Escribe Olga Cristóbal
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Las manifestaciones de masas contra la masacre del sionismo en Gaza no cesan. En Amman, la capital de Jordania, van tres días consecutivos en que multitudes sitian la embajada de Israel y exigen al gobierno que rompa relaciones “y abra las fronteras”. Varios países occidentales, con Irlanda a la cabeza, han respaldado al Tribunal Internacional que tipificó la invasión a Gaza como genocidio.
En Estados Unidos los actos de campaña de Biden son interrumpidos por manifestantes que repudian la complicidad con la limpieza étnica en Gaza. Hasta en Alemania, el segundo mayor proveedor de armas a Israel, un país donde “apoyar a Israel es visto como un deber histórico”, el empeoramiento de la crisis “ha llevado a los funcionarios alemanes a preguntarse si ese respaldo no ha ido demasiado lejos” (New York Times 29/3). Berlín, al igual que Washington, opina el New York Times, trata de ubicarse como “un amigo preocupado, decidido a garantizar la seguridad de Israel a largo plazo no permitiéndole llegar tan lejos como para perder aún más respaldo internacional”. Todo esto es, obviamente, pura hipocresía. Los gobiernos de Alemania y Estados Unidos no cesan en el envío de armas y aviones al genocida sionista.
La semana pasada, por primera vez una resolución a favor de un alto el fuego en Gaza del Consejo de Seguridad de la ONU no fue vetada por Estados Unidos. La exigencia se limitaba al mes de Ramadán, o sea hasta el 9 de abril. Obviamente, el gobierno de Netanyahu la desconoció, con bombardeos sobre Rafah y otros 60 lugares a lo largo de toda la Franja, según se ufanó el viernes 29 el ejército de Israel. La resolución de la ONU “no es vinculante”, un absurdo jurídico que la convierte en papel mojado.
La mayor parte de los 2,4 millones de habitantes de Gaza están al borde de la hambruna, utilizada como arma de guerra por los israelíes. Según los observadores de la ONU, 31 personas, incluyendo 27 niños, ya han muerto de desnutrición y deshidratación. Aunque esto sucede a los ojos del planeta entero, Israel califica las acusaciones de la ONU de “completamente infundadas”.
Sin embargo, el Tribunal Penal Internacional (TPI) de las Naciones Unidas “ordenó” el jueves a Israel que deje de obstaculizar el flujo de asistencia humanitaria a Gaza. Sucede 24 horas después de que Hamás pidió a la comunidad internacional que deje de enviar ayuda con paracaídas a Gaza porque 18 gazatíes murieron ahogados en el Mediterráneo o en tumultos cuando intentaban recoger alimentos. Hamás pide que se abran “rápidamente” los pasos por tierra.
La Defensa Civil de Gaza también pidió a las agencias internacionales que ayuden a rescatar a los palestinos atrapados en el hospital Al-Shifa y los barrios que lo rodean, en el norte de Gaza, después de 12 días de ataques al hospital, que está controlado por las fuerzas de ocupación.
"Israel continúa bombardeando las casas que rodean el complejo y arrestando a ciudadanos para impulsar el desplazamiento", afirmó el portavoz de la Defensa Civil, Mahmoud Bassal. "Necesitamos que las agencias internacionales, la Cruz Roja y la ONU intervengan para rescatar a las personas que se encuentran en los alrededores del complejo de Shifa. Cada minuto que pasa, podríamos perder una vida allí", añadió.
El ejercito sionista admitió que “han muerto” unos 200 palestinos (entre niños, pacientes y trabajadores de la salud, incluidos los médicos que se negaron a abandonar a los pacientes) y detuvo a otros 600, todos supuestos terroristas de Hamás. Las imágenes en las redes incluyen médicos obligados a salir del hospital desnudos, fusilamiento de niños y ancianos que corren a campo abierto, vejámenes a mujeres. Los crímenes son inocultables. Todos los mitos sobre “la única democracia de Medio Oriente” han quedado al desnudo con el asesinato de por lo menos 32.500 personas, el 72 % mujeres y niños.
Por si no alcanzara, un informe de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) informa que los palestinos liberados declararon que fueron obligados a firmar confesiones falsas donde “admiten” que agentes de la UNRWA participaron en la incursión del 7 de octubre pasado en el sur de Israel y están vinculados a Hamás. También han formulado gravísimas denuncias sobre torturas y abusos sexuales por parte de Israel. Reuters y el Times of Israel publican fragmentos del informe –que se basa en entrevistas a docenas de palestinos liberados- que detalla los abusos sufridos por el personal de la agencia y los gazatíes, incluyendo golpizas, humillaciones, ataques de perros, violencia sexual, simulacros de asfixia, amenazas contra las familias y muerte de detenidos a los que se les negó tratamiento médico.
Philippe Lazzarini, comisionado general de la UNRWA, advirtió sobre "una campaña deliberada y concertada" para poner fin al trabajo de la agencia. Hasta finales de enero, Israel había matado a 152 empleados palestinos de la UNRWA y atacado 263 sus instalaciones, matando a 360 civiles que se refugiaban en ellas.
Mientras se cruzan denuncias e informes, en Gaza las personas -especialmente los niños- mueren de diarrea y hambre.
Es imperativo frenar esa masacre, pero en la mayor parte del mundo las burocracias sindicales y los aparatos de la izquierda democratizante se oponen a impulsar huelgas y la ocupación de edificios públicos en los países que apoyan a Israel – EEUU, toda Europa y la inmensa mayoría de los estados árabes-.