Wos y “Oscuro Éxtasis”: entre el pochoclo y el mensaje

Escribe Matias Melta

Tiempo de lectura: 3 minutos

Wos, el joven y prolífico rapero argentino, lanzó “Oscuro éxtasis”, su segundo disco. Con un sonido diferente que marca una evolución en varios aspectos en relación a su debut discográfico -“Caravana”, 2019- encuentra, con un crisol de recursos, evadir el aburrimiento o la repetición.

El rap en Argentina tiene un largo y frustrante derrotero. Los exponentes locales del hip hop, el género nacido en los barrios neoyorquinos a comienzos de los años 80, tardaron varias décadas en encontrar su propia voz. Cobró cierto vigor recién con las aproximaciones de Illya Kuryaki and the Valderramas a Wu-Tang Clan en los años 90 y finalmente explotó tras un largo periodo de cocción en parques y plazas, que dieron nacimiento a la Batalla de Gallos, las competencias de rimas improvisadas de la cual surgió Wos, precisamente, coronándose ganador del certamen en 2018. Hoy el rap es, sin duda, un género dominante entre la juventud, especialmente en su variante "trapera". Dentro de esa generación de jovencísimos raperos argentinos que saltaron a la fama, Wos es uno de los exponentes más originales y politizados, usando el escenario muchas veces como tribuna de denuncia, por ejemplo contra la persecución sistemática de la policía hacia la juventud. Su participación junto a Ciro y los Persas en el festival Mastay, en 2019, en “Pistolas” -un clásico anti gatillo fácil de Los Piojos- es otra muestra de ello. En “Oscuro éxtasis”, en cambio, si la denuncia no es explicitada, la pluma de Wos anota hondas observaciones que hacen a la construcción de la realidad.

El álbum tiene espacio para la introspección y la catarsis, antes que la búsqueda del hit, incluso a pesar de las colaboraciones con otros exitosos contemporáneos, como en el caso de “Niño Gordo Flaco”, donde comparte con Ca7triel, o “Cambiando de piel”, con Nicki Nicole, son ejemplos de esto.

Un halo de oscuridad potente recorre algunas canciones, arrimando al rock y el rapcore de los años 90 -como en las geniales “Buitres” o “Que se mejoren”. En estos casos la base orgánica juega un papel fundamental para aportar tanto precisión como poderío. Ese acercamiento al rock queda plasmado definitivamente en “Culpa”, en la que se destacan la voz y la guitarra de Ricardo Mollo (Sumo, Divididos). Otras buenas canciones como “Contando ovejas” o “Convoy Jarana” le escapan a ser encorsetadas en determinados estilos dentro del rap –al oyente sólo le queda poner play y descifrarlas. Gemas como “Mira mamá” o “Mugre”, que contienen una calma que parece que va a eclosionar en cualquier momento, piden una escucha más reflexiva, como ocurre, para ser justos, con casi la totalidad de las letras del disco.

En relación a las líricas, hay tópicos fundamentales. Uno es la autoindagación acerca de la contradicción de ese flotar “entre el pochoclo y el mensaje”, como canta en “Introducción al éxtasis”. Es decir entre la pulsión más íntima a la hora de crear y lo que dicta el mercado, que logra sortear de buena forma al intentar esquivar ciertos recursos típicos que el estilo usa hasta el hastío. Aunque no siempre lo logre, claro, cómo en “Buitres”, que reviste un tema tan típico del rap: “los amigos del campeón” que merodean cuando la fama llega al artista (“El valor de la intuición lo aprendí estando ciego/ Ya huelo a los giles en su merodeo y no les creo/ Aunque vistan de cisnes, siguen carroñeros/ Es el vuelo de los buitres que ennegrece el cielo, ¡blah!”). En “Gato Negro”, en cambio, despotrica contra lo establecido desde un lugar íntimo (“Con la lapicera, sobre sangre me tatúo / Licúo el statu quo, miro como un búho / Por favor, mírame bien cómo supuro / Cómo expulso el dolor para quedarme lo más puro / Soy amor subiendo por los árboles, por los mármoles / El calor que va trepando por los márgenes”). La contradicción entre la calma y la explosión reaparece en “Lleno de zafiros” (“No perder la rabia pa' gritar / Ni la calma pa' habitar el caudal de mi alma / Mi magma interior me salva, entro a erupcionar / Ese es mi estado de alarma, pa' que nada invada mi lugar”).

En un género saturado de nuevos exponentes y colaboraciones cruzadas que se multiplican hasta el infinito, “Oscuro éxtasis” es un sano juego de apertura, con el que Wos se permite modificar gran parte de su estilo, esquivando fórmulas cada vez más instaladas.

Sigue entonces por un camino más difícil pero más jugado y en ese desafío encuentra su voz propia, distinta y auténtica. Y eso es mucho decir en 2022.

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