CABA: los despidos del personal de salud y la salud del personal

Escribe Maxi S. Cortés

Tiempo de lectura: 2 minutos

El gobierno porteño ha dado por terminada la pandemia y resuelto la eliminación completa de las medidas de protección y prevención. Por eso, miles de trabajadores de la salud contratados para la atención del Covid19 -la mayoría de ellos, enfermeros- están siendo despedidos mes a mes, desde octubre pasado. A contramano de este desmantelamiento, el ministro Quirós preanuncia la llegada de una nueva ola de la subvariante BA2. ¿Con qué personal pretende abordarla el gobierno?

Los hospitales de la ciudad ingresaron en la pandemia con una enorme carencia de personal. Esta falta de recursos humanos se agudizó a medida que los trabajadores se enfermaban o debían tomar licencia prolongada por ser personas de riesgo.

Con el inicio de la pandemia, el Gobierno de la Ciudad -amparándose en la Ley de empleo público- suspendió las licencias del personal de salud para enfrentar la enorme demanda en los hospitales. Las medidas de protección y prevención sanitarias se han levantado, sin embargo, la retención de las licencias persiste, a expensas de la salud física y mental de los trabajadores.

La mencionada ley contempla que, en situaciones excepcionales, como lo es efectivamente una pandemia, el Estado tiene la facultad de disponer y reorganizar la jornada de trabajo del personal esencial. Esto ha dado rienda suelta a las arbitrariedades de las autoridades de los hospitales, para hacer y deshacer sobre la jornada de trabajo del personal de salud en general y de enfermería en particular. Muchos compañeros han visto caducar sus licencias, sin el menor reconocimiento por parte del Estado. Los salarios, por otra parte, se mantienen en niveles de subsistencia.

No hay reemplazo para otorgar las licencias, pero cuando son otorgadas los trabajadores tienen que trabajar el doble y soportar la demanda de la guardia en uno o más servicios, para reemplazar a sus compañeros. Si el trabajador se queja, lo sancionan, lo persiguen, lo amenazan, y hasta lo dejan cesante (despido con causa).

Frente a esta situación, el trabajador no cuenta con una representación gremial, ya que muchos de los jefes que persiguen a los trabajadores son los mismos delegados de la burocracia de Sutecba. La oposición celeste, que ahora denuncia el fraude electoral ante la justicia, no se ha movilizado contra los despidos, ni contra la entrega de la paritaria.

Jefes y subgerentes son cómplices de este régimen de opresión laboral. Las denuncias que ingresan por mesa de entradas directamente al ministerio son reenviadas a las autoridades del hospital, para comenzar una verdadera caza de brujas de los trabajadores hasta que se retracten y cancelen sus denuncias.

Lo que defienden unitariamente la burocracia estatal y la burocracia sindical es el régimen de súper explotación de los módulos (horas extras), con el que garantizan una planta reducida de personal y salarios de hambre. La violencia institucional es la herramienta con la que doblegan y quiebran a los trabajadores para imponer la opresión. Esto explica los miles de despidos de trabajadores contratados que se han deslomado durante dos años con las peores tareas y ahora quedan en la calle.

Para enfrentar al Estado y su burocracia sindical adicta, hay que trabajar en unidad, de forma autoconvocada y con un programa único que integre al conjunto del personal de enfermería. Por un régimen de trabajo de 6 horas por insalubridad, por un aumento salarial de emergencia al 100% integrado al básico, por la defensa de un salario mínimo inicial que cubra el costo de una canasta básica familiar hoy en 190 mil pesos. Por el pase a planta de todos los contratados, por el pase a la carrera profesional del conjunto del personal.

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