El asesinato de civiles tiene nombre propio en el ejército sionista: Doctrina Dahiya

Escribe Olga Cristóbal

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Gaza es el lugar del mundo donde niños y adultos mueren en la cama de una sala de internación, en los pasillos o en las puertas de entrada y las ambulancias de los hospitales, no por enfermedad sino porque son un objetivo militar. Este martes, las fotos de los niños asesinados en el quinto piso del hospital de Al Shifa, donde está la internación de pediatría, dan la vuelta al mundo.

La asfixia de 2 millones de personas privadas de agua, electricidad, comida y medicamentos, o los bombardeos a barriadas, escuelas, campos de refugiados y caravanas de los que huyen a las supuestas zonas seguras definidas por el mismo ejército que las bombardea forman parte de la doctrina militar explícita de Israel y su ejército, uno de los más poderosos del mundo, armados hasta los dientes por Estados Unidos y ahora los demócratas de la Unión Europea.

Nadie debería sorprenderse: los ex soldados israelíes de la ONG Rompamos el Silencio (en hebreo, inglés y -poco- español) lo dicen directamente: nos ordenaban dispararles a nenas de tres años.

La estrategia que promueve el bombardeo de la población civil se denomina Doctrina Dahiya y no usa ningún subterfugio del estilo de que los edificios reducidos a polvo con la gente adentro escondían “terroristas”. Propugna, como elemento disuasorio, el uso de la fuerza "desproporcionada" (sic) contra las zonas civiles tienen el propósito de “disuadir a los insurgentes y cohibir a la población que les apoya.”1

Brevemente: al estallar la Segunda Guerra del Líbano, entre julio y agosto del 2006, el ataque aéreo sionista fue capaz de destruir el sur de Beirut, donde vivían los chiitas, pero insuficiente para acabar con los cohetes de Hizbollah, dispersos en el territorio. La solución estratégica consistió en avanzar a través de la frontera con unidades de tierra, que también fueron impotentes ante la resistencia de los milicianos2, informa el Grupo de Estudios sobre Seguridad Internacional, de la Universidad de Granada.

De ese fracaso nació la Doctrina Dahiya: la fuerza militar debe devastar todos los puntos débiles de la sociedad enemiga incluyendo sus intereses económicos, centros de control civil, infraestructura estatal y comunicaciones, antes de concentrarse en los combatientes enemigos (ídem).

Dahiya era el barrio de los chiitas en Beirut, un bastión de Hizbollah antes de que fuera arrasada por la Fuerza Aérea Israelí durante el conflicto en 2006.

El comandante en jefe del Mando Norte, Gadi Eisenkot, advirtió entonces: “(La próxima vez) destruiremos El Líbano y no seremos disuadidos por las protestas del mundo. Pulverizaremos las 160 aldeas chiíes que se han convertido en bases militares. Esta estrategia no es una amenaza pronunciada por un oficial apasionado, sino un plan aprobado” (Ynetnews.com, 10/5).

No estuvo muy lejos: la guerra de 2006 acabó con la vida de 1.300 libaneses y 165 israelíes. Los pueblos chiíes fueron arrasados —los pueblos cristianos permanecieron intactos (El País, 31/10).

Las sucesivas invasiones israelíes a Gaza -Plomo Fundido en 2008-2009 y Margen Protector en 2014 parecen basarse claramente en el espíritu de la Doctrina Dahiya, informe GESI. La última ―que fue hasta hoy la peor ofensiva militar desde que Israel saliera de Gaza en 2005― dejó 2.205 muertos palestinos, de ellos 538 niños, según datos de Naciones Unidas.

Los israelíes han perfeccionado su práctica genocida. En un mes ya hay más de 10.328 asesinados, entre ellos 4.237 niños.

El Ejército sionista informó que a la fecha le han infligido a Gaza 11.000 ataques aéreos, “esa cifra supone nueve veces más que los que Rusia realizó en Ucrania durante el primer mes de la invasión. Y 18 veces más que los que Estados Unidos lanzó de media cada mes en Afganistán en 2019, uno de los años con mayor número de ofensivas estadounidenses”.

Criminales de guerra desde su génesis, cuando crearon el Estado de Israel.

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