El massismo-kirchnerismo asegura el “año electoral” con los banqueros

Escribe Marcelo Ramal

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Apenas se levantó de la mesa donde se negoció el canje de la deuda en pesos con banqueros y aseguradoras, las palabras de Sergio Massa ante la prensa no dejaron lugar a dudas: dijo que “el desafío es bajar el gasto público”. “A la inflación -agregó- se la combate con orden fiscal, acumulación de reservas y control del circulante”, usando el lenguaje más puro de los ajustadores. Esa es la garantía estratégica que Massa le ofreció a quienes aceptaron correr sus vencimientos de deuda para el 2024 y 2025, junto a las jugosas concesiones económicas de la operación. Los banqueros ajustarán sus acreencias de acuerdo a la inflación y, en menor medida, de la marcha del dólar. Además, Massa les aseguró que el “autónomo” Banco Central actuará como comprador forzoso de los bonos, en caso que éstos coticen por debajo de cierto valor.

Pero la promesa de orden fiscal y ajuste, en el marco de un acuerdo que afecta a los compromisos de deuda de los próximos años, es mucho más que una definición sobre la política actual: es la promesa de un candidato a los banqueros, en relación a un futuro gobierno propio. Así, la campaña electoral del “nacional y popular” Frente de Todos ha tenido su puntapié inicial, no en un estadio o una plaza, sino en la mesa que juntó al gobierno con la `crema´ del capital financiero. Es lo que anticipamos hace varios días atrás en estas páginas, al señalar que “los banqueros pondrán a los candidatos del kirchnerismo”.

En el reverso de este acuerdo pergeñado por el massismo -pero apoyado por todo el Frente de Todos- está el choque que protagonizaron estos mismos banqueros con el ala dura del PRO, en relación a la actitud que adoptaría un eventual gobierno encabezado por ese sector frente a la escalada de la deuda en pesos. Los bancos, a pesar de la apretada, no consiguieron arrancarle a Bullrich un compromiso de pago futuro. La candidata, de ese modo, puso de manifiesto que la megadevaluación del peso que tiene en carpeta sería acompañada de un “reperfilamiento” (default) de la deuda en pesos. Detrás de Bullrich-Macri, y de esta medida compulsiva, asoman los intereses de los fondos internacionales que cargan con los vencimientos de la deuda en dólares, y que reclaman ´prioridad´ en la fila de los acreedores del país. Es lo que anticipamos, también en estas páginas, hace algunas semanas atrás. En este cuadro, el acuerdo de este lunes podría ser mucho más que la consagración del candidato oficialista: para la gran burguesía, desde los agroexportadores hasta los acreedores de la deuda, Massa podría sería “el” candidato por todo concepto.

Unos y otros

Por eso, el acuerdo con los bancos le ha consumado un golpe severo a la línea de flotación del macrismo, agravando la fractura entre el ala ´trumpista´ y la que agrupa a Larreta con un sector del radicalismo. Lo ponen en evidencia las elecciones adelantadas en las provincias, donde JxC podría marchar dividido en Mendoza, Salta y Tucumán. El planteo massista de “despejar la transición” puede ser avalado en silencio por el larretismo, pero cargando la hipoteca de una crisis intestina y, eventualmente, de una ruptura. Por el contrario, el ´canje de deuda´ ha reunificado al Frente de Todos. Las tratativas con los banqueros han contado con el respaldo de Cristina, con un detalle significativo: en la letra ´no escrita´ -y de carácter político- del canje de deuda, los banqueros exigen un candidato oficialista que ofrezca garantías de un ajuste severo. No es la percepción que despiertan CFK o sus eventuales candidatos sustitutos. Así, la candidatura de Cristina se ha ganado el veto de los banqueros, pero como consecuencia de un acuerdo financiero bendecido por la propia Cristina. En otras palabras, CFK ha renunciado a luchar contra la proscripción que denuncian ella y sus partidarios. El destino político y judicial de Cristina no depende ya de “otro 17”, como insinuaran sus seguidores, sino de los avatares de una campaña electoral teleguiada por los acreedores de la deuda. La ´transición 2023´ repite, con variaciones grotescas, a la de 2019: Cristina y Massa vuelven a unir al ´panperonismo´, pero con la exclusión de Cristina como candidata. Como entonces, la campaña ´nacional y popular´ se pone en marcha con el compromiso de pagar la deuda: en 2019, la hipoteca que dejó Macri; en 2023, la que prohijaron los propios Fernández. En medio de la desintegración manifiesta de los dos bloques de la grieta, la burguesía no opera en el vacío y busca un eje de reagrupamiento. Opera sobre un verdadero polvorín social, y ansía la “estabilización económica” -devaluación, liberación de tarifas, megajuste- con la misma intensidad con que teme a la rebelión popular. En la acumulación de vencimientos de deuda -pesos y dólares- hacia 2024/2025, cifra la expectativa de los ingresos de dólares que proveerían el agronegocio, el gas y el litio. Pero es una apuesta arrojada a la incertidumbre de la crisis mundial, que podría hundir esas expectativas con una velocidad aún mayor a cómo se inflaron.

Consecuencias

Los diarios discuten en estas horas sobre el alcance o aceptación del ´canje´ que pondrá en marcha el gobierno en los próximos días. Por encima de esas especulaciones, lo que importa es la implicancia política del acuerdo: se ha consumado la fusión entre el gobierno de los Fernández-Massa y el capital financiero. El reciclaje leonino de la deuda acumulada en estos años, sumada a la hipoteca anterior, coloca por delante un ajuste todavía más brutal. Su horizonte no declarado es el de la reforma previsional y laboral, y también del sistema de salud. Mientras tanto, el supuesto “horizonte de estabilidad” alcanzado con parte de la deuda servirá para disimular la escalada inflacionaria, que sigue ´firme´ en el 6 % mensual y supera ya el 100 % anual. De cara a esta realidad, Massa y la burocracia sindical aceleran los acuerdos salariales que corren -mal y tarde- detrás de la inflación. Mucho antes de la inscripción de listas o de las elecciones PASO, el curso de los comicios ha sido delineado, no por la voluntad popular, sino por los acreedores de la deuda pública.

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