Gal Costa, aquella fuerza extraña

Escribe Rita Marchesini

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Un vinilo del año 1967 -“Domingo”- muestra en su tapa a dos cantantes de Bahia, Brasil, sentados en la vereda de su pueblo natal. Uno es el compositor debutante Caetano Veloso; la otra es su amiga y cantante Gal Costa. El disco, con arreglos delicados e intimistas, sigue el hilo musical de la bossa nova, el estilo que había ganado los palcos brasileños y mundiales desde mediados de los años 50. En la voz de Gal, se puede escuchar uno de los temas más célebres de su compañero Caetano: “Mi corazón no se cansa de tener esperanzas de un día tener lo que quiera”. Ese corazón vagabundo, el de Gal Costa, iba a poner fin a su marcha 55 años después, en un hospital paulista. En el interín, la historia y la vida de Brasil tuvieron en Gal a una portavoz extraordinaria. En un podio imaginario, Gal Costa sólo podría rivalizar con la malograda gaúcha Elis Regina, de un lado, y con su amiga y coterránea María Bethania, del otro.

Ese primer disco de Gal había recogido los aires de la bossa nova, el ritmo sofisticado que había renovado el interés por la música de Brasil en los Estados Unidos. La conjunción del samba con el cool jazz recreaba el ambiente del Brasil de las ilusiones desarrollistas, a comienzos de los años 60. De la mano del presidente Kubitschek, la penetración del capital extranjero se conjugaba con la cooptación de la intelectualidad progresista. Un arquitecto comunista, Oscar Niemeyer, tomaba en sus manos la construcción de Brasilia, la nueva capital.

Pero la generación de Gal Costa, Caetano Veloso y otros llegaría a los palcos en otro contexto – el del derrumbe de las ilusiones reformistas y el advenimiento de la dictadura militar de 1964. La resistencia a la dictadura militar alimentó a un intenso movimiento de resistencia cultural arraigado en la juventud estudiantil. En el sur, la guitarra comprometida sería empuñada por Chico Buarque, Edu Lobo, Marcos Valle y Geraldo Vandré, entre otros. Fue en ese contexto que Caetano, Gal Costa, Gilberto Gil y María Bethania bajaron desde el Nordeste al centro del país: la impronta rockera y transgresora de estos baianos se conectó enseguida con los recitales y acciones antidictatoriales. En el plano cultural, esos músicos nordestinos tomaron alguna distancia de la impronta musical amable y fría que se escuchaba en la zona sur de Río de Janeiro. En cambio, el “Tropicalismo” -asi le llamaron a su movimiento musical- recogía herencias musicales del interior de Brasil y las fundía con el rock. Muy pronto, Caetano y Gilberto Gil pagarían estas tentativas revulsivas con el exilio.

Gal Costa acompañó los vaivenes políticos de sus compañeros en un segundo plano. Era una intérprete, pero no compositora ni letrista. Con una voz cristalina y llena de matices, recorrió todas las carreteras musicales de su país; a veces, sólo con una guitarra. Otras, con el acompañamiento festivo de los sambas y frevos. Muchas más, con extraordinarios conjuntos de rock, como el que dirigió el músico Jards Macalé. Una de las mayores expresiones de esta versatilidad es el inolvidable recital “Vapor Barato”, luego reunido en dos vinilos. Uno de ellos, intimista y con acompañamiento acústico; el otro, con un sonoro telón de rock, y con una fuerza en la voz que haría empalidecer a Janis Joplin.

El profesionalismo de Gal la llevó también a compromisos más comerciales y refinados, como los que protagonizó con el padre de la música brasileña moderna, Tom Jobim, en los palcos de Estados Unidos. Cuando evocaba a los años 60, sin embargo, su corazón estaba con el gran Joao Gilberto, cuya debilidad por la voz de Gal era conocida.

El oído excepcional de Gal también se apoyó sobre el sur del continente: una grabación memorable -que puede encontrarse en You Tube- la muestra en un palco brasileño acompañando a Mercedes Sosa en la interpretación de “Gracias a la Vida”, el tema de Violeta Parra, junto a otros tres gigantes de su país: Milton Nascimiento, Chico Buarque y el infaltable Caetano. En sus visitas a Buenos Aires, Gal Costa aprovechaba las tardes para recorrer las librerías de la calle Corrientes y comprar libros en español.

Absorbida por una vida musical intensa, Gal estuvo relativamente apartada de los avatares políticos de sus compañeros de ruta. Gilberto Gil fue ministro de cultura de Brasil bajo el gobierno de Lula. Más tarde, Caetano se distanció del PT bajo el peso del lavajato y los escándalos de corrupción que envolvieron a la administración petista. Pero el bolsonarismo volvió a involucrar a los principales músicos de Brasil en un activismo de oposición al fascismo. En una entrevista concedida a la “Folha de San Pablo”, en 2021, Gal se pronuncia por “Fuera Bolsonaro” y se ubica como una persona “más de izquierda” en el espectro político.

La vieja generación de la música brasileña cargó con el peso del derrumbe petista y su conversión en una agencia de la burguesía contratista del país, y en un plano más general, con la declinación de la revolución cubana y de la izquierda staliniana. Es “el viejo navío cargado de ideales, que se fueron escurriendo entre las manos”, según reza un tema de Chico Buarque. Pero la música de todos ellos, en su vitalidad armónica y poética, traduce la energía extraordinaria del Brasil ´de abajo´, expresada en décadas de luchas, movilizaciones, huelgas obreras, victorias y derrotas.

En un video difundido en estas horas, se aprecia uno de los últimos encuentros de Gal con Caetano Veloso, en 2021. La cantante interpreta el conocido tema “Fuerza Extraña”, de su amigo bahiano. Ambos se quiebran de emoción, hasta interrumpir el canto. Fue un presagio de lo que ocurriría un año después. La “fuerza extraña” del canto de Gal seguirá merodeando por el aire y por las redes, y siempre será la voz de lo más profundo y plebeyo de Brasil.

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