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La gran ola de huelgas que se desarrolló a lo largo y ancho de EE. UU. durante la fase más aguda de la pandemia hoy encuentra su continuidad en diversos sectores de trabajadores, que siguen imponiendo paros por reivindicaciones centrales, especialmente las salariales.
Recientemente, la mayoría de 90.000 trabajadores ferroviarios votó a favor de realizar una huelga general por aumentos salariales, hastiados de los recortes de sueldos y de haber sido explotados como "trabajadores esenciales" durante la pandemia. El presidente Biden, las direcciones burocráticas sindicales y el establishment político llevaron a cabo una enorme operación para desbaratar la medida de fuerza, que incluyó a grandes medios de comunicación, como el New York Times, que fue un activo factor de ´desinformación´ durante las negociaciones entre gobierno, gremios y patronales. Los trabajadores no han dado su última palabra, ya que no votaron por la aprobación o no de un nuevo contrato colectivo de trabajo miserable, negociado por la burocracia sindical. Por otra parte, justamente la redacción del NYT fue testigo de un cese de actividades de 1.300 trabajadores que se negaron a realizar sus tareas por fuera de sus casas, en un conflicto de larga data que es muy probable que escale a un paro que sería noticia mundial.
La lista de paros sigue: 1.000 trabajadores aeroportuarios del Aeropuerto Internacional de San Francisco; docentes -6.000 en Seattle, también en Ohio y Washington-; empleados públicos de Mississippi y Alabama; trabajadores aeroespaciales de Indiana, del cine, del Museo de Arte de Filadelfia, etcétera. El sector de la salud es el más dinámico en cuanto a huelgas, siendo el más importante el que realizaron 15.000 enfermeros en Minnesota, pero también en otras partes del país –San José y Fresno, California; Connecticut; triunfo de la sindicalización de 800 enfermeros en Texas, etcétera-.
El elemento distintivo de este proceso es que la iniciativa parte de las bases, que les han impuesto a las burocracias de los sindicatos -en su gran mayoría cooptadas por el Partido Demócrata- las medidas de fuerza.
La clase obrera de EE. UU. está siendo golpeada por una inflación galopante de más del 10% -la más alta desde 1982-, que se combinará ahora con las tendencias recesivas determinadas por el aumento de las tasas de interés que anunció la Reserva Federal. Mientras tanto, a los poderes ejecutivo y legislativo no les tiembla la mano al aprobar partidas presupuestarias astronómicas para sostener la guerra imperialista contra Rusia y su avance hacia China –sólo en septiembre enviaron 11.700 millones de dólares para "asistir" a Ucrania y 1.100 millones de dólares para armamento a Taiwán-.
El ascenso de lucha de los trabajadores de Estados Unidos ha sido acicateado por la crisis de la pandemia, primero, y los efectos de la guerra.