se hundió en una serie de contradicciones interminables. Es necesario un debate acerca de cómo intervenir en esta crisis de cara a los activistas y luchadores de la clase obrera.

LEER MÁS

Los Fernández en “la Cumbre democrática” de Biden, escribe Jorge Altamira

Suscribite al canal de WhatsApp de Política Obrera