Escribe Jorge Altamira
Vaciamiento del Ejecutivo, el gobierno del ministerio de Economía.
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El anuncio de que el gobierno re-compraría deuda pública en dólares ha provocado mucho ruido. Sergio Massa, que no es economista, vuelve a aparecer ante la opinión pública, luego de los dólares soja y lograr que las importaciones se financien a seis meses de plazo, como un hábil operador financiero. Sin adiestramiento en el arte de la magia, saca sin embargo conejos de la galera. A una parte de la industria le prometió dólares en efectivo para importar, a cambio de una dudosa adhesión al sistema de “precios justos”, que cubren el 7% de los productos en las góndolas. Enganchó a la burocracia de la CGT para poner un tope del 60%, en dos cuotas semestrales, a los aumentos de salarios en paritarias. Con reservas en divisas que sólo alcanzan para un mes de importaciones, se largó con la iniciativa de gastar mil millones de dólares para comprar deuda de Argentina. El propósito, dice, es aumentar la cotización de la que fue emitida en dólares, para bajar la prima de riesgo del crédito internacional del país, que es 18 veces superior al de la tasa de interés a diez años de un bono del Tesoro norteamericano.
La medida, inusitada para un país sin reservas internacionales, es una respuesta dudosamente hábil para una situación de pánico. Los dólares paralelos habían comenzado a crecer a una velocidad que no se conocía desde la semana previa a la corrida cambiaria que se llevó puesto al ex ministro Martín Guzmán. "El ‘blue’ iba cómodo al nivel de 400 pesos por dólar. En los dólares MEP y CCL, que se consiguen comprando con pesos bonos de la deuda o acciones, para luego venderlos contra dólares (que se reciben en el país o en el exterior) comenzaba a ocurrir lo mismo.". La recompra de deuda argentina en dólares emergió como un intento para detener esta nueva corrida, rascando la olla del Banco Central. La operación tiene el propósito de aumentar la cotización de la deuda en dólares, que en el último tiempo había pasado de 15 centavos a 30 centavos de dólar. El encarecimiento de estos bonos y de las acciones de empresas argentinas en el exterior deberían detener la corrida cambiaria: se necesitan más pesos para sacar dólares del país, mediante su compra en el MEP o en el CCL. Hace varias semanas que el Estado compra títulos del país en dólares, a través de Anses o mediante el uso de depósitos bancarios de provincias y municipios. Ahora la operación se hace pública, con recursos del Tesoro y del Banco Central. Es una operación peligrosa porque se recurre incluso a dinero privado en los bancos, que figuran como encajes. El Banco Central pondrá títulos de la deuda en dólares en lugar del efectivo que arrebata. De aquí en más necesitará que la cotización de esos títulos siga subiendo, porque de lo contrario arriesga una corrida bancaria. Hemos escrito desde estas páginas que el gobieno nacional y popular ha tetanizado las finanzas públicas, al llenar las arcas con sus propios títulos. Lo que la jerga cristinista llama “desendeudamiento”. El dinero de los contribuyentes, que financia a Anses y a provincias, y el dinero que emite el Banco Central, se convierte en acumulación de títulos (y en menor medida acciones) de baja cotización de mercado y de calificación negativa por parte de fondos, compañías de seguros y bancos.
El conejo que saca ahora a relucir Massa se ve transitoriamente favorecido por un cambio momentaneo de tendencia a nivel internacional, que se manifiesta en la compra de deuda de los llamados países emergentes. En Argentina, hay un trasvasamiento de títulos de deuda en pesos a títulos en dólares; es una ‘fuga’ entre dos modalidades internas de endeudamiento. Los observadores ya advierten, sin embargo, que a 30 centavos de dólar, la deuda de Argentina se encuentra sobrevalorizada. Es interesante advertir que así como suben las acciones de YPF, por la suba del precio internacional del petróleo, o las eléctricas, debido al tarifazo, también lo hacen los bancos, con beneficios en retroceso, y transportistas por el mismo motivo. O sea que hay una onda de valorización ficticia. Lo que Massa cree que va a subir, probablemente baje. El FMI ha ayudado a la tendencia a la suba socorriendo a algunos de esos países. En Estados Unidos se descuenta que la tasa de interés de la Reserva Federal dejará de subir, y que los especuladores buscarán mayores rendimientos en los emergentes. Todo esto, en el marco de una guerra internacional, no pasa de ‘flashes’. También ‘ayuda’ que China haya liberado el uso de yuanes, por parte de Argentina, para pagar importaciones desde ese país. Pero la deuda mundial es enorme –los estados extranjeros, en especial los ‘emergentes’, adeudan a EEUU 12 billones de dólares. Después de cacarear que el ‘blue’ es un mercado irrelevante, al que concurren cuentapropistas, gerentes de empresas o turistas, Massa ha tenido que despojar al Tesoro y al Banco Central para frenarlo por el verano.
Para detener la corrida en los mercados paralelos, Massa también ha subido la tasa de interés, un recurso para que el dinero quede en el país. Ha señalado su propósito de reducir la “brecha cambiaria”, entre el paralelo y el oficial, que es, en la actualidad, del ciento por ciento. Lo que le queda ahora es entonces subir el dólar oficial –lo contrario de lo que viene haciendo. Valorizar la deuda externa y subir las tasas de interés son dos medidas preparatorias de una devaluación del peso, en este caso en el mercado oficial. Se iría, de este modo, a un mercado de cambios único, como lo establece el acuerdo con el FMI. Todo esto sería proceder a “la gran Macri”, que devaluó a principios de 2016 y estableció un mercado único de cambios, sin contar con reservas en el Banco Central.
El recurso de subir el valor de la deuda externa para detener la devaluación del dólar paralelo tiene la característica del parche. Puede disminuir la demanda de títulos en el MEP o en CCL, como ya ha ocurrido en el pasado, por un tiempo. Si, por ejemplo, la inflación se empina, las exportaciones se reducen por la sequía o tiene lugar un hecho político inconveniente (la crisis con la Corte), la demanda en esos mercados se reanimará. Quizás sea incluso inmediata. El gobierno y el Estado argentino han perdido hace mucho el control de sus propias decisiones.
Esta aventura de los mil millones de dólares ha expuesto una realidad política nueva, pues las decisiones las toma un ministro de Economía, no la pareja Ejecutiva. Para algunos medios, este vaciamiento político puede incluso alentar una euforia especulativa, de parte de operadores que apuestan plata al cambio de gobierno. El traspaso del gobierno del país a Economía, a cargo de un ministro sin aparato ni votos propios, describe una transición política explosiva, porque además el dúo presidencial busca un choque de poderes con la Corte Suprema. CFK ha renunciado a ser candidata contra su propio gobierno y ha renunciado al recurso de la demagogia política contra su ministro de Economía, que se encarga de sacar conejos de la galera para postergar corridas cambiarias. Esto potencia la dependencia del gobierno de la burocracia de la CGT, que está encargada de evitar una huelga general. El hilo del equilibrio político no deja de adelgazar.
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