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En contraposición a una alerta que hicimos desde estas páginas, se han suscripto nuevas paritarias o revisiones de las vigentes en forma casi inmediata luego de la devaluación del 22 % del peso ‘oficial’ y del 40% en el decisivo mercado paralelo – donde se producen las corridas cambiarias y bancarias. Una mayoría de sindicatos, sin embargo, aún se encuentra en trámites previos o, incluso, sin ninguna iniciativa. Los aumentos salariales se obtuvieron no obstante el señalamiento de numerosos economistas mediáticos de que esto, luego de una devaluación del peso, aceleraría la espiral inflacionaria. El gobierno, en campaña electoral, hizo caso omiso de esta ‘advertencia’, con el acuerdo de la burocracia sindical, aunque tuvo que abandonar la promesa de un aumento general extraparitarias. Con este recurso intenta evitar, en una situación hiperinflacionaria, que se desate una huelga general. Massa y compañía siguen una expresa política hiperinflacionaria en función de reducir en forma drástica la deuda por las Leliq en términos de dólares.
Vistos de conjunto, estos acuerdos paritarios no compensarán la tasa de inflación en pocas semanas. Agosto anuncia una tasa de 12% de inflación, por lo que en septiembre no bajará del 20 por ciento. La inflación le come la cola a las paritarias. Hay algo más: la defensa del sistema de paritarias por sindicato apunta a evitar una acción coordinada o conjunta del movimiento obrero; en las circunstancias actuales esta es la cuestión política esencial. Por eso, la ‘competencia’ entre las direcciones sindicales acerca de quién ha firmado el ‘mejor’ convenio, esconde la función de distraer la necesidad de la acción colectiva de los trabajadores. Como ha ocurrido hasta ahora, la inflación en curso destruirá el poder adquisitivo de los aumentos de salarios. El sistema de aumentos en cuotas tiene lugar sobre el básico inicial, o sea que no es acumulativo, lo cual reduce considerablemente el monto final del aumento obtenido.
En este escenario general, el acuerdo al que llegó el Sutna con las patronales es muy instructivo, en primer lugar, políticamente. Es que hasta el final de la conciliación obligatoria que impuso el ministerio de Trabajo, las patronales insistían con una oferta a la baja, que el sindicato denunció y rechazó. A falta de otras informaciones, el viraje de la Cámara del Neumático, sin disidencias, responde claramente a un acuerdo con el gobierno para evitar el inicio de una lucha que podía convertirse en un detonante de conjunto. Esto contrasta con lo ocurrido el año pasado, cuando las patronales tensaron al máxima la ofensiva contra el Sindicato. La burguesía y el gobierno cabalgan la hiperinflación con el temor a una lucha huelguística antes de la transmisión del mando a las nuevas autoridades. Las direcciones sindicales, con independencia de su orientación política, acompañan esta cabalgata, en última instancia, imposible.
El acuerdo que anunció el Sutna para el período 2023-2024 rige a partir de julio y es de 8 meses. Dispone de un primer tramo total del 65% en 4 cuotas no acumulativas, no remunerativas y no contributivas: 25% retroactivo a julio, un 15% en setiembre, 10% en octubre y un 15% en noviembre. A partir del mes de diciembre, se establece un ajuste mensual por el índice de precios del Indec, hasta marzo, cuando comenzará la nueva negociación paritaria. El nuevo gobierno, sin embargo, incluso si ganara Massa, impondrá cambios de “emergencia” en toda la política económica. Cuando el aumento se convierta en remunerativo y acumulativo, totalizará un 52,65%.
Las patronales pasaron de una oferta a la baja a una oferta que incluye una indexación, cuando todo indicaba que seguirían con el planteo inicial a la baja. Antes de la última audiencia, en las fábricas del Neumático se discutía un inicio de una confrontación con paros de 3 horas por turno. La política de las patronales, de soltar lastre, es generalizada -camioneros, alimentación, UOM, Neumatico. Temen que un aumento general de salarios, dictado por el gobierno, acelere el ritmo de inflación y dé lugar a una huelga general que sería enteramente política.
La política del conjunto de los sindicatos desde las PASO ha sido reclamar una reapertura adelantada de paritarias o apurar el cierre de las que estaban en discusión. Se trata de desalentar cualquier respuesta de conjunto de los trabajadores.
El acta establece aumentos “no remunerativos”, que se convierten en “remunerativos” al cabo de un trimestre, ya claramente depreciados. Establece también un bono de fin de año de 100 mil pesos, a cobrar en diciembre – una forma de reconocer que las cuotas no preservan el poder adquisitivo de los salarios. Un cláusula especial establece que el acuerdo absorbe cualquier aumento general o suma fija que determine el Gobierno Nacional. Es evidente que el oficialismo prevé tasas de inflación descomunales en breve tiempo.
Otra cláusula del convenio establece un aumento del 4% sobre los salarios vigentes de julio. Este incremento integrará la base de cálculo de la paritaria 2024.
Las condiciones de trabajo han quedado afuera de la discusión paritaria. Asimismo, los ítems que está afuera del salario por jornada se discuten luego por empresa, como lo dejó establecido el exburócrata Wasiejko. El reclamo de la jubilación anticipada para los trabajadores del neumático, la insalubridad, el rechazo a los despidos en Bridgestone, los premios por productividad, etc, se discuten en forma escindida de los salarios.
Los ‘asesores’ de Milei y Bullrich han adelantado que eliminarán la “ultraactividad” – una cláusula que asegura, en caso de desacuerdo definitivo de un nuevo convernio, la vigencia del acuerdo vencido. Massa adherirá a esta posición en nombre de su prometida “modernización de las relaciones de tabajo”. En este caso, caerían todos los convenios que se han venido firmando.
Es evidente que en el sindicalismo no hay conciencia, sin exclusión de tendencias, acerca de la crisis final del régimen político presente y de las tareas que esto plantea al movimiento obrero. La caducidad de este sindicalismo ha quedado establecida y confirmada por la enorme caída de los salarios y el aumento enorme de la precariedad y flexibilidad laborales.
El derrumbe capitalista plantea la necesidad de una revolución en los sindicatos, o sea la necesidad de construir direcciones sindicales revolucionarias.
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