Tiempo de lectura: 7 minutos
Compañeras, compañeros, antes que nada, no sé si todos ustedes saben que ayer fue el cumpleaños del informante de la comisión (Julián Asiner). Entonces, como a otro que cumplió años hace tres días lo aplaudieron un día después, propongo que lo aplaudamos a él también (aplausos).
No significa que los arianos hayamos tenido el monopolio de las comisiones.
Miren, probablemente por una falla tipográfica o un desliz en la redacción el texto, en una parte se hace referencia a la independencia efectiva y real de Ucrania y, en otra, a una Ucrania independiente y socialista. Ahí falta una palabra que abre todo un problema: nosotros planteamos una Ucrania socialista, independiente y UNIDA. Porque acá hay otros dos planteos de independencia de Ucrania, uno de la OTAN y otro de Rusia. Rusia dice que defiende los derechos del sector este del país, que es rusófono, y que los otros ucranianos, del oeste, etc., quieren privarlos de ese derecho. Por lo tanto, para Putin la invasión rusa es una guerra de liberación nacional contra la OTAN y el resto de Ucrania. Para Putin o como consecuencia del planteo de Putin, tenemos tres divisiones: entre la clase obrera rusa y la clase obrera ucraniana, y entre la clase obrera ucraniana del oeste y la clase obrera ucraniana del este. Si seguimos así, vamos a tener una parte rusa y una parte musulmana en el territorio vastísimo de la Federación Rusa. Cortando soberanías en pedazos el internacionalismo de la clase obrera va a donde ustedes se imaginan. De acuerdo al informe que dio Julián, también el PTS defendería, además de la autodeterminación nacional de Ucrania, el derecho a la autodeterminación del este de Ucrania. Dos autodeterminaciones, una entera y otra parcial en el mismo territorio, colisionan entre sí.
Nosotros nos declaramos completamente opuestos a la autodeterminación nacional del este de Ucrania, o sea del derecho a la separación nacional de las regiones separatistas. Planteamos la UNIDAD de una Ucrania socialista e independiente, o sea que no sea vasalla de la OTAN ni de la Unión Europea, tampoco de Rusia. En todo caso, planteamos, ya en los congresos del Partido Obrero la reconstrucción de una Unión de Repúblicas Socialistas basadas en soviets realmente soberanos.
La cuestión nacional ucraniana tiene una larga historia, en la cual fue dividida y separada por Austria, por Polonia, por Rusia, que fue encarada por la Revolución de Octubre y la guerra civil posterior. La invasión rusa no tiene ninguna misión progresiva; la Duma de Rusia votó, asimismo, la anexión de las regiones separatistas, con el pretexto de que fue votada en un referendo bajo el control del Kremlin. Si esta anexión se concreta, la guerra se convertiría en una guerra de la OTAN contra la misma Rusia; no es un punto menor.
Es necesario adoptar un lenguaje adecuado para exponer nuestras posiciones. Siempre debemos ofrecer caracterizaciones para que los obreros adopten un punto de vista determinado, y no presentarlas como una convicción subjetiva, como ocurre con las sectas. Usemos el lenguaje de la comunicación con la clase obrera. Desde este punto de vista, o en función de los intereses del proletariado internacional, la separación del este de Ucrania del resto del país, y no digamos de su anexión a Rusia, es reaccionaria. La expresión de que es una guerra de opresión es importante. Es la clave. Es una guerra de opresión, una guerra imperialista, incluso si es una guerra contra la OTAN, el único imperialismo realmente mundial.
Es cierto que quienes hablan de imperialismo ruso o chino, a partir de la restauración capitalista, ignoran las condiciones históricas que han dado lugar al imperialismo, como una fase superior del desarrollo capitalista. Ni China ni Rusia actuales son el producto de un desarrollo semejante. Pero el principio del desarrollo combinado se aplica aquí más todavía que en otros casos. En ninguno de los dos países se ha desenvuelto un capitalismo financiero de carácter autónomo, ni una opresión política basada en tal desarrollo. El capital financiero internacional -en esencia el imperialismo norteamericano- considera a ambos países en términos de una transición hacia una nueva forma de colonialismo económico. Este antagonismo plantea una nueva guerra mundial, pues a la cabeza de China y Rusia hay estados que tutelan ese desarrollo capitalista y entran en contradicción con él. La abolición de la tutela del estado sobre el capital es la reivindicación principal del capital mundial, incluidos los focos de burguesía china y de oligarquía rusa, en los choques comerciales, financieros y políticos. Por eso la carrera armamentista ha llegado al paroxismo.
Es necesario desarrollar categorías nuevas que recojan la singularidad de la economía y política mundiales, a partir de la restauración capitalista y la penetración colosal del capital financiero internacional en Rusia y en China. La burocracia de la URSS armó un sistema de opresión nacional, sobre Ucrania y el conjunto de las repúblicas; varias veces se ha denunciado la política de la burocracia de rusificar a la URSS. La “ciudadanía soviética” impulsada por la burocracia no ha sido una forma de internacionalismo proletario sino de negación de las naciones y repúblicas de la Unión Soviética. Sobre esta base, el restauracionismo ha puesto la opresión nacional de la burocracia al servicio de una opresión de base capitalista monopólica, incluso en alianza con el imperialismo mundial, que ha penetrado en el espacio europeo y el asiático de la ex URSS. Gazprom y Rosneft son dos emporios capitalistas de Rusia que cuenta con accionistas y pactos de capital con los monopolios internacionales del petróleo y el gas. La alianza de Gazprom con el capital alemán es uno de los desencadenantes de la guerra actual, impulsada fundamentalmente por el imperialismo norteamericano.
Ucrania fue un factor clave en la crisis con Europa, porque las primeras redes de gas ruso, llegaban a Europa por medio de Ucrania. Cuando los gobiernos pro-rusos fueron volteados, Alemania y Rusia concordaron en hacer dos gasoductos que no pasaran por Ucrania, lo cual provocó una gran crisis con EEUU. Estados Unidos decía: ahora que nosotros tenemos a Ucrania, los alemanes nos salen con gasoductos paralelos por el Báltico. ¿Para qué queremos a Ucrania, entonces?
Uno de los objetivos de un congreso es mirar las cosas como son; en este caso, diferenciar las características de la guerra imperialista actual de las del pasado; la modificación de los factores en presencia. La segunda guerra imperialista no fue igual a la primera, aunque era su continuación. Esa diferencia la previó Lenin en términos de hipótesis. Planteó que la Primera Guerra podía tomar una forma napoleónica, y con ello plantear cuestiones nueva para la clase obrera. La Primera Guerra (la guerra imperialista que se estaba desarrollando) se convertía en una guerra de ocupación territorial y de cambio estatal, como había ocurrido con las guerras de Napoleón, como había ocurrido en aquel momento, en una parte de la futura Alemania, en Rusia y en España. Guerras nacionales entre estados imperialistas. Esto sí que es dialéctica. Fue lo que ocurrió veinte años después con Hitler, que libró una guerra de ocupación territorial y usurpación estatal. O el imperio de Japón, para convertir a China en una colonia. En Europa se desataron guerras nacionales contra el ocupante, que en muchos casos se convirtieron en una guerra civil contra la burguesía del país –Yugoslavia, Grecia, Albania, Italia, Francia (en estos dos casos bajo la tutela de la burguesía imperialista local), y naturalmente en la Unión Soviética, que por su condición histórica de Estado Obrero portaba la posibilidad de una expropiación parcial de la burguesía imperialista.
Ucrania, en el marco de la guerra de la OTAN, Ucrania como una pelea nacional, bajo la bandera del derecho de incorporarse a la OTAN, es una guerra nacional distorsionada, o mejor, una guerra imperialista con una cobertura nacional.
Para Gilbert Achcar, uno de los teóricos principales del Nuevo Partido Anticapitalista de Francia, el enemigo principal es la autocracia de Putin - la OTAN es secundaria, estaría cumpliendo un rol democrático. Esta es la opinión generalizada de la izquierda en Europa y en Ucrania. No solamente es cierto sino recontra fundamental adoptar una política concreta en el terreno en Ucrania, frente a la invasión rusa, pero no para relegar a la OTAN, porque esta guerra es fundamentalmente, no accesoriamente, una guerra imperialista de la OTAN. Es necesario abrir un debate sobre la lucha en el terreno. Estamos muy lejos de desconocer esa responsabilidad. Lo hemos demostrado con Malvinas, bajo la dictadura sanguinaria de Galtieri. Pero no a caballo de la OTAN, que es el enemigo fundamental, como en Malvinas. Ahora mismo, el gobierno de Ucrania, con el respaldo de la OTAN, está discutiendo un acuerdo de cese del fuego con Putin, que incluye la tutela de Rusia sobre una parte del este del país, aunque de carácter condicional y temporal. Lamentablemente, no estamos en contacto con las masas ucranianas, para poder delinear una táctica adecuada en la acción. El otro aspecto concreto son las masas de Rusia y de los estados que están bajo su órbita. La lucha, en Rusia, contra la guerra de opresión de Putin, debe ser neta; ella cambiaría el curso de la guerra y abriría el camino a la confraternización entre los trabajadores de Rusia y Ucrania contra Putin y contra la OTAN.
En el proyecto de resolución internacional hay una afirmación sobre la cual quiero hacer una observación. La guerra ya ha tenido un impacto en Argentina: se ha formado en el seno del gobierno kirchnerista una quinta columna del Estado norteamericano, constituida por Manzur, Béliz y hasta Massa, que trabaja en línea directa con el Departamento de Estado norteamericano. Es un asunto "pesado". A Guzmán, los cristinistas le quieren cortar la cabeza y ahora se fue con Pesce a una reunión con el FMI; responden más a Biden que a CFK. La guerra, otro elemento, poderoso, de la crisis política local.
Este congreso ha abierto interrogantes, en ese sentido es un congreso ejemplar, porque en general los congresos de la izquierda cierran cuestiones y éste abre interrogantes. Ahora nadie puede dejar de escribir para el periódico que es cómo debemos verificar el acierto o no de las caracterizaciones, pronósticos y curso de acción. En el periódico tenemos que discutir entre nosotros mismos, en forma pública. No hemos cumplido con ese compromiso. Discutir en el periódico es pertenecer al mismo partido, revela la riqueza de un movimiento. El valor de esta crisis del Partido Obrero, es que si había alguna cosa que quedaba en pie de las pretensiones de continuidad del aparato, la hemos demolido en estos tres años. Ahora nos tenemos que hacer cargo de desarrollar nuestras conclusiones hasta sus últimas consecuencias, en el trabajo de formación de una vanguardia obrera en condiciones de guerras, fascismos y rebeliones populares.