Escribe Jorge Altamira
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La ceremonias oficiales de conmemoración del 2 de Abril, fecha de la ocupación de Malvinas por parte de Galtieri y la Junta Militar, han sido una verdadera patraña. El gobierno ha alcanzado, en esta jornada, el punto más alto de un discurso sistemáticamente impostor. Mientras renombra “Héroes de Malvinas” al salón Pueblos Originarios, se apresta a recibir a Laura Richardson, jefe del Comando Sur del Pentágono, fingiendo ignorar que sin el concurso del presidente Reagan y del gobierno norteamericano de la época, el traslado de la flota británica al Atlántico sur simplemente no habría tenido lugar. Para ello fue necesario que Estados Unidos habilitara el reabastecimiento de los portaviones ingleses en la Isla Ascensión, una base militar estadounidense a cuatrocientos kilómetros de las costas brasileñas. La guerra contra Argentina fue coprotagonizada por Gran Bretaña y por Estados Unidos, no solamente por la primera. En estos mismos días, el renacido patriota, Javier Milei, ha autorizado la compra de aviones militares norteamericanos usados, en poder de Dinamarca, sin proveer el armamento correspondiente. Desde 1982, el Reino Unido ha establecido un boicot al rearme de las Fuerzas Armadas de Argentina, acompañado sin fisuras por la OTAN. Después de 42 años de impunidad de las FF. AA. locales, por parte de todos los gobiernos que se turnaron desde entonces, la única hostilidad concreta y efectiva contra ellas ha partido de Londres y de Washington. Alfonsín les dictó el Punto Final y la Obediencia Debida; Menem el indulto a las Juntas y Cristina Kirchner encaramó a César Milani, un especialista en espionaje y responsable de secuestros bajo la dictadura. Milei y Villaruel se apropian de una “reconciliación” muy antigua. De acuerdo a la crónica de los diarios del miércoles 3, este embuste ha sido rechazado por una mayoría de los militares entrevistados, en retiro o efectivos.
En franela con otra rebautizada nacionalista, la vicepresidenta Villaruel (que para los comunicadores oficiales sería varón, porque la llaman vicepresidente), Milei anunció “una hoja de ruta” para recuperar Malvinas que, para Clarín, consiste en lo siguiente: “volver a ciertos entendimientos en comunicaciones aéreas con Gran Bretaña y las Malvinas, acuerdos en materia pesquera, hidrocarburíferas y también en acuerdos para que los británicos levanten el embargo para las compras militares argentinas”. No hay nada nuevo aquí, porque es lo mismo que planteó la canciller Mondino, apenas asumió el gobierno actual; algo mejor, sin embargo, a la infamia de Patricia Bullrich de canjear deuda externa por el territorio del Archipiélago. Fiel a su admiración por Margaret Thatcher, Milei pone por delante los intereses de las multinacionales, no la soberanía territorial de Argentina, no ya sólo de Malvinas sino del estratégico Atlántico sur. La IV Flota del Pentágono ambiciona convertir a esta área marítima en un lago de la OTAN – con alcance al sur de África. Varios mandatarios de las provincias patagónicas han rechazado estos propósitos. El residente de la Rosada debe incluso pensar que, con “hojas de ruta” similares, podría retomar la otra ruta de dolarizar el sistema monetario.
Como ocurrió el 24 de Marzo pasado, el otro gran embuste de la jornada de ayer fue reiterar la reivindicación de la ocupación de Malvinas. Ese operativo no fue antiimperialista, como sostuvieron los izquierdistas de la época ni revolucionario, sino al revés: reaccionario. No por nada lo encabezó, días antes, el secuestrador Alfredo Astiz, enviado por la Junta a las Islas Georgias, y el primero en rendirse ante los británicos. La ocupación de Malvinas fue el último recurso disponible para la Junta Militar para evitar una caída de la dictadura, acosada por una inmensa moviliización obrera (la jornada de la CGT del 30 de Marzo previo, en la se combatió por largas horas con la policía, y por la inminencia de un default de la deuda externa. La dictadura presumió que sería apoyada por Ronald Reagan y su canciller Alexander Haig, los cuales, en efecto, buscaron intermediar en el conflicto, pero sólo para chocar con la obstinación de la Thatcher, que también veía en peligro su propio gobierno. Lo que buscaban los millitares era establecer una “soberanía compartida” que se convertiría en total al cabo de cincuenta años. En resumen, una operación proimperialista y reaccionaria. La dictadura vio frustrada la expectativa de que prosiguiera el desmantelamiento parcial de la flota británica, que obedecía a una crisis presupuestaria del Reino Unido. Nada de esto: la “dama de hierro” reunió en Londres a los portaviones y acorazados dispersos por el mundo, para encarar la recuperación de las Islas. Política Obrera, nuestro partido, no apoyó la ocupación, como sí lo hizo todo el arco político –Alsogaray, el peronismo, la UCR, otros partidos, el Partido Comunista y el PST-.
Cuando la confrontación se hizo inevitable, con la llegada de la flota, todos los partidos tradicionales abandonaron el apoyo al gobierno militar y reclamaron una negociación con los ingleses. Nuestro partido, en cambio, había anunciado el mismo 2 de abril que si se llegaba a la guerra llamaría a movilizarse por la derrota de la flota británica. La dictadura conservó su gabinete durante la guerra, con el Ministerio de Economía en manos de Juan Aleman, un agente del capital suizo y británico. Galtieri rechazó la ayuda ofrecida por la Unión Soviética: primero, el anticomunismo, después la patria. La reivindicación de la ocupación de Malvinas es, como se ve, y ha sido siempre, una impostura. Se la ha querido convertir, desde siempre, en la ocasión para reivindicar a la dictadura. Nunca se ha opuesto a la ocupación de Malvinas por parte de los ingleses y a su transformación en base militar -en constante crecimiento- una política antiimperialista. Bajo la ‘democracia’, el alineamiento con el imperialismo norteamericano ha sido continuo.
La mayor patraña del gobierno antiobrero actual ha sido improvisar un discurso malvinero mientras vienen en manada los emisarios norteamericanos para alinear militarmente a Argentina con la OTAN. El pretexto ahora es China. Pero como lo acaba de demostrar un estudio del experto Gabriel Tokatlian, director del departamento internacional de la Universidad Di Tella, el predominio militar norteamericano en América Latina es abrumador; la injerencia de Rusia y China, por el contrario, casi nula.
El patriotismo de la burguesía nacional es simplemente una farsa y, peor, un instrumento para imponer la reacción política más violenta.