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Con la recuperación por parte de las fuerzas ucranianas de la ciudad y ribera occidental de Jersón se cierra otra fase de la guerra. Entre el agotamiento de las fuerzas, propio de los combates, y el empeoramiento del clima y las condiciones del suelo, resulta prácticamente imposible proseguir ofensivas terrestres a gran escala. Resta esperar que el descenso de las temperaturas invernales congelen el barro y que lleguen fuerzas frescas al frente antes de que cualquiera de los dos bandos pueda retomar la iniciativa.
El frente de Limán-Kupyansk-Svatove, en términos de control territorial, permanece exactamente igual que como se encontraba a principios de septiembre pasado. Todos los días los ucranianos hacen repetidos intentos de atravesar la línea de Svatove sin éxito. En Donetsk, más específicamente en la línea de conglomerados urbanos fortificados que se extienden desde Bajmut hasta Vugledar los rusos siguen progresando en medio de combates muy cerrados, a veces tomando semanas para avanzar unas pocas cuadras en cada asentamiento. En Zaporizyia, la tan anunciada ofensiva ucraniana hacia las costas del Mar de Azov, muy probablemente con la intención de recuperar la ciudad de Melitopol, aún no ha conseguido materializarse. Por último y más significativo, en Jersón los ucranianos después de dos grandes oleadas de ofensivas desde agosto, han logrado forzar a los rusos a abandonar la ribera occidental del río Dnieper, no habiendo derrotado en combate directo a las fuerzas allí apostadas sino mediante el ataque sistemático a los únicos dos cruces sobre ese río que los rusos usaban para abastecer a sus fuerzas y a la población civil. La disminución en la capacidad logística y el peligro potencial de un corte total forzó al comando ruso a evitar ese escenario. El costo de la victoria en Jersón es altísimo para los ucranianos en términos de bajas y material perdido, los rusos lograron una retirada ordenada con sus fuerzas relativamente intactas. Es prácticamente imposible que los ucranianos logren proseguir su ofensiva cruzando el río (los rusos dinamitaron los únicos dos puentes). En los últimos días intentaron pequeñas acciones de comandos sin buenos resultados.
A nivel estratégico, los rusos prosiguen su campaña sistemática de destrucción de la infraestructura de energía ucraniana. Grandes ciudades como Kiev, Járkov u Odessa tienen que limitar las horas del servicio eléctrico a la mitad o menos de la jornada diaria. La recuperada Jersón directamente no tiene servicios de electricidad ni agua. En las puertas del invierno, esta situación puede llevar a un desplazamiento de grandes masas de la población y una nueva crisis de refugiados en Europa.
De acuerdo a un reciente informe de la Royal United Services Institute [1], la campaña de bombardeos rusa está llevando a Ucrania a una crisis de defensa aérea. Sucede que la gran mayoría de los sistemas antiaéreos ucranianos (y como en el caso del S-300, los más capaces) son de origen soviético y tras 9 meses de uso intensivo sus stocks de misiles están bajando de manera alarmante. Estos stocks no pueden reemplazarse porque Rusia destruyó las plantas ucranianas dedicadas a ello y tampoco hay producción en ningún país aliado. En contraste, Ucrania ha estado recibiendo pequeñas cantidades de sistemas occidentales (tanto más viejos como menos capaces) que de ninguna manera están cerca de reemplazar a los que ya tiene en servicio. Incluso las promesas de sistemas modernos incluyen sets que ni siquiera han sido producidos. Entonces Ucrania está enfrentando una crisis de doble cuello de botella que es posible que conduzca a una reducción significativa de sus capacidades de defensa aérea, que los rusos ciertamente explotarán. Por otro lado, a la luz del volumen reciente de bombardeos los stocks de los misiles rusos siguen lejos de acabarse (New York Times, 18/11). Si bien la situación de los sistemas de defensa aérea es la más apremiante, en la OTAN están saltando las alarmas por el agotamiento de sus stocks de todo tipo de armas y municiones que son transferidos a Ucrania (Foreign Policy, 16/11).
La situación actual en la medida que bloquea grandes acciones ofensivas es por otro lado oportuna para las febriles negociaciones que suceden detrás de escena. Efectivamente, hace pocas semanas el Kommersant reportó acerca de reuniones entre delegaciones norteamericanas y rusas, encabezadas por el director de la CIA, William Burns y su análogo ruso, Sergey Naryshkin, en la capital de Turquía. Esta reunión fue solicitada por EEUU (Tass 14/11). Este episodio fue precedido unas semanas antes por un amague ruso de abandonar el acuerdo que permite a Ucrania exportar grano desde el puerto de Odessa. Al poco tiempo la propia UE comenzó a permitir la circulación de fertilizante ruso desde los puertos de la Unión hacia países terceros (Military News 15/11).
Por parte de los rusos, las negociaciones sirven en primer lugar para hacer tiempo hasta que completen la preparación del ejército de reservistas movilizado y lograr un aumento considerable en su capacidad de producción militar. Es posible que la intención del mando ruso sea sincronizar la industria y la movilización de los reservistas con los plazos climatológicos para tener todo listo al mismo tiempo que las condiciones del suelo permitan una nueva ofensiva en el punto más frío del invierno o en la próxima primavera.
Del lado norteamericano se hace patente una división en el establishment cuya línea de fractura también corre por dentro de la administración Biden. En boca del Gral. Millei, Jefe del Estado Mayor Conjunto del Pentágono, el mando militar estima que los ucranianos ya han conseguido todo lo que podían ganar en términos militares, teniendo ahora mejores condiciones que hace unos meses para encarar negociaciones con los rusos (New York Times, 10/11). En la misma sintonía, Jake Sullivan le demandó a Zelensky mostrarse en público dispuesto a volver a la mesa con los rusos (Washington Post, 5/11). Por otro lado, esta perspectiva no es compartida por la burocracia del Departamento de Estado que insiste en redoblar los esfuerzos para lograr una victoria militar en Ucrania que eventualmente lleve a un cambio de régimen en Rusia. Irónicamente nos encontramos ante una situación en la que los militares están pujando por una solución diplomática y el personal civil está militando una solución militar (CNN, 11/11).
Las respuestas desde Kiev no tardaron en llegar. El Jefe de Estado Mayor de Ucrania, Valeriy Zaluzhny salió a contestar a su contraparte estadounidense que los militares ucranianos no aceptarán ningún tipo de acuerdo o soluciones de compromiso con los rusos (Odessa Journal, 14/11) mientras que Zelensky ha declarado, fiel a su estilo, que Ucrania está abierta a negociaciones pero no con Putin en el poder y no hasta que los rusos se retiren de todos los territorios ucranianos incluido Crimea. La Casa Blanca intentó calmar los ánimos renovando las promesas a Kiev de apoyo hasta las últimas consecuencias (Politico, 14/11).
Con la oportunidad de una salida diplomática descartada por todos los bandos, lo único que queda durante y a continuación del crudo invierno solamente puede ser un recrudecimiento aún más brutal de la guerra misma.