Escribe Bárbara Carrillo
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En el año 2004 se llevó adelante una de las estafas más grandes del país. El empresario Sergio Taselli, con la complicidad de todo el gobierno kirchnerista, cometió fraude tras fraude hasta terminar con el desguace de Parmalat. Una planta que ocupaba a 250 trabajadores. A pesar de la enorme lucha que dieron los activistas durante años, la burocracia sindical de Atilra se encargó de boicotear cada iniciativa de los trabajadores, en favor de la patronal hasta lograr el vaciamiento de la empresa.
Lo que ocurrió con Parmalat se viene repitiendo desde esa fecha hasta el presente. Las patronales arremeten contra los trabajadores y la burocracia se encarga de aislar y llevar a la derrota cada lucha. Esta burocracia, comandada por Héctor Ponce, llamó a los trabajadores a "resistir" frente al gobierno de Macri. Pero ante la primera extorsión de parte del gobierno y las patronales, entregaron el convenio lácteo, quitando derechos elementales como la licencia por enfermedad.
El caso de Sancor es el más reciente, pero también el más escandaloso. De los más de 5.000 trabajadores que eran empleados en la cooperativa solo quedaron unos 2.000. Pero este número es en realidad bastante inexacto. No toma en cuenta a los cientos de obreros que se encuentran bajo la modalidad de "jornada libre". Es decir, una especie de suspensión indefinida, con salarios de 10.000 pesos, lo que desgasta al trabajador hasta que renuncie o acepte el "retiro voluntario" (al 50% y en 6 cuotas). En esta situación se encuentran en este momento los 200 repositores de Sancor de todo el país.
Los trabajadores que están en actividad cobran el 70% del sueldo, el aguinaldo en cuotas y sin las actualizaciones paritarias que hubo estos dos años. A esto se le suma la persecución a los activistas como es el caso de Alejandro Canda, quien fue suspendido de manera indefinida por haberse presentado a elecciones con una lista independiente de las diferentes facciones de la burocracia.
Está claro que se busca el lento desguace de la cooperativa, al igual que en Parmalat. Y, ante esta situación, el papel del gremio es también el mismo. Dejar pasar, desgastar y derrotar las luchas que se van dando. En otras empresas lácteas del país, la situación de los trabajadores es bastante crítica. En la planta de la Serenísima-Armonía de General Rodríguez falleció un trabajador, Eloy Menéndez, tras la caída de un montacargas. Apenas ocurrido el hecho, los operarios de la planta salieron a denunciar que esto, lejos de ser un accidente, es un crimen patronal. La empresa invierte millones en nuevas maquinarias, pero no pone un peso en mejorar las condiciones edilicias y de seguridad de los empleados.
En Danone-La Serenísima Longchamps, se comenzó a implementar la reforma del convenio lácteo, avanzando también sobre todas las conquistas: descuento por presentismo, multiplicidad de tareas, recortes en el comedor. Como así también el fin de las horas extras al 150% y la eliminación del franco compensatorio por el cambio del régimen laboral (7×2). A su vez, la patronal ha comenzado una persecución contra todos los activistas a través de un monitoreo constante, en todos los sectores, con la implementación de las cámaras de seguridad.
Para defender los salarios, los puestos de trabajo, los derechos adquiridos y las conquistas que supieron conseguir los trabajadores en todos estos años es necesario unificar todas estas luchas, hasta ahora aisladas, para enfrentar el avance patronal, y por la defensa de los trabajadores lácteos.