Una semana de acampes, piquetes y huelgas frente a un gobierno terminado

Escribe Jorge Altamira

En las vísperas del Congreso de Política Obrera (14-17 de abril)

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En estas últimas horas, la movilización popular subió varios peldaños. Por eso la policía de Larreta fue sencillamente desbordada por la masividad del acampe en la 9 de Julio. Lo mismo ocurrió con el piquete que el Polo Tendencia y otras organizaciones llevaron adelante en la autopista 25 de Mayo durante la tarde del jueves, para marchar al ministerio de Desarrollo Social. Estas movilizaciones se reprodujeron en todo el país, pero no fueron las únicas - el mismo jueves por la tarde, los vecinos sin luz cortaron la autopista Ricchieri.

El día anterior, un piquetazo de la coordinadora de choferes autoconvocados había paralizado la general Paz y el acceso oeste, en reclamo de un aumento del salario básico y para denunciar la política patronal de las sumas en negro. Es un planteo similar al que vienen levantando los textiles de RA Intertrading, la fábrica de más de 1.000 obreros donde se paga 200 pesos por hora para confeccionar la camiseta de la Selección. Las inquietudes laborales y salariales cruzan asimismo a todos los trabajadores de la Salud.

La amplitud de estas movilizaciones y su tenacidad, expresan una tendencia que va más allá de las reivindicaciones que levantan. Tienen un alcance político indudable, pues ponen de manifiesto un choque contra el aparato del estado y contra el FMI, que es una suerte de súper-estado de la OTAN. El gobierno de turno es incapaz de conceder el reclamo de que todos los sin trabajo reciban una remuneración del estado de apenas 16 mil pesos. Las patronales, por su lado, que suben los precios sin pausa se niegan a pagar salarios que cubran al menos la canasta familiar. La burocracia sindical siente la tormenta que se acerca y procura armar nuevos realineamientos, pero no saca los pies del plato del oficialismo y, en algunos casos, se prepara para contemporizar con un nuevo gobierno. Un reciente Plenario Sindical Clasista, de pocas horas, concluyó sin ofrecer perspectivas pero con muchas recriminaciones.

Todas las organizaciones piqueteras coinciden en profundizar el plan de lucha que se puso en evidencia en cortes y en los acampes en 24 provincias. Fue en el cuarenta aniversario de la movilización que asestó el golpe final a la dictadura militar. Pero la crisis social y política marcha a un ritmo superior, para movilizaciones que ya no responderán a planes de lucha, porque serán la irrupción incontenible de un pueblo que no aguanta más frente a un gobierno sin rumbo. La clase capitalista, conocida como el “círculo rojo”, sigue apostando a un 2023 que se aleja con velocidad del horizonte. El ritmo de la crisis de Argentina dependerá, con certeza, de la guerra que se desarrolla a nivel mundial y en medio de un agravamiento social en los países más desarrollados. Un Congreso Obrero serviría para diseñar los contornos de un gobierno de trabajadores, que es la única salida popular a este derrumbe capitalista y la única que podría detener la masacre de la guerra.

El ‘acuerdo con el FMI’ ha sido superado desde antes de haber sido armado. El brazo financiero de la OTAN ejerce a partir de ahora una supervisión política sin programa, para aplicar medidas de salvataje improvisadas. La propuesta de dolarizar el sistema monetario, supone primero una híper-inflación, que ha entrado en la agenda de las posibilidades. Se habla sin pudor de una inflación del 80% anual, como una perspectiva aceptable.

Basta mirar hacia lo que ocurre en el vecino Chile para entender el impasse mortal en que se encuentra el capitalismo, porque sólo fueron necesarios algunos días de gobierno para que quedara en evidencia que las alternativas ‘progres’ y ‘redistribucionistas’ no tienen lugar en este planeta. La Convención Constitucional del país trasandino, parida con fórceps para detener una revolución de masas, se desvanece sin cambios para las masas, mientras busca imponer un régimen político que haga de chaleco antibalas frente a una nueva rebelión popular.

El poder capitalista observa el racionamiento inevitable del gas y la luz con indisimulado espanto. Techint acaba de ‘ganar’ en solitario la ‘compulsa’ para vender cañerías al Estado para un gasoducto que sería licitado con posterioridad. Ni siquiera este proyecto se concretará para 2023. La vicepresidenta se ha propuesto cobrar un impuesto en dólares a capitales no declarados, como Putin a vender gas a la Unión Europea en rublos. Como ocurre con los regímenes en sus últimos días, la fantasía sustituye a los sueños y por sobre todo a las realidades.

En este marco, los gobernadores parecen dispuestos a acompañar al cristinismo en el desdoblamiento de las elecciones nacionales. Si no vamos a ganar la general, arrebatemos por lo menos algunas provincias. Esta salida genial no sólo demuestra las mediocres limitaciones del llamado ‘nacionalismo popular’ que se jacta de ser ‘pagador serial’ de deudas impagables y fraudulentas – todavía tendrá que dividirse a la hora de designar candidatos. En medio del derrumbe vislumbra elecciones primarias y generales para todos y todas.

Llamamos fuertemente a los delegados, activistas y luchadores a considerar la situación política en su conjunto. Será muy perjudicial no hacerlo. Por eso debemos multiplicar la deliberación política en plenarios, asambleas y congresos. En este ámbito, discutir un programa, debatir los métodos y la organización de una huelga general y desarrollar en la clase obrera la conciencia adecuada a esta etapa.

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