La OTAN tiene lista la “contraofensiva” en Ucrania

Escribe Jorge Altamira

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Mientras los titulares de los medios asignan una inusitada importancia a las conversaciones telefónicas entre Xi Jinping, el presidente de China, y su contraparte de Ucrania, Volodomir Zelensky, Clarín informa en un espacio módico al interior del diario que “Kiev ya tiene las armas que pidió para lanzar su contraofensiva”. El propósito, según el jefe de la OTAN, Jens Stolemberg, es “recuperar los territorios ocupados” por el ejército de Rusia. El arsenal acumulado por Kiev no se limita, como consigna la información, a “vehículos de combate”, sino a un profuso suministro de artillería anti-aérea, misiles Patriot y aviones de combate. Alrededor de una decena de brigadas ucranianas fueron adiestradas en territorio alemán para asegurar la inteligencia que debe coordinar las acciones militares. El ofrecimiento de la mediación de China en la guerra de la OTAN contra Rusia no tiene, sin embargo, ni de lejos, el objetivo de abortar esta llamada “contraofensiva”, sino de operar como alternativa política al desenlace que produzca en el terreno.

El objetivo político-militar de esta nueva fase de la guerra sería desalojar a Rusia de la franja de territorio que cubre la mayor parte de las costas del mar Azov y romper el puente terrrestre que une a los territorios ocupados con la península de Crimea. Quedaría fuera del perímetro de la “contraofensiva” el norte de los territorios ocupados – la región de Donbass. En caso de éxito de la operación, se abrirían dos opciones: encarar un ataque a Crimea o alcanzar un cese del fuego bajo la presión de esa amenaza. El ejército de Rusia se ha abroquelado al este del río Dnipro, que separa precisamente al territorio ucraniano del sur y del este del país. De acuerdo a las informaciones, Rusia habría desarrollado una suerte de línea triplemente fortificada de 800 kilómetros de extensión.

Los movimientos diplomáticos no se han circunscripto a China y Ucrania. Macron, el presidente de Francia, y Von der Layen, la presidenta de la Unión Europea, se reunieron con Xi en Pekín. De acuerdo a los relatos oficiales, los funcionarios europeos habrían ido a ofrecer un canje entre un distanciamiento de la Unión Europea de las sanciones en serie que aplica el gobierno de Biden contra China, a cambio de una posición similar de China con Rusia. Macron repitió el propósito de autonomizar a la UE de Estados Unidos; detrás de esa veleidad, el objetivo de Macron es justificar un aumento del presupuesto militar de Francia en casi un ciento por ciento, en medio de la crisis abierta por el aumento de la edad de jubilación a 64 años. La inminente “contraofensiva” de la OTAN en Ucrania viene acompañada con una fuerte presión sobre China. Es parte de la guerra económica que impulsa Biden y del despliegue de la OTAN en Asia, a partir de los acuerdos entre Estados Unidos, Japón y Australia. Lejos de una aproximación de posiciones políticas, que estaría motivada por los perjuicios políticos y económicos que entraña la prosecución de la guerra, se encuentra en desarrollo una escalada, encubierta con fraseología pacifista.

Desde la filtración, hace dos semanas, de información reservada de Estados Unidos acerca de la guerra, quedó expuesto, junto a la evidencia de que la guerra ‘nacional’ de Ucrania es manejada en todos sus términos por la OTAN y Estados Unidos, el temor de que la mencionada “contraofensiva” concluya en un fracaso. Es lo que acaba de reafirmar, con variada información, la publicación norteamericana Político – “El equipo de Biden teme al día siguiente de un fracaso de la contraofensiva”. En ese caso debería asumir la responsabilidad por no haber escalado la guerra en forma suficiente para derrotar al ejército de Putin, o admitir el fracaso del conjunto de la operación de guerra de la OTAN. Sería la brecha por donde podrían penetrar los planteos de Xi (y de Lula), en favor de una negociación que admita concesiones territoriales de parte de Ucrania y la OTAN. Más allá de estas especulaciones, un fracaso de la “contraofensiva” y un estancamiento militar prolongado en el terreno desataría una serie de crisis políticas y sociales al interior del conjunto de los estados en conflicto. Paralelamente, los datos de la crisis económica -recesión, crisis bancarias e inflación- promueven luchas renovadas de los trabajadores, que asocian cada vez más el ‘ajuste’ a sus condiciones de vida con la guerra imperialista. En vista a un agravamiento de los choques internacionales, los bancos centrales han comenzado a canjear los títulos públicos de Estados Unidos por oro y a retirar inversiones líquidas en el exterior. Ya no se trata de la mayor o menor seguridad que ofrece el dólar sino de la guerra.

En este contexto, provocaron un impacto enorme las declaraciones del embajador de China en París, luego denostado como “un lobo guerrero”, que cuestionó el estatus internacional de las tres naciones del Báltico – Estonia, Lituania y Letonia, los lobos más guerreros de la OTAN. En efecto, la disolución de la Unión Soviética tuvo lugar sin la mediación de un tratado internacional que, de un lado, organizara el reparto de activos y patrimonios de lo que había sido una entidad supra-nacional y, del otro, estableciera las nuevas responsabilidades internacionales. Pero mientras el embajador de China cuestionaba el derecho de los estados del Báltico, por ejemplo, para adherir a la OTAN, Finlandia y Suecia quebraban una pseudo neutralidad de varias décadas y se incorporaban a la OTAN para formar un círculo de hierro contra Rusia. Un arreglo negociado en Ucrania no podría tener lugar o vigencia sin un nuevo arreglo internacional, o sea de una recalificación de todo el orden imperialista mundial. Tomada en su conjunto, la guerra entre la OTAN y Rusia plantea una cadena de desarrollos políticos y militares internacionales que la califican como una guerra mundial.

Solamente un levantamiento popular en los países en guerra puede poner fin a esta guerra imperialista. No lo lograrán las ‘mediaciones’, los ‘ceses del fuego’ o ‘acuerdos de paz’. Todos los estados imperialistas enfrentan un “peligro existencial”. El mayor temor del imperialismo es que el desarrollo de la guerra opere como un elemento internacional unificador del proletariado y las masas.

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