Haiti, al borde de la disolucion y la barbarie

Escribe Norberto Malaj

Se discute una nueva ocupación de ´paz´

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Cuando los 7.000 efectivos de la misión “de paz” de la ONU -llamada Minustah- se retiraron en 2017, tras 13 años de permanencia en el país, se dijo que Haití había sido ´normalizado´. En verdad, en ese largo período la fuerza ´pacificadora´ que integraron mayormente fuerzas armadas de Latinoamérica, bajo conducción de Brasil, fue acusada de todo tipo de delitos, desde violencia y abusos sexuales hasta la introducción del cólera (se comprobó que un contingente de tropas nepalesas fueron responsables: el cólera se cobró la vida de decenas de miles de haitianos en 2011-2012). En 2010 el país sufrió un huracán devastador que destruyó sus débiles infraestructuras básicas y provocó un tendal de casi 100.000 muertos. Sobre su final, la Minustah dejó instruido un cuerpo policial de 15.000 hombres. Desde entonces ese cuerpo se vio sistemáticamente desbordado frente al caos social imperante y la crónica inestabilidad política.

Desde 2004, cuando los yanquis provocaron el golpe de Estado que destituyó al nacionalista Arístide, Haití se desbarrancó en una crisis crónica. En 2004, los gobiernos latinoamericanos, con Lula y Kirchner a la cabeza, aceptaron integrar la Minustah en reemplazo de las tropas yanquis que habían invadido el país y que los yanquis necesitaban en Medio Oriente. Desde que la Minustah se retiró de Haití, el país se debatió en crisis recurrentes. El actual primer ministro Ariel Henry sustituyó a Jovenel Moise, asesinado dos años atrás en un golpe palaciego. Desde entonces Ariel Henry se ha perpetuado en el gobierno y viene reclamando una nueva fuerza armada internacional para hacer frente a su incapacidad de control del país. Desde hace meses zonas enteras de la isla están bajo dominio de pandillas armadas.

Antonio Guterres, secretario general de la ONU, reclamó a la diplomacia internacional, en septiembre pasado, "examinar urgentemente la solicitud del gobierno haitiano de desplegar sin demora una fuerza armada internacional especializada para enfrentar la crisis humanitaria". Entonces, la terminal petrolera de Varreux, la más importante de Haití, permanecía bloqueada por bandas criminales. Lo mismo ocurría con el principal puerto del país, lo cual paralizaba toda la isla. En la ONU no ha habido acuerdo y ahora se habla de una intervención armada de los países del NAFTA, EE. UU., México y Canada, bajo dirección de la última, sin el patrocinio de la ONU.

De Buenos Aires, Ariel Henry se llevó un apoyo a “los constantes esfuerzos del gobierno haitiano para ampliar aún más el consenso entre los actores políticos y la sociedad civil haitiana” y a su política, “con miras a hacer operativas las instituciones democráticas lo antes posible, tan pronto como el entorno de seguridad y los medios técnicos lo permitan”. En Puerto Príncipe, en cambio, lo recibió una movilización de efectivos policiales -once policías habían sido fulminados por bandas criminales- con una importante participación popular que, según los cables, procedió a ocupar el aeropuerto y varios edificios gubernamentales, impidiendo el aterrizaje del avión.

La situación desesperante de Haití es una expresión aguda del agravamiento de todas las condiciones de la opresión imperialista del subcontinente. Toda América Latina debe mirarse en el espejo haitiano.

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