Escribe Jorge Altamira
Mientras la crisis política avanza en EEUU, Francia y Alemania.
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Recientemente, unos treinta jefes de Estado se reunieron en Washington para celebrar el 75 aniversario de la creación de la OTAN. Bajo la batuta del imperialismo norteamericano, la alianza militar fue justificada como una respuesta al bloque soviético formado a partir de la ocupación del conjunto de países de Europa oriental por el Ejército Rojo, que para esa fecha incluía a la reciente República Popular China. La motivación, sin embargo, era de mayor alcance: continuar la reconstrucción de Europa occidental bajo la hegemonía económica y política de Estados Unidos. La formación de la OTAN dio nacimiento a un fuerte incremento de los gastos militares, apenas poco tiempo después de finalizada la Segunda Guerra y a un año del armisticio alcanzado en la guerra de Corea. Impuso una competencia armamentista que se reveló ruinosa para el bloque oriental y la URSS.
El propósito del cónclave en la capital norteamericana solo fue diferente al de su certificado de bautismo en un punto: en lugar de diseñar una ‘contención’ del comunismo, ahora se trata de una guerra sobre el terreno contra Rusia y potencialmente contra China.
De acuerdo a la información publicada, la OTAN tomó medidas para escalar la guerra en Europa. La reunión decidió que la OTAN asuma la coordinación y la provisión de la mayor parte de la asistencia en seguridad a Ucrania que hasta ahora se realizaba por medio de un Grupo de Contacto informal de 50 países. La centralización operacional de la guerra, “OTAN, Misión Ucrania”, reunirá a 500 mil soldados de “alta preparación”. La máscara de una guerra por procuración deja a la vista el objetivo de una intervención directa. Se trata, dice un organismo de estudio de la guerra, de pasar del “estado de preparación” al “estado de combate”. Se trata de “un puente” al ingreso de Ucrania a la OTAN. Para ‘otanizar’ la ayuda a Ucrania y el gasto militar correspondiente, se instalará un Comando de planificación y entrenamiento en Wiesbaden, Alemania, bajo la dirección de Estados Unidos.
De acuerdo a un informe que publica The New York Times, la OTAN evalúa que Rusia no tiene condiciones de ocupar mayor territorio en Ucrania, ni Ucrania posibilidades de recuperarlo. Lo que parece la descripción de un impasse, para los planificadores de la OTAN es un cambio en la modalidad de la guerra. El acento está puesto en construir bases para atacar a Rusia con misiles de alcance amplio. En abril pasado, Biden comprometió ese tipo de armas, Atacams, y defensa antiaérea – los misiles Patriot-. Rusia parece haber llegado a una conclusión similar si se tienen en cuenta sus recientes ataques a Kiev, la capital de Ucrania, contra la infraestructura eléctrica –que provocó la destrucción de un hospital pediátrico y la muerte de numerosos niños-. En este contexto, asistentes a Washington volvieron a advertir (o amenazar) a China, a la que acusan de proveer insumos fundamentales para la industria militar de Rusia. La insistencia de la prensa en esta escalada no tiene el propósito de modificar la situación militar en el terreno; supone la intención de negociar una partición de Ucrania a cambio de su acceso a la Unión Europea y a la OTAN. El New York Times califica a este objetivo como “punto focal”.
Mientras los estados mayores diseñan la escalada militar, en el plano político la guerra ha acentuado las contradicciones en el campo otanista. Mientras los mandatarios sesionaban en Washington, Naredna Modi, el jefe de estado de la India, se reunía con Putin en Moscú para avanzar en los negocios entre ambos estados; países que equivalen al 57 % del PBI mundial desafían las sanciones impuestas por la OTAN. De otro lado, las principales naciones de la OTAN atraviesan crisis políticas crecientes. En Estados Unidos, el anfitrión de los otanistas, el presidente Biden podría perder su candidatura en la próxima convención del Partido Demócrata. Trump, por su lado, insiste en que cortará el chorro de dólares a la OTAN para la guerra. Gran parte de la decisión de otanizar la asistencia militar y el entrenamiento para la guerra en la Coordinadora con asiento en Alemania, responde al propósito de crear una situación irreversible para Trump. En cuanto a la UE, Francia no tendrá un gobierno electo por bastante tiempo y oscila entre un gobierno de facto de Macron y una huelga general en defensa de los resultados electorales. Luego del tercer lugar que obtuvo la socialdemocracia alemana de Olaf Scholz en las parlamentarias europeas, su gobierno ha pasado a la condición de un interinato.
Los gastos de la guerra no han parado de crecer en países que atraviesan por una crisis fenomenal del Tesoro. Las fuerzas políticas en presencia anuncian cortes de gastos en gran escala para financiar los presupuestos. En los protagonistas imperialistas de la guerra se agudiza a ojos vista un antagonismo de clase creciente. El recurso a una mayor deuda pública choca con tasas de endeudamiento que superan el ciento por ciento del PBI y con déficits fiscales que llegan al diez por ciento. El escenario para poner fin a la guerra mediante la movilización de masas y la revolución madura a mayor velocidad.