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A Javier Milei le duró muy poco el coqueteo con “los héroes de Malvinas”. El jueves 4 se embarcó con la jefa del Comando Sur del Pentágono a Ushuaia en compañía de una generosa comitiva de funcionarios, entre los cuales estaban la Secretaría de la Presidencia, el Ministro de Defensa y el Jefe de Gabinete. El propósito de Laura Richardson era visitar la base naval de en la capital de Tierra del Fuego, para examinar la labor de control del Atlántico Sur por parte de la Armada argentina y la viabilidad de construir un polo logístico. Esta supervisión en el territorio continental se suma a la base británica en las Islas para formar un cerco en uno de los espacios marítimos más importantes del mundo. De un lado recuerda el intento de la Junta Militar de la dictadura de constituir con Brasil, Uruguay y África del Sur (todavía bajo el gobierno racista Boer), una Organización del Tratado del Atlántico Sur, la OTAS; por otro lado, apunta a abrir los estrechos que conectan al Pacífico, para construir una nueva ruta interoceánica ante la crisis del canal de Panamá para vehiculizar el enorme crecimiento del tráfico comercial. En torno a esta vía acuática se han suscitado los principales conflictos entre Estados Unidos y China. El origen del duro enfrentamiento que ha estallado hace más de una década entre Estados Unidos y Nicaragua obedeció al intento de Daniel Ortega de construir con China un canal mellizo por el territorio nicaragüense.
El vuelo de Milei, la jefa del Pentágono y el séquito oficialista fue una respuesta al rechazo a recibir a Richardson por parte del gobernador fueguino, Gustavo Melella, una de las espadas del círculo de gobernadores de la Patagonia. La razón de Melella fue que “Estados Unidos realiza prácticas militares junto a Gran Bretaña en el Atlántico Sur”. El argumento es impecable si se tiene en cuenta que, en virtud de la Constitución Nacional de Argentina, las Malvinas y el espacio marítimo forman parte de la provincia de Tierra del Fuego. Más allá del reclamo tradicional de Argentina acerca de la soberanía de Malvinas, la Constitución otorga esa soberanía a la provincia del extremo sur. Para potenciar esa soberanía y activar el comercio exterior, el estado fueguino se encuentra negociando con China la construcción de un Puerto de aguas profundas. Desde el punto de vista económico como del geopolítico, semejante puerto significaría un salto enorme para la integración de Argentina en el mercado y en la economía mundial.
El gobierno de Milei no solamente ha producido una serie de “falsos positivos” en el Atlántico Sur, en una serie de incidentes fabricados para culpar a China por pesca ilegal. El principal problema en la zona no lo constituye, sin embargo, la captura no oficial de especies marítimas, sino la superposición de áreas entre la plataforma continental de Argentina y la autodesignada por Gran Bretaña en torno a Malvinas, en una extensión que supera las 200 millas reconocidas en tratados internacionales. En las ceremonias del 2 de abril, el gobierno repitió que su estrategia para “recuperar” las Islas pasaba por la “profundización” de los negocios pesqueros, petroleros y mineros con el Reino Unido. El cortejo que acompañó a la Richardson a la base naval en Tierra del Fuego responde a este interés gigantesco de las mayores corporaciones capitalistas del mundo. Más allá de esto, es un respaldo a las pretensiones de la OTAN sobre el territorio antártico. Sólo faltó en la comitiva la “nacionalista” Victoria Villaruel que, en su condición de Vicepresidenta, debe cubrir el cargo a Presidente en caso de accidente de su titular.
Las ambiciones norteamericanas no se confinan al Atlántico Sur; igualmente importante es el control de la Hidrovía. El gobierno de los Fernández no consiguió designar a la concesionaria del servicio luego del vencimiento del contrato precedente con una empresa belga. Compañías de China se ofrecen para el caso, en función de la importancia de esa vía fluvial para el comercio exterior de granos, en el que participa la china Cosco. El radio de la Hidrovía incluye a Brasil y Paraguay e indirectamente a Bolivia. Estamos ante un caso de feroz lucha de intereses capitalistas. El control de la Hidrovía incide en forma decisiva en el control del comercio exterior y de los puertos de salida a lo largo del Paraná.
La camarilla antiobrera de la Rosada está convencida de que las injerencias militares norteamericanas en Argentina y los acuerdos que se puedan urdir deberían ser suficientes para liberar los 15 mil millones de dólares que reclama Milei para levantar “el cepo”. Es un precio de remate, con tasas de interés de recargo; no hay como un capitalista para hacer negocios con la plata de los demás –al contrario de lo que dice la filípica pseudo libertaria-. El ‘apalancamiento’, en este caso, se hace contra la garantía de la soberanía nacional. En el marco de la guerra mundial en desarrollo, que ha dado un nuevo salto en calidad con el bombardeo de la embajada de Irán en Damasco, Siria, o sea, al mismo Irán (o el bombardeo a territorio ruso a 1.500 kilómetros de su frontera con Ucrania); en este marco, el aliento a una presencia virtual o real del Pentágono en el Atlántico Sur, es sencillamente lo que se llama un “crimen de lesa patria”.
El viaje “inesperado” de Milei a Ushuaia, para escoltar a Richardson, fue anticipado por una ola de ataques del embajador norteamericano en Buenos Aires, Marck Stanley, contra las instalaciones de investigación espacial de China, en la provincia de Neuquén. Para EE.UU., lo que habría allí es una base militar que Argentina no estaría supervisando; autoridades neuquinas han negado la especie en forma rotunda. El reclamo del embajador, que la tarea la acometan los mismos yanquis, enfrentaría a Argentina no ya a un incidente diplomático y político, sino militar . Es indudable que el imperialismo ve en Milei una oportunidad sin precedentes para alterar el mapa geopolítico de América Latina. Un triunfo electoral de Trump daría ‘cartón lleno’. Salvo el gobernador fueguino, sin embargo, la ‘famosa’ oposición no ha abierto el pico; como mínimo, el Jefe de Gabinete debería ser compelido a rendir cuentas ante el Congreso. Cristina Kirchner, por su lado, todavía no hizo uso de X para fijar su posición, cuando debería solidarizarse con Melella, un kirchnerista. Ella misma recibió a la Richardson en su momento y en su despacho, sin mayores delimitaciones políticas. El caso de Guillermo Moreno, otro nacionalista, también es ejemplar, porque se pasea por los canales de televisión para denunciar el peligro que representa China, no cualquier otro, siguiendo a la letra el libreto de Techint, principal afectado por la sobreproducción internacional de acero; pero Moreno no dice nada de la AmCham, de la embajada norteamericana y de la IV Flota norteamericana, que patrulla el Atlántico Sur.
Los trabajadores, en Argentina, no solamente tenemos el desafío de derrotar las motosierras y los atropellos, sino también el de derrotar el propósito de llevarnos a la guerra.