La verdadera dimensión de la Nakba - Parte 2

Escribe Norberto Malaj

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El movimiento sionista que fundó el estado de Israel estaba entonces bajo su impronta más ´ízquierdista´. Israel no era todavía la ciudadela pertrechada hasta los dientes por los yanquis. El primer gobierno israelí se asentó en una coalición del Mapam (hoy Meretz) —por entonces una especie de partido stalinista sionista (reivindicaba a la URSS de Stalin y giraba en torno a la aún existente Comintern de los PCs) — y el partido laborista mayoritario (afiliado a la Segunda Internacional), el Mapai, cuya figura central era el legendario Ben Gurión. Éste fue —según demostró Illan Pappé en varios libros— el principal organizador de la Nakba. El Irgún, una ´guerrilla irregular´, respondía a un partido sionista filo-fascista —su principal dirigente fue un tal Jabotinsky, admirador del Duce—, responsable de algunas de las mayores matanzas que sufrió el pueblo palestino antes y después de erigido el estado sionista.

Los testimonios que se acaban de desclasificar en Israel sobre este período son escalofriantes. Dice el informe que publicó Haaretz (9/12): “La reunión (de ministros) del 7 de noviembre de 1948 terminó con la decisión de nombrar un comité de tres ministros para examinar el testimonio sobre las masacres. El comité estaba integrado por Haim-Moshe Shapira, Bentov y el ministro de Justicia Pinhas Rosenbluth, del Partido Progresista. Una semana después informaron al gabinete que los magros poderes que se les habían otorgado no les permitían llegar a la verdad del asunto. Pasaron tres días más y el gabinete volvió a reunirse para discutir la investigación de los crímenes. Bentov: “Sé que hay círculos en el ejército que quieren sabotear las decisiones del gobierno”. Shapira: ´Debemos encontrar la mejor manera de detener la plaga. La situación en este asunto es como una plaga. Hoy el comité escuchó a un testigo, y enterré mi rostro entre mis manos, de vergüenza y deshonra. Si esta es la situación, no sé de qué lado existe un mayor peligro para el estado, del lado de los árabes o del nuestro. En mi opinión, todos nuestros fundamentos morales se han visto socavados y debemos buscar formas de frenar estos instintos. Hemos llegado a este estado de cosas porque no sabíamos cómo controlar las cosas cuando esto comenzó. Mi impresión es que vivimos en un paraíso de tontos. Si no se produce ningún cambio, estamos socavando la base moral del gobierno con nuestras propias manos´. Ministro de Agricultura Aharon Zisling (Mapam): ´Recibí una carta de cierta persona sobre este asunto. Debo decirles que conocía la situación en este asunto y coloqué el tema en esta mesa más de una vez. Después de leer la carta, no pude dormir en toda la noche. Sentí que se estaba haciendo algo que estaba afectando mi alma, el alma de mi hogar y el alma de todos los aquí presentes. No podía imaginar de dónde veníamos y hacia dónde vamos. Sé que esto no es una casualidad, sino algo que determina los estándares de vida de la nación. Sé que esto podría tener consecuencias en todos los ámbitos de nuestra vida. Una transgresión genera otra, y este asunto se convierte en la segunda naturaleza de las personas´…El ministro de Transporte, David Remez (Mapai): ´Nos hemos deslizado por una pendiente terrible, es cierto, no todo el ejército, pero si hay hechos como estos y se repiten en bastantes lugares, sin duda son horribles hasta el punto de la desesperación…´. Después de la discusión, Ben-Gurion declaró incisivamente: "Dado que el comité no cumplió con la función que se le asignó, por la presente queda abolido” (ídem).

Sigue el informe del historiador: “los ministros comprendieron muy rápidamente que el primer ministro no tenía ningún interés en una investigación…Se negó a otorgar al comité de los tres la autoridad para citar testigos y culpó a la pereza de sus miembros por su fracaso...En la reunión de gabinete del 5 de diciembre, el ministro Remez declara: “Estos hechos nos sacan de la categoría de judíos y de la categoría de seres humanos por completo. Precisamente sobre estos graves asuntos hemos guardado silencio hasta el día de hoy. Debemos encontrar una manera de poner fin a estos hechos, pero no debemos silenciar nuestra conciencia…” (Ídem). Por entonces, el filósofo Martin Buber, considerado en la época una eminencia pacifista, calificó —recuerda el historiador Adam Raz— “el estado de ánimo que dominaba a la sociedad judía en ese momento como una ´psicosis de guerra´”. Pocos años después de la barbarie nazi, la colonización sionista de Palestina se desenvuelve sobre parámetros idénticos.

“A lo largo de las reuniones del gabinete, hubo varias menciones a un código de silencio existente entre los soldados sobre los crímenes de guerra. El ministro Shapira afirmó: ´El hecho es que los soldados tienen miedo de testificar. Le pregunté a un soldado si estaría dispuesto a comparecer ante el comité. Me pidió que no mencionara su nombre, que olvidara que habló conmigo y que lo considerara alguien que no sabe nada´” (ídem). “El código de silencio —continúa Adam Raz— ayudó a quienes deseaban barrer los crímenes bajo la alfombra y evitar investigaciones y acusaciones. De hecho, Shmuel Lahis, el comandante de la unidad que perpetró la masacre de Hula, fue uno de los pocos acusados de asesinato en la Guerra de Independencia. Ni siquiera la masacre de Al-Dawayima, que fue investigada internamente por las FDI, produjo acusaciones…En febrero de 1949 se emitió un indulto general retroactivo por los delitos cometidos durante la guerra. El público en general no parece haberse molestado por nada de esto. Los hechos descritos anteriormente tuvieron lugar durante el período de creación de la justicia militar. Esto podría explicar por qué las fuerzas armadas internalizaron una cultura organizacional que no daña la matanza de palestinos por parte de los soldados durante las operaciones” (ídem).

“Medio año después, el primer portavoz de la Knesset, Joseph Sprinzak, compareció ante el Comité de Asuntos Exteriores y Defensa del parlamento. En el encuentro se mencionaron dos elementos que habían aparecido en la prensa ese día, que personificaban la actitud ante los actos de asesinato durante la guerra. Un informe se refería a un oficial que durante el enfrentamiento había ordenado el asesinato de cuatro heridos; el segundo informe fue sobre una persona que vendió equipo militar robado. El primero fue condenado a seis meses de prisión y el segundo a tres años. Sprinzak, en cualquier caso, no se hacía ilusiones. ´Estamos lejos del humanismo´, dijo al comité. ´Somos como todas las naciones´” (ídem).

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