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La tapa del periódico de Política Obrera número 7 y ahora la declaración política del Plenario de Trabajadoras han suscitado una serie de debates al interior de la tendencia y merecen ser atendidos porque estos debates están relacionados no solo con la etapa sino con conceptos marxistas muy de fondo.
La nota en cuestión que fue repartida en forma de volante los días previos y el mismo 8 de marzo partía de una tarea: dialogar con el conjunto del movimiento de mujeres.
Este texto tiene una virtud excepcional, reconoce a las mujeres como pioneras, es decir, como vanguardia, y debate en sus términos, sin sectarismos y con conceptos muy claros.
Sin olvidar jamás que discutimos con un movimiento mundial de carácter pluriclasista cuya dirección está vacante y en disputa por decenas de sectores feministas, debemos señalar la enorme composición trabajadora del movimiento que frente a la agudización de las crisis rápidamente destacan en sus filas.
¿Qué implica señalar a las mujeres como pioneras? La profundización de la barbarie capitalista que agudiza la violencia contra las mujeres en todo el planeta ha llevado a cientos de miles de mujeres a emprender luchas sin tregua en defensa de sus vidas de manera SOSTENIDA durante los últimos años. Impulsándolas a sacar conclusiones de fondo que se han ido expresando en sus consignas como “el Estado es responsable” y asociando fuertemente la violencia que reciben al capitalismo.
A esa violencia que reciben a diario, por influencia del feminismo, el conjunto del movimiento de mujeres (las activistas y las que no activan) han decidido nombrarla PATRIARCADO. Quiero colocar énfasis en esto último.
Para nosotros, la figura del patriarcado es falsa no porque no haya machismo, racismo y otras formas de violencia sino porque el capitalismo no es una formación pura respecto a las que lo precedieron, sino que somete a sus leyes a todas ellas y las adapta a su proceso de reproducción.
Ahora bien, cuando las mujeres deciden combatir la violencia impulsada por el régimen y sus estados y para identificarla la denominan patriarcado debemos elegir nuestros argumentos en el debate con cuidado no para adaptarnos, sino para reforzar a esas mujeres en pie de guerra.
Las variantes nacionales y populares -hoy disfrazadas de plurinacionales, inclusivas e indigenistas- agitan al patriarcado como un elemento para descomprimir tensiones dentro del movimiento de mujeres con los gobiernos. Su fracaso brutal y sus políticas nefastas son disfrazadas de rasgos patriarcales que pueden “deconstruirse” a fuerza de paciencia y tiempo. Pero este intento de disimular como batalla cultural a la lucha de clases encuentra sus límites más temprano que tarde producto de la crisis y de la respuesta del Estado a sus reivindicaciones.
En Argentina, el movimiento de mujeres abrazó la consigna Fuera Macri y, en Chile, la Constituyente y el Fuera Piñera. ¡Rápidamente las luchadoras encontraron su agenda “antipatriarcal” incompatible con la continuidad de los gobiernos e incluso abordan a la conclusión de la constituyente!
Las mujeres no se refieren al patriarcado como una entidad "superestructural" ni a una cuestión ideológica. Las mujeres identifican al patriarcado en cada elemento opresivo del Estado y en su reproducción por parte de sus compañeros de clase. Y su decisión férrea de combatirlo las ha puesto en la primera línea de los procesos de rebelión en Latinoamérica y en el mundo.
Mucho antes de comprender que el patriarcado como orden social no existe se encontrarán combatiendo y dándole fin a un régimen de opresión de clases.
En este punto, ¿cómo abordamos a las mujeres para ganarlas a construir una organización socialista propia que pueda dirigirlas a la emancipación en esta etapa?
¿Vamos a discutir con las mujeres chilenas rebeladas que plantean la constituyente y el Fuera Piñera primero hay que dejar de decirle patriarcado? Cabe señalar en este punto que el último encuentro de la asamblea chilena feminista fue marginal con relación a las mujeres movilizadas y que, el 8 de marzo, el planteo de que solo movilicen las mujeres fracasó, y que fueron ellas las que echaron a las pacas y no a sus compañeros de la movilización. No hubo ley Gabriela ni maniobra que desmantelaran la movilización.
A las argentinas que, a pesar de tener un presidente que dice que va a legalizar el aborto y se dice feminista, llenaron las calles igual en defensa de su programa (mostrando que no hay ninguna confianza ciega), ¿había que discutirles que no se dice patriarcado sino capitalismo?
¿Vamos a debatir prioritariamente con ellas que el patriarcado no existe o vamos a partir de su situación de confrontación con el Estado permanente para darle un curso estratégico? Por supuesto que no es eso lo que tenemos que discutir.
Nuestra tarea es reforzar y apuntalar a miles de mujeres en su confrontación con el Estado, que la inmensa mayoría de las veces para ellas es sinónimo de patriarcado. Está tarea está trazada en la perspectiva del poder para la clase obrera. El volante y la declaración son sumamente acertadas en este sentido y no se privó de ponerle comillas al patriarcado.
El volante, además, recoge un elemento central en la lucha de las mujeres. La consigna de "mi cuerpo en mío" señalando la "autonomía de los cuerpos". De nuevo aparece en el material un elemento que nos permite dialogar.
A las corrientes que tratan, pero no pueden arrogarse la dirección del movimiento de mujeres, les encanta agitar una consigna propia del mismo como "mi cuerpo es mío" para ponerlo en el plano del derecho individual, así como las actitudes patriarcales son de algunos funcionarios en particular y no una orientación de clase.
Sin embargo, el movimiento que ya identificó al Estado como RESPONSABLE, cuando defiende su autonomía ya no solo se refiere a la propia, sino a la autonomía de todas las mujeres frente a una entidad que se cierne sobre todas ellas.
¿Cómo no vamos a plantearles a las mujeres que hay que ir a fondo en la defensa de su autonomía si el que en este momento gobierna sobre su útero es el Estado burgués? ¡Nosotros somos los primeros defensores de nuestra autonomía en todos los aspectos! Defendemos tanto esa autonomía que defendemos el derecho a rebelarnos una y otra vez contra el régimen hasta acabar con él.
En primer lugar, debemos señalar que el kirchnerismo y las organizaciones defensoras de la conciliación de clases hicieron todo lo posible por esconder el aborto de la marcha del 8 M. Basta leer su documento de convocatoria. En su afán de utilizar al movimiento de mujeres como ariete en la negociación con el FMI centralizaron el problema en la deuda.
Lejos de esto, lejos de las asambleas marginales y de aparato, miles y miles de mujeres se movilizaron de manera independiente por el aborto y contra los femicidios.
En primer lugar, porque la conquista del aborto o la no conquista le abren un curso a la rebelión popular. En el primer caso, se abre la lucha por garantizarlo con todo lo que implica -salarios, ESI, estado de los hospitales públicos, etc. Y, en el segundo, la incapacidad de satisfacer esta conquista por el gobierno colabora a agotar la experiencia más rápidamente. En segundo lugar, la idea de que el aborto es parte de un programa de mujeres y las reivindicaciones de clase son otra cosa, es un invento de las burocracias sindicales que desplazaron a los socialistas y anarquistas de los gremios.
El programa de la mujer es parte integral del programa de la clase obrera. No solo integral sino estratégica.
La opresión hacia la mujer es la piedra ANGULAR de la opresión de clases porque su origen es también el origen de la propiedad privada, Sus reivindicaciones bien entendidas, es decir, llevadas a fondo, chocan y cuestionan a ABSOLUTAMENTE TODO EL RÉGIMEN. Cuestiona el mundo del trabajo, la violencia, la salud, la educación, todo.
La incorporación de las mujeres a la vida productiva progresivamente implicó una reducción del salario para los trabajadores ya que ahora serían dos los salarios para afrontar una canasta básica. ¿Pueden el régimen capitalista y sus Estados, en sus términos, absorber las tareas de crianza y domesticas? ¿Puede el régimen capitalista integrar a miles de mujeres que engrosan mayoritariamente el ejército de desocupados en su totalidad a la producción? ¿Puede un régimen opresivo por definición acabar con la violencia en algunas de sus formas y más aún hacia la mujer? Su programa reviste universalidad y puede convertir la rebelión en revolución justamente por esto. ¿Esto quiere decir que hemos cambiado el sujeto revolucionario del obrero a la mujer a secas? De ninguna manera. Solo las que se reconozcan de la clase obrera y con una poderosa organización socialista podrán acaudillar la lucha por este programa para llevarlo a la victoria definitiva.
¿Puede existir un capitalismo feminista? La respuesta es no. El carácter de conciliación de clases del feminismo es claro, clarísimo. Desde el abandono de la lucha por el sufragio en beneficio del nacionalismo inglés hasta su integración a los Estados burgueses, los ejemplos sobran. Ahora bien, ¿el programa del feminismo en lo que refiere a la igualdad legal, el aborto, la autonomía de los cuerpos y los femicidios puede ser satisfecho por el capitalismo?
Las mujeres han llegado a la conclusión de que no. Por mucha presidentx del FMI que haya, por mucha perspectiva de género y plurinacionalidad que exista, las mujeres han emprendido rebeliones en todos lados.
Por más igualdad legal que haya es imposible para las mujeres ejercer sus derechos civiles cuando cargan con la totalidad de las tareas de crianza y doméstica a cuestas.
Por más aborto legal que exista un régimen en quiebra no puede garantizar su implementación en ningún lado. Por más barbijos de colores, números de teléfono y botones antipánico, no pueden frenar la barbarie que han parido. Ni que hablar de la incompatibilidad de todo esto con los salarios miseria, despidos y ataque a las condiciones de trabajo en regla.
Nuestra intención en dialogar con las bases de estas organizaciones, las trabajadoras y las mujeres en general. Lo hacemos sin maquillajes, sin ningunear al movimiento y sin concesiones a diferencia del resto de la izquierda que ha decidido definirse a sí misma como SOCIALISTAS FEMINISTAS como si existieran variantes del socialismo.
Socialismo feminista, socialismo indigenista, socialismo en un solo país, son caras de la misma moneda. Admitir que hay diferentes socialismos es sincerar el abandono de las tareas en la lucha por un gobierno obrero y el abandono de nuestra estrategia que incluso abandona el catastrofismo. ¡La única alternativa no sería el socialismo, sino que el capitalismo aún tiene el changüí de hacerse feminista!
Así como el programa de las mujeres por su carácter fundante del régimen es parte integral del programa de la clase obrera, satisfacerlo es tarea de una dirección consecuente de la clase obrera.
Audacia y astucia para abordar el debate (Aprender a pensar)
El PO oficial es un profesional en sacar materiales con pliegos infinitos de reivindicaciones que no dicen absolutamente nada.
Nuestros textos intentan destacar el rol estratégico para la clase obrera de las luchas de las mujeres. Naturalmente que esto no sustituye un pliego de reivindicaciones. Pero un material extensísimo con recetas y haciendo de “maestra Siruela” para las mujeres no solo no hace más obrero el volante, sino que no es nuestro objetivo.
Estos pliegos reivindicativos deben ser productos del debate y organización cuerpo a cuerpo con todas las particularidades de cada lugar.
No debemos tener miedo, so pena de que alguien cuestione nuestra pureza, de dialogar con el movimiento de mujeres en sus términos. Con astucia. Repito. Mucho antes de comprender que el patriarcado como orden social no existe, las mujeres se encontrarán combatiendo y dándole fin a un régimen de opresión de clases. Esto es lo queremos reforzar y en ese proceso apuntalar a la vanguardia y lo vamos a hacer de esta manera, elaborando planteos transicionales en cada lugar.
Donde corresponda, comisiones de mujeres en las barriadas, lugares de trabajo y estudio. También brigadas de autodefensa para echar a ese varón que reproduce la violencia del régimen, que no tiene un pelo de patriarca, pero cuyas acciones son inadmisibles e incompatibles con la lucha consecuente por las reivindicaciones de las próximas y enormes asambleas seguramente se pondrán en pie.
Con audacia, sin principismos, pongamos en pie una organización socialista de la mujer trabajadora.