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El invierno en Ucrania está en sus últimos días. Estamos de nuevo en la temporada de barro, y cuando esta termine el suelo se endurecerá y las condiciones serán ideales para operaciones militares ofensivas a gran escala.
Como ya escribimos, la campaña de invierno daba la oportunidad a ambos bandos de mejorar su situación táctica en cada frente y preparar las condiciones para ofensivas mayores en la primavera. Durante el invierno los rusos aprovecharon para lanzar ofensivas localizadas en todos los frentes, con resultados variados. En donde las líneas ucranianas fueron cediendo, los rusos fueron explotando la situación.
En el frente de Zaporiyia ni los rusos ni los ucranianos lograron avanzar. Los rusos aprovecharon el invierno para reforzar un esquema de defensa en profundidad, construyendo múltiples líneas de trincheras y fortificaciones. Al igual que el año pasado, es en esta zona donde los rusos corren más peligro, ya que de tener éxito una ofensiva ucraniana en dirección norte-sur hacia las ciudades de Tokmak, Melitopol o Mariupol, lograrían cortar la conexión terrestre entre Rusia y Crimea. Kiev declaró repetidas veces que retomar Crimea es el objetivo militar máximo de la guerra (Asia Times, 4/3). Los rusos hicieron varios intentos fallidos de tomar la ciudad de Vuhledar, al este de la línea de Zaporiyia.
Hacia el norte en Lugansk, en la línea de Svatove los rusos revirtieron la situación que había hacia finales del año pasado. En ese entonces, los ucranianos estaban presionando a esta línea para tomar la ciudad con el mismo nombre y también Kremmina (donde termina la línea hacia el sur) y avanzar hacia Starobilsk, que es un nodo logístico clave de los rusos en la región de Lugansk y desde ahí rodear la ciudad capital. Ya en las últimas semanas del año pasado se podía ver que los ucranianos habían agotado su potencial ofensivo en este frente y los rusos contraatacaron. En estos días se acercan desde el noreste hacia Kupyansk y empujando a los ucranianos en dirección este-oeste cada vez más lejos de Svatove y Kremmina, preparando las condiciones para una nueva ofensiva en la ciudad de Liman, la cual tienen que tomar si esperan volver a atacar al conglomerado de Slavianks-Kramatorsk al otro lado (sur) del Río Donetsk. Sería la tercera batalla por Liman, que cambió de manos varias veces.
En las últimas semanas los rusos lograron un avance sorpresivo hacia la ciudad de Avdivka, que se encuentra a pocos kilómetros al noroeste de la ciudad de Donetsk. Esta ciudad es de las pocas fortalezas que los ucranianos conservan en la primera línea original del Donbass y desde allí de manera rutinaria han bombardeado a Donetsk. Los rusos estuvieron desde el principio de la guerra intentando tomar esta ciudad, pero sin éxito, dado el extenso trabajo de líneas defensivas, trincheras y búnkeres construidos por los ucranianos durante ocho años. La situación creada en torno a Bajmut obligó a los ucranianos a desplazar allí gran cantidad de sus fuerzas disponibles, dejando a Avdivka sin oportunidad de refuerzos. Los rusos vieron la oportunidad y desarrollaron una ruptura en las líneas ucranianas y ahora mismo rodean la ciudad desde el norte, este y sur, formando una suerte de medialuna a su alrededor y cortando sistemáticamente las rutas de aprovisionamiento de los defensores.
Sin lugar a dudas, la batalla por Bajmut se ha convertido con diferencia en la más grande en lo que va de la guerra. Desde la brecha que los rusos abrieron en la línea Bajmut-Sirversk con la toma de Soledar en enero, la situación en todo el frente ha estado empeorando progresivamente para los ucranianos, una suerte de colapso en cámara lenta. Ahora mismo los rusos rodean la ciudad desde el norte, este y sur. Las líneas rusas sobrepasan el perímetro de la ciudad hacia el noroeste y suroeste por varios kilómetros. En otras palabras, las únicas tres rutas que los ucranianos pueden usar para aprovisionar o retirar personal de Bajmut están en una suerte de pasillo hacia el oeste, hasta Chasiv Yar, de unos 4-5km de ancho. Si bien estas tres rutas no están físicamente cortadas por los rusos, se encuentran bajo ´control de fuego´, todo vehículo y personal desplazándose puede ser avistado y atacado con artillería. Al día de hoy los rusos, cuyas fuerzas en la región se componen principalmente de unidades de mercenarios del Wagner Group, han logrado apoderarse del 70 porciento de la ciudad en sí e intentan abrirse paso hacia el centro y oeste de la misma.
El nivel de destrucción y bajas que hay en Bajmut es pasmoso. Ya desde enero un oficial del ejército australiano, que sirve como asesor de comandantes ucranianos, pintaba un panorama infernal. Lo que el testimonio de este oficial confirmaba es que la relación de bajas entre rusos y ucranianos en y alrededor de Bajmut era completamente desproporcionada, sólo de manera excepcional los segundos lograban equilibrar un poco las cifras. La propia unidad a la que este oficial estaba asignado, la 24ta Brigada Mecanizada, había sufrido un 80 por ciento de bajas entre su personal, razón por la cual tuvo que ser rotada para reconstituirse. Si bien los números de soldados en ambos bandos en la región son comparables (alrededor de 80.000 ucranianos y 50.000-60.000 rusos), los rusos gozan de supremacía aérea y una ventaja aplastante de 10 a 1 en artillería y municiones (El País, 1/3). La tasa de bajas es tan grande que el mando ucraniano comenzó a enviar tropas con apenas dos semanas de entrenamiento a la ciudad (Kyiv Independent, 5/3) en un intento de preservar a las unidades con más entrenamiento y experiencia. Entre los soldados ucranianos circula la versión de que la expectativa de vida en las posiciones de combate es de unas escasas cuatro horas (Newsweek, 20/2).
Esta situación encendió las alarmas en el mando militar norteamericano: el desgaste de personal, equipo y municiones por mantener Bajmut es lo suficientemente importante como para poner en duda la capacidad de acumularlo en volúmenes necesarios para lanzar ofensivas importantes en la primavera (New York Times, 16/3). En otras palabras, los estadounidenses estuvieron emplazando a los ucranianos a ceder Bajmut en favor de ofensivas futuras. Como respuesta, los militares ucranianos primero argumentaron que aferrarse a Bajmut les permite agotar a los rusos mientras hacen tiempo necesario hasta la primavera. Desde entonces, Zelensky ha hecho múltiples reuniones públicas con el mando militar en las que se comprometieron no sólo a no retirarse de Bajmut sino también a realizar los esfuerzos necesarios para desbloquear la ciudad, lo cual demandará cuantiosas unidades y recursos. De acuerdo al Gral. Oleksander Sirskyi (comandante de la zona de Bajmut), perder la ciudad tendría consecuencias adversas en todo el Donbass, dado su lugar de relevancia en todo el esquema defensivo. No mucho antes Prigozhin, el CEO de Wagner, explicó que su objetivo estratégico para con la ciudad consistía precisamente en atraer, retener y desgastar la mayor cantidad posible de fuerzas ucranianas.
Independientemente de lo que suceda en Bajmut, los preparativos para una gran escalada en la primavera no cesan. La OTAN ha comprometido la transferencia de varios cientos de blindados y comprar colectivamente un millón de municiones de artillería para Ucrania que serán entregadas durante el año, aunque la cantidad total de tanques occidentales modernos no será tan importante como lo anunciada previamente con toda pompa (Ukrainska Pravda, 15/2). Lo esperable es que los ucranianos lancen una cantidad enorme de fuerzas en Zaporiyia al mismo tiempo que desarrollen ofensivas en otros frentes con el objetivo de impedir que los rusos transfieran fuerzas de un frente a otro. Hace pocos días, Gran Bretaña anunció que junto a los 14 tanques Challenger 2, transferirá también municiones para éstos compuestas de uranio empobrecido (New York Times, 22/3). El amplio uso de uranio empobrecido por parte de EEUU y Gran Bretaña en el Medio Oriente y Yugoslavia está relacionado a una gran cantidad de reportes de contaminación radioactiva del suelo y problemas de salud de la población afectada, explosión de enfermedades cancerígenas y malformaciones en fetos. Los rusos se han comprometido a responder a este movimiento comenzando a usar ellos también munición de uranio en suelo ucraniano y/o también desplegando armas nucleares en Bielorusia.
Esta ofensiva de primavera será toda una apuesta para Kiev, ya que, de fracasar, se pondrá en duda la capacidad de Ucrania de proseguir el esfuerzo de guerra en general. Luego de un año de combate intenso a Ucrania se le están terminando las tropas bien entrenadas y especializadas (Washington Post, 13/3) y al mismo tiempo encuentra problemas crecientes para seguir movilizando nuevos contingentes, los hombres sanos en edad militar restantes suelen ser menos entusiastas y tienden más a intentar eludir la conscripción (Washington Post, 23/3). En otras palabras, Ucrania bien puede estar jugándose a todo o nada en una campaña decisiva y potencialmente suicida. Los rusos parecen tener un cálculo muy similar. Con su movilización anunciada en septiembre, lograron estabilizar los frentes y recuperar la iniciativa local en varios de ellos, pero es dudoso que la cantidad de tropas que lograron sean adecuadas para intentar una ofensiva a gran escala. Para ello, muy probablemente tengan que convocar otra oleada de movilización, que tomaría meses traducir en nueva generación de fuerza. Entonces, pareciera que eligieron recibir la ofensiva ucraniana de la primavera con la expectativa de derrotarla y lanzar su propia contraofensiva más tarde en el verano o el otoño.
Hay una sensación de apuro y presión en la OTAN para que Ucrania lance su ofensiva sobre Zaporiyia. Stoltenberg repetidamente se refiere a que el consumo actual de material en Ucrania excede largamente la capacidad de producción occidental (Financial Times, 13/2). Por otro lado, intentar militarizar la economía y ampliar esa capacidad presenta enormes desafíos. Primero porque los recursos que deben ser vertidos en la industria son enormes. El escenario francés – la rebelión popular - se extendería a todo el continente si los diferentes gobiernos tuvieran que reorientar las economías en favor de la industria militar. Segundo, porque aún de contar con los recursos, expandir la capacidad industrial bélica es un proceso que tomaría largos meses sino años. Por lo tanto, las transferencias de armas a Ucrania seguirán consistiendo de donaciones de los propios stocks existentes de la OTAN, que tampoco son particularmente numerosos (a excepción del norteamericano). Por ejemplo, en el caso británico, ellos estarán donando unos escasos 14 tanques de una flota de 150 considerados activos, pero buena parte de estos necesitaría por lo menos un mes de reparaciones antes de ser considerados funcionales. Encontrar un fin militar rápido a la guerra también está en el interés de la industria militar europea: cuanto más se extienda la guerra, más se vaciarán los arsenales europeos. Lo que podría a primera vista ser buenas noticias para la industria militar, en realidad es un problema: su capacidad de producción es una sombra de lo que fue durante la guerra fría y la demanda, cuanto más grande y urgente, necesitará comenzar a comprar material de productores no europeos (Político, 20/3). Los rusos conocen esta situación y evalúan que una guerra de desgaste extendida en última instancia los beneficia. Por un lado, lograron poner en pié de guerra a su industria y ampliar la capacidad de producción significativamente sorteando los cuellos de botella en la provisión de insumos de alta tecnología que la OTAN les intento negar mediante sanciones y guerra económica. De acuerdo a Medvedev, quien está a cargo de toda la producción de material bélico, para este año proyectan producir 1.500 tanques (Sputnik News, 23/3), cifra que multiplica varias veces la cantidad de tanques occidentales que recibirá Ucrania. Por otro lado, de acuerdo a la propia inteligencia de la OTAN, los stocks de municiones existentes por sí mismos le permitirían a los rusos continuar con la misma intensidad de operaciones por al menos otros dos años (Reuters, 9/3).
Ciudad de Marinka, en Donetsk. Los combates entre rusos y ucranianos continúan en esta ciudad desde el principio de la guerra.