El morenismo y la dictadura

Escribe Jacyn

A propósito de un intercambio en “Altamira Responde”.

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La respuesta a un participante en “Altamira Responde” ha generado “malestar” entre algunos de los seguidores del morenismo. Está referida a la caracterización del PST, la corriente dirigida por Nahuel Moreno, sobre la dictadura militar de Videla y Massera. La historia es conocida y Altamira no hace más que recordarla. ¿De qué se trata? De que el morenismo la calificó como una “dictablanda”, que debía ser distinguida de las de Pinochet en Chile y Bordaberry en Uruguay. Quienes se sintieron aludidos hicieron circular por Twitter el manojo de periódicos de Avanzada Socialista, el periódico del PST, entre 1972 y marzo de 1976.

Como explica Altamira, el planteo formaba parte de una caracterización de conjunto. A saber: que el golpe de 1976 sería, como había ocurrido en el pasado, un interregno hacia una nueva convocatoria electoral. Isabelita había nombrado a un general del ala “liberal” al frente del Ejército -Jorge Rafael Videla- para reemplazar al general Numa Laplane, vinculado con la camarilla de José López Rega. A partir de aquí, el PST preveía una onda “democratizante”, institucionalizadora, lo mismo que los Montoneros, que legalizaron un Partido Auténtico, para participar en las elecciones que debían tener lugar en 1977, pero que la misma Isabel había adelantado para 1976. Para la corriente de Moreno, “la destitución del peronismo fue un hecho que los militares cumplieron a su manera (sic), después que la marea popular no alcanzó a hacerlo por la defección de sus dirigentes” (Cambio N°1, primera quincena de mayo de 1976). De este modo, Videla habría desplegado un operativo de sustitución de las masas en la concreción de un derrocamiento inevitable del gobierno de Isabel Perón.

Nuestra corriente, Política Obrera, señaló que el desenlace de la huelga general de junio-julio de 1975, en rechazo al “rodrigazo”, daría paso a un golpe militar. La huelga había demostrado, por un lado, la incapacidad de gobierno del peronismo y, por el otro, la inmadurez política relativa del movimiento huelguístico para crear una alternativa de poder. Las Coordinadoras que habían impulsado y dirigido la huelga general comenzaron a disolverse. El golpe tendría características pinochetistas, para aplastar con métodos contrarrevolucionarios lo que había sido visto como una amenaza revolucionaria potencial. Para Moreno, en cambio, la represión de los militares sería dirigida contra la guerrilla, que ya se encontraba disminuida política y organizativamente. Lo demostró enseguida la terrible derrota del ERP en la tentativa de tomar los cuarteles de Monte Chingolo. Las primeras víctimas de los grupos de tareas del ejército, ahora dueños del poder, fueron activistas y delegados obreros, y comisiones internas enteras. El PST, sin embargo, no dejaría pasar oportunidad de condenar los atentados foquistas. Regularmente, su publicación hacía llegar “condolencias” a los familiares de los militares abatidos por la guerrilla. Enseguida después del golpe, el periódico (Avanzada Socialista) ilegalizado por la dictadura fue reemplazado por una publicación legal, primero llamada Cambio y luego, a partir del segundo número, La Yesca.

Parte de los materiales que documentan este derrotero, es decir, los primeros números de Cambio-La Yesca, publicados en el crítico período que va de mayo a julio de 1976, se encuentran disponibles en el sitio del CEIP León Trotsky, el centro de estudios que anima el PTS.

“Gobiernos militares”

La caracterización del gobierno de Videla como una “dictablanda” es una de las definiciones centrales del primer número de Cambio, el único publicado con ese nombre, en la primera quincena de mayo de 1976. Bajo el apartado “Gobiernos militares”, destacado, se lee lo siguiente:

“Los gobiernos de Chile y Uruguay siguen fielmente el modelo marcado por la dictadura militar brasileña, basado en una estrecha relación con el imperialismo norteamericano y una dura represión en el campo interno.”

“Contrasta con este modelo el gobierno militar de Perú, que sigue una política nacionalista respecto de Estados Unidos y practica reformas económicas y sociales de corte populista.”

“La experiencia argentina, como la de otros países latinoamericanos con gobiernos militares, no se ajusta exactamente a ninguno de estos dos modelos. El gobierno de Onganía, intimamente ligado a los capitales originarios del Norte, nunca alcanzó los niveles de represión de Brasil, Chile o Uruguay. El gobierno actual, a juzgar por sus declaraciones hasta el momento, tampoco se inclina (sic) por la política de 'sangre y fuego' que preconizan los regímenes más duros del continente.”

En el editorial del primer número de La Yesca, luego de explicar el cambio de nombre por razones de patentes, se informa a los lectores sobre la continuidad de la publicación, en los siguientes términos: “LA YESCA va a seguir ejercitando su derecho a la libertad. Su permanencia será una prueba de que la brecha democrática se amplíe y que la libertad, esa libertad que le hizo decir al general Videla que no aspira a una prensa complaciente, se fortalezca.” Altamira no tenía a mano esta cita para ilustrar a su interlocutor en el programa “Responde”.

En el mismo número, leemos: “en líneas generales, se ha respetado a los delegados obreros”, aunque “algunas detenciones, algunos despidos, ciertas amenazas y la persistencia de un terrorismo de ultraderecha, cuya autoría sigue sin establecerse (sic), dejan en pie la posibilidad de una persecución generalizada contra el activismo obrero”. Más adelante, en junio de 1976, la posición del PST no deja sombra de dudas: “LA YESCA considera (…) que existe y actúa una ultraderecha criminal (…) Y el gobierno argentino tiene la responsabilidad de investigarla, desnudarla y combatirla.” Altamira tampoco tenía ésta. La respuesta conceptual de Altamira a su interlocutor ha levantado una polvareda que, con estas citas, avergüenza a sus detractores.

La publicación de Moreno lamentaba que la ilegalización del PST (como también a Política Obrera, el PRT y Montoneros) “contrasta fuertemente” con “el hecho de que en reiteradas declaraciones -del general Menéndez, del comandante Massera y del presidente Videla, entre otros- se haya ratificado el objetivo democrático” [del gobierno militar]. En el mismo apartado se califica como “un atenuante” y “un contrapeso” la parte de la ley que afirma que “la actividad político-partidaria debe ser anunciada con anterioridad”. El PST se quejaría, finalmente, por “la prohibición de partidos que nada tienen que ver con la guerrilla” (La Yesca N°1). Era un reclamo de legalidad bajo la dictadura de los grupos de tareas responsables de los 30.000 desaparecidos.

´Inclinaciones´, ´brechas´, ´objetivos democráticos´, ´atenuantes´: así caracterizaba a la dictadura genocida el grupo morenista, transcurridos varios meses después del golpe. En 1982, el mismo agrupamiento reclamaría que la autoamnistía que había establecido el último gobierno militar fuera extendida a todos los presos políticos.

Revista Cambio

Ver video de Altamira Responde: “¿Es cierto que Nahuel Moreno expresó que lo de Videla era una dictablanda?”

“Repudio a la guerrilla”

La publicación del PST reclamaba que se dieran a conocer los nombres de los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional -no así su libertad- en los siguientes términos:

“Se sabe que una cantidad no precisada de ciudadanos han sido detenidos (sic) con posterioridad al movimiento militar (sic) de marzo. De algunos los nombres se conocen (…) De otros, en cambio, que son dirigentes obreros y políticos que nada tienen que ver ni con la subversión (sic) ni con la corrupción, no se sabe a ciencia cierta ni su cantidad (…).” (Cambio N°1)

Esta distinción entre los detenidos con quienes “nada tienen que ver ni con la subversión ni con la corrupción” sería subrayada en aquel primer número de Cambio: “En las antípodas de toda corriente de opinión que luche por lograr una auténtica reorganización democrática del movimiento obrero se colocan, ahora y antes, los grupos guerrilleros cuyos crímenes políticos no hacen más que confundir y dar pretexto a la represión de los trabajadores, que nada tienen que ver con ellos.”

“Nuestra repugnancia ante las bandas asesinas de ultraderecha, que aún hoy persisten en su acción, no puede hacernos callar todo el mal que han hecho y hacen los guerrilleros a la causa de los trabajadores.”

Como se ve, el PST no sólo pretendía insertarse en la ´brecha democrática´ que atribuía al régimen de Videla: en la cita hay un puente ideológico con la misma dictadura. La lucha política contra el foquismo debe hacerse dentro de la clase obrera, como lo hizo en forma implacable Política Obrera, no concediendo a la justificación de la represión por parte de la dictadura.

Poco después, frente al atentado explosivo contra la Superintendencia de la Policía Federal, el PST ´aportaba´ su análisis, que podría resumirse en la siguiente frase: “¿Qué móvil político animó a los autores? Es indudable, a juzgar por la orientación de la guerrilla, que uno de sus objetivos es lograr más represión. Lograr que el gobierno actual se convierta en una dictadura total, sin concesiones, tal como desde el campo opuesto pueden quererlo los pinochetistas o bordaberristas argentinos.” (La Yesca N°3, primera quincena de julio de 1976).

Todavía en julio de 1976, para el PST no se había instalado en el país una “dictadura total” y los “pinochetistas y bordaberristas argentinos” no se encontraban en el poder.

Revista Cambio

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