Escribe Matias Melta
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Se cumplieron 40 años del estreno de la película británica "The Wall de Pink Floyd", basada en el disco homónimo de la banda de rock lanzado en 1979, con guion de su bajista y cantante Roger Waters, animaciones del ilustrador Gerald Scarfe y dirección de Alan Parker. Considerada la Ópera Rock más importante de la historia, esta excelente película musical conjuga música, lírica, cine, política, animación, historia, psicoanálisis y poesía para llevar al espectador a un viaje visceral, pleno de denuncias y simbolismos, hacia las entrañas de la alineación y la degradación que el capitalismo impuso a la humanidad en el siglo XX. En Argentina tuvo un impacto hondo, que se vio cuando Roger Waters batió en 2012 el récord de llenar 9 veces el estadio de River Plate al traer su imponente show basado en el film.
El término Ópera Rock se refiere a una obra que trata de hermanar ambos géneros musicales y que tiene una cohesión en sus piezas o canciones que sigue un nudo, un desenlace y un final. En 1975 se había llevado a la pantalla grande la Ópera Rock "Tommy" de la banda The Who con muy buen resultado artístico y 1982 fue el año de estreno de "The Wall", que tendría un gran éxito de taquilla y su correspondiente y caótica gira de presentación de Pink Floyd -pero esa es otra historia.
Lo que guía al film son sus imborrables imágenes -tanto las de "carne y hueso" como las animadas- y la música y letra del poderoso, memorable y sólido álbum de Pink Floyd -del cual Roger Waters tuvo casi total control creativo- siendo los diálogos los justos y necesarios. Es protagonizada por el músico Bob Geldof, en el papel principal de Pink.
La acción se sitúa mayormente en el Reino Unido, justamente cuna del capitalismo. La historia es la vida de Pink -una estrella de rock enajenada-, su relación tormentosa con el mundo exterior y la consiguiente construcción de un "muro" al que hace referencia el título, que de tan metafórico se vuelve casi real.
El comienzo de la película encuentra a Pink ya derruido y nos lleva, rápidamente, hacia su pasado -y el pasado histórico: se entrecruzan, con la edificante canción "In The Flesh?" como guía, imágenes de él como un orador - o cantante?- en un acto político y las del ataque en la Batalla de Anzio de 1944 durante la Segunda Guerra Mundial, en las que vemos a su padre siendo masacrado junto a otros miles de soldados británicos. La denuncia a la guerra es explicitada de múltiples formas y volverá una y otra vez a lo largo del film, en este caso remitiéndonos a la infancia de Pink, para mostrarnos las consecuencias directas del belicismo arrasador en el dolor del niño al que le fue arrebatado su padre -y en el pergamino que entrega cínicamente por este motivo el rey Jorge VI. El hogar roto y la cruda herencia maternal -que oímos tortuosamente en la canción "Mother"- completan el cuadro. Pink, entonces, para protegerse de un mundo que le es hostil, comenzará a erigir, ladrillo a ladrillo, su "muro", es decir, su completa alienación. Este juego que se presenta durante gran parte del film entre lo individual -a través de perturbadores procesos psicológicos signados por el medio- y lo colectivo -a través de la historia y la política- es uno de los mayores aciertos de "The Wall".
Hay una denuncia a la educación arcaica y mecanicista como herramienta represiva del sistema: el violento maestro de primaria de Pink lo descubre en clase con un poema de su autoría y lo humilla frente a todo el curso -además de los castigos físicos. Con el mayor clásico musical del álbum sonando, "Another brick in the wall, pt 2", se presenta la escena más recordada de la película, unas visiones de Pink -o de Waters: imagina niños "educados" en serie que caen en masa en una picadora de carne para pasar a chicos en sus aulas liberando y rebelándose, destruyendo y quemando la escuela y todo lo que está en ella -incluido al susodicho maestro. El famoso coro infantil canta "Hey, profesor / Dejá a los niños en paz / Al fin de cuentas / Es solo otro ladrillo en el muro."
De adulto, encontramos a Pink convertido en estrella de rock. La "construcción del muro" ha avanzado mucho, tanto que el silencio, la frialdad y la tristeza se han apoderado del protagonista, estupidizado por la televisión e incapaz de conectarse emocionalmente con alguien, especialmente con su esposa -aunque lo desee profundamente. Se introduce una sagaz denuncia a la vida atravesada por un consumismo devorador en general y, en particular, al existente en el "mundo del rock and roll", que detrás de sus múltiples "luces" esconde una sórdida realidad, tomada por las drogas y la mercantilización de absolutamente todo -como el sexo, el arte e, incluso, a las "estrellas", en este caso, a Pink. El asfixiante viaje del protagonista a su carcomido interior lo descomponen y pudren -metafórica y/o literalmente- y lo llevan a la cúspide de la enajenación: para sacar de alguna forma toda esa basura contenida se transforma en líder absoluto de un culto fascista-nacionalista, que alaba a la "raza elegida" y persigue a negros, judíos y diferentes. Pero esto no hará más que acelerar el fin.
A esta altura del film ya han pasado grandes escenas animadas, como la que da cuenta del horror bélico con "Goodbye blue sky" tomando los oídos del espectador o la de los martillos marchando -símbolos del grupo fascista- en compañía de "Waitin for the worms". A Pink le llegó la hora del "juicio": en una secuencia animada pesadillesca, el estado como fiscal y su maestro, su madre y su esposa como testigos -todos mostrados con formas monstruosas- dan testimonios en su contra. El juez da el peor veredicto que puede haber para el protagonista: obliga a "destruir" el muro, para exponerlo al mundo. El muro -"real", ya no animado- es derribado. La escena final puede entenderse como esperanzadora o todo lo contrario: pequeños niños sucios se deshacen del combustible que hay dentro de una molotov y juntan ladrillos -del muro derrumbado, de las casas de una ciudad al final de una guerra? "The Wall" no dará respiro ni siquiera a su término.
40 años después, el nivel de descomposición del capitalismo ha llegado a extremos históricos. El mundo se encuentra atravesado por una guerra imperialista, esta vez comandada por Estados Unidos. La alineación es moneda corriente y está completamente naturalizada por el sistema. Nos toca, como tarea histórica, derribar al capitalismo, para poder derrumbar todos los muros que nos dividen y así poder construir un mañana superador, es decir, un mañana socialista.