Solidaridad con los escritores nicaragüenses

Escribe Eugenia Cabral

Instituciones literarias que son declaradas “ilegales” por Ortega.

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El Parlamento de Nicaragua, que responde al presidente Daniel Ortega, la semana pasada ilegalizó -cancelando las personerías jurídicas- al Centro Nicaragüense de Escritores (CNE) y la Academia Nicaragüense de la Lengua (ANL), que tenía casi 94 años de existencia. El argumento para ilegalizarlas - “…de violar la ley general de regulación y control de organismos sin fines de lucro por no reportar sus informes financieros y explicar el origen de los recursos que recibían del exterior” (EFE, Managua, 16/6), también se aplicó a diversas ONG. Si en el caso de las ONG pudieran existir dudas, en cuanto al CNE, la ANL, o el Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua, son inaplicables debido al tipo de actividad que desarrollan, además de su bien ganado prestigio literario y político.

El Centro Nicaragüense de Escritores, fundado por el gran poeta Ernesto Cardenal en 1990, posee una editorial que publica títulos de poesía, cuentos, novelas y teatro; edita la revista literaria "El hilo azul"; promueve un premio nacional de poesía y trabaja en la defensa y protección de derechos de autor de sus miembros, así como de lograr una Ley de Protección de los Escritores en su vejez. El Festival Internacional de Poesía de Granada, desde 2005 a 2018, reunió a más de 1.500 poetas de 120 países y era considerado uno de los más importantes de América Latina.

De la revolución nicaragüense a la dictadura de Ortega

Nicaragua es uno de los países latinoamericanos donde los grandes escritores tienen la tradición de ser partícipes activos de las luchas sociales y políticas. De la Revolución Sandinista de 1979, que derroca al dictador Anastasio Somoza, participan efectivamente Cardenal (pese a que era sacerdote católico), Ramírez y Gioconda Belli, sólo por nombrar los más famosos. Cardenal venía militando contra el somocismo desde los años 50 y después se ligó a la Revolución Cubana. Los tres ocuparon altos cargos en el gobierno del Frente Sandinista de Liberación (1979-1990). El problema vino cuando ellos, viendo el inocultable corrimiento a la derecha y al imperialismo por parte de Daniel Ortega, que se agudizó en su segundo periodo de gobierno -desde 2007 hasta el presente, pero en medio de denuncias de autoritarismo y fraude electoral-, expresaron abierta y públicamente sus disidencias. Cardenal, por ejemplo, fue inclaudicable y sus críticas siempre salieron desde la izquierda contra el régimen sandinista, desnudándolo en sus posturas reaccionarias.

En diciembre de 2018, estallaron masivas protestas que dejaron 355 muertos y Ortega las calificó como intento de golpe de Estado, para derrocarlo con el apoyo de Washington.

Basta de censura a los escritores y a los artistas

Así como el asesinato de líderes y lideresas sociales, la censura y persecución a periodistas, escritores y artistas se incrementa día a día, en Latinoamérica y en el mundo. El caso de Julián Assange es paradigmático. En el cuadro de la crisis capitalista mundial que prolifera -como proliferó el Coronavirus- y de la guerra entre Rusia y Ucrania instigada por la OTAN -que esparce una pandemia de hambre y miseria en el mundo-, a la libertad de expresión tendremos que defenderla constantemente. A la criminalización de la protesta social, a la represión contra los reclamos obreros y populares, que el capitalismo no está dispuesto a satisfacer, le seguirá correspondiendo la censura cultural bajo diversas formas a los artistas y escritores.

¡Manifestemos nuestra solidaridad con los escritores nicaragüenses!

¡Que el parlamento nicaragüense devuelva la legalidad al Centro Nacional de Escritores, a la Academia Nacional de la Lengua y al Festival Internacional de Poesía!

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