Escribe Olga Cristóbal
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El presidente Joe Biden, oficiando de vocero del sionismo, el viernes pasado anunció desde la Casa Blanca que Israel ofreció una nueva propuesta para un alto al fuego en la Franja de Gaza "que Hamás tiene que aceptar" (sic). Biden añadió taxativamente que el acuerdo solo es viable en una "Gaza sin Hamás en el poder".
La propuesta tiene tres fases. La primera establece un cese de la ofensiva militar y el retiro de tropas israelíes de la Franja de Gaza durante seis semanas (Hamás pide un cese permanente). Los civiles palestinos podrían regresar a sus hogares -aunque gran parte de esas viviendas ya no existen- y 600 camiones con ayuda humanitaria entrarían diariamente en la Franja.
Durante esas seis semanas se negociarían las condiciones para entrar en la fase dos, que comprendería un alto el fuego permanente, la retirada de las fuerzas sionistas de Gaza y la liberación de todos los rehenes vivos restantes, incluidos soldados israelíes.
En la última, “habría un gran plan reconstrucción” de Gaza.
El jueves, Hamás había dicho que estaba dispuesto a un "acuerdo completo" si Israel detenía sus ataques. Pero que "Hamás y las facciones palestinas no aceptarán ser parte de esta política de negociaciones continuas frente a la agresión, los asesinatos, el asedio, el hambre y el genocidio de nuestro pueblo”.
La prensa ha subrayado que, “de tener éxito esta vez, Biden recibiría un enorme espaldarazo en momentos complicados de su campaña por la reelección, cuando su popularidad no termina de levantar cabeza, su rival Donald Trump le aventaja en las encuestas, y el voto joven y el progresista amenaza con darle la espalda por su persistente apoyo a Israel” (El País, 1/6).
Sin embargo, menos de una hora después de que Biden detallara “la propuesta israelí”, el primer ministro Benjamín Netanyahu insistió en que Israel no pondrá fin a la guerra en Gaza hasta que Hamás sea derrotado, y sólo aceptarían el primer punto del acuerdo. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, aunque no descartó “una alternativa local de gobierno” en la posguerra, dijo que antes de “poner fin a la guerra” hay que “desmantelar a Hamás como autoridad gubernamental y militar”.
Todo el establishment norteamericano avala el genocidio sionista y el abierto desafío de Netanyahu a las resoluciones de Naciones Unidas. El viernes, los cuatro principales líderes del Congreso de Estados Unidos invitaron formalmente a Netanyahu a intervenir en una reunión conjunta en Washington, que aceptó “emocionado”. La semana pasada, una investigación del New York Times develó que las bombas con las que los sionistas arrasaron el campo de refugiados de Rafah fueron fabricadas en Estados Unidos. Los norteamericanos venían presionando en realidad a Israel para que usara este tipo de bombas, porque supuestamente podían reducir la cantidad de víctimas civiles. En el bombardeo murieron decenas de palestinos, pero Biden señaló que, a pesar de la masacre, Israel no había “cruzado la línea roja”.
El telón de fondo de comunicados y declaraciones es un bombardeo continuo sobre toda la Franja. En Rafah, en las últimas 24 horas, la aviación israelí aniquiló a cinco familias completas dejando 60 muertos y 280 heridos. En los últimos días, intensificaron la destrucción total y las detonaciones controladas de bloques residenciales enteros en toda la Franja. Jabalia, Beit Hanoun y Beit Lahia han sido declaradas zonas de desastre. El domingo, un bombardeo al campo de refugiados palestinos de Bureij, en el centro de la Franja, mató una decena de niños. A la vez, en Cisjordania, bandas de colonos incendiaron el campo y las tierras de la aldea de Duma, al sur de Naplusa, y los cultivos que rodean la ciudad de Al-Mughair, cerca de Ramallah. Desde octubre, “los colonos judíos de Cisjordania, a kilómetros de distancia, han acelerado el ritmo al que se apoderan de las tierras que antes utilizaban los palestinos", según afirman los grupos de defensa de los derechos humanos. Dror Etkes, investigador sobre el terreno de Kerem Navot, un grupo de observación israelí, calcula que desde octubre “los colonos han arrebatado a los palestinos más de 37.000 acres de tierra en toda Cisjordania”. Muchos territorios apropiados están cercados por vallas metálicas y a los palestinos que se acercan simplemente los matan (NYT, 1/6).
Más de 550 de esas hectáreas están cerca de Tuqu, lo que la convierte en la mayor expansión de este tipo de un solo asentamiento israelí.
La UNRWA, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, denuncia que los 36 refugios en Rafah de la UNRWA están vacíos, después de que unos 1,7 millones de personas hayan sido forzosamente desplazadas a las ruinas de lo que fue la ciudad sureña de Jan Yunis y áreas centrales de Gaza (Efe, 3/6).
El Estado de Israel no quiere testigos de la limpieza étnica en Gaza, Cisjordania y Jerusalén. Así como ha expulsado a las agencias de noticias que no aceptan pasar por los censores sionistas, el gobierno israelí ordenó el retiro de la UNRWA. El miércoles pasado, con 42 votos a favor y 6 en contra, el Parlamento aprobó dos leyes, preliminares, que extendería a esta agencia la aplicación de la Ley Antiterrorista y por lo tanto prohibiría sus actividades.
Además, la Autoridad de Tierras de Israel le dio un plazo de 30 días para que desocupe su sede en la parte palestina de Jerusalén. Israel se adjudica la propiedad de esos terrenos y, retroactivamente, pretende cobrarle unos 7 millones de euros. El alcalde fascista de Jerusalén anunció que construirán allí un asentamiento judío. “El anteproyecto de ley de la Knesset israelí para designar a UNRWA como organización terrorista es un indignante ataque a la asistencia humanitaria y un acto de castigo colectivo contra el pueblo palestino”, denunció Médicos sin Fronteras. “Esto tendría consecuencias terribles, ya que podría equivaler a dar vía libre para atacar las instalaciones de la UNRWA y a su personal humanitario y pondría aún más en peligro a los civiles que buscan la protección de la Agencia de la ONU”. A principios de mayo 186 trabajadores de la UNRWA habían sido asesinados por los sionistas, y ministros del gabinete israelí habían participado personalmente en los ataques incendiarios contra su sede en Jerusalén.
Todas las investigaciones independientes no solo han desestimado las acusaciones de connivencia entra la UNRWA y la resistencia palestina sino que probaron que presos palestinos en las cárceles sionistas fueron torturados para que firmaran acusaciones contra la agencia.
Después de la acusación inicial de Israel contra la UNRWA, más de una decena de países suspendieron financiación por valor de unos 450 millones de dólares, casi la mitad de su presupuesto para el año (Euronews, 5/3). Aunque después de las investigaciones algunos países devolvieron el aporte, la mayoría mantuvo el retiro.
La limpieza étnica contra el pueblo palestino es una causa militar y económica para el imperialismo. La defensa de Palestina debe galvanizar a los explotados del planeta.
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