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Sobre la base del informe que publicamos a continuación se desarrolló el debate internacional en el III Congreso de Política Obrera.
1. El centro de gravedad de la situación política internacional es la guerra mundial que se desarrolla en Ucrania y Europa, entre la OTAN y Rusia; la lucha del pueblo palestino contra el Estado sionista, que involucra a Irán y todo el Medio Oriente; la confrontación política y militar entre la OTAN, de un lado, y Rusia y China, en África; y la preparación sistemática de la guerra de la OTAN contra China. En un período de tiempo extremadamente breve, el imperialismo mundial ha creado por lo menos cuatro escenarios de guerra. La humanidad asiste a un nuevo estallido de las contradicciones acumuladas del capitalismo en decadencia. La crisis climática y el derrumbe de la "globalización" completan el cuadro político presente.
2. La guerra imperialista desatada hace dos años y medio entre Ucrania y Rusia ha escalado su intensidad en todos los planos. El escenario militar se encuentra dominado por un principio de colapso del ejército ucraniano. La crisis militar se manifiesta en la escasez de pertrechos bélicos elementales (municiones), de reclutamiento de nuevos efectivos y en el creciente rechazo de su población a la guerra. La OTAN ha fracasado también en la tentativa de aislar con sanciones económicas a Rusia. De otro lado, la guerra ha golpeado severamente a Alemania -uno de los pilares de la escalada de la OTAN- que afronta un marcado retroceso industrial signado por la penuria de energía.
La respuesta de la OTAN al derrumbe militar ucraniano ha sido un escalamiento de la guerra –habilitó al ejército ucraniano al ataque a territorio ruso con aviones y misiles de largo alcance, provistos por Francia, Alemania, Estados Unidos-. El Congreso estadounidense votó un nuevo paquete de 95.000 millones de dólares de asistencia militar y económica a Ucrania. La nueva etapa de la guerra ha desenmascarado al mito de la guerra “por aproximación”, donde la asistencia de la OTAN a Ucrania pretendía mantenerse entre bambalinas. Macron, por ejemplo, ha reclamado por la instalación de tropas de la OTAN en Kiev y en el oeste ucraniano.
3. La nueva fase de la guerra ha desnudado también el impasse de Putín y del régimen de la oligarquía capitalista rusa. Putin se apresta a una larga guerra de desgaste que destruya al ejército de Zelensky y sirva para dictar las condiciones de un acuerdo de reparto de Ucrania. Una partición territorial de Ucrania crearía un escenario de guerra indefinida, donde Ucrania sería reconstruida por el capital internacional, en el marco de su integración a la Unión Europea. Es una salida que Trump dice que aceptaría, en caso de ganar las elecciones. La crisis mundial entraría en una fase más aguda y explosiva, porque involucraría a China, mucho más de lo que ocurre en la actualidad. Las crisis políticas recurrentes que la guerra ha generado en Rusia no cesarían sino lo contrario, porque Rusia no tiene las espaldas para sostener una economía de guerra y un sistema de sanciones internacionales más acentuado. El escalamiento de la guerra conlleva el peligro de un enfrentamiento nuclear.
La guerra de Rusia contra la OTAN, en cuanto comporta el propósito de someter a Ucrania, tiene un carácter reaccionario: divide a los trabajadores de uno y otro país, mientras busca un llamado equilibrio con sus rivales internacionales, que supone enfrentamientos políticos y bélicos de alcance creciente. El mundo “multipolar” que buscan los regímenes de Rusia y China, acompañados hasta cierto punto por potencias intermedias como India, Brasil, México, Sudáfrica, es un mundo de guerras. Aunque Rusia no ha alcanzado el estadio del imperialismo, como la forma histórica de dominación del capital financiero, es un estado opresor nacional, que busca explotar esa condición para alcanzar un estadio capitalista superior, en el llamado “espacio exterior cercano” –la mayoría de los estados de la ex Unión Soviética, en Europa y Asia-. Quienes separan en forma doctrinaria y metafísica a los diferentes estadios de desarrollo económico y de evolución e involución política (la restauración capitalista, por ejemplo) no asimilan las situaciones históricas concretas, que son siempre una combinación múltiple del conjunto del desarrollo histórico.
La soberanía nacional de Ucrania ha quedado sometida por parte de dos fuerzas opresoras, la OTAN, de un lado, y la oligarquía moscovita, del otro. No ha emergido un movimiento de resistencia nacional realmente autónomo, que se sirva de la rivalidad entre los bandos en pugna para reforzar su condición política independiente. Las FFAA de Ucrania son un satélite de la OTAN. La condición nacional de la guerra podría adjudicarse a Rusia, que es el botín de guerra que quiere apropiarse la OTAN. Pero la guerra no se desarrolla en territorio de Rusia, en cuyo caso quedaría convertida, en gran parte, en una guerra nacional, sino en el de Ucrania. En este caso se aplica relativamente la posición de Marx y Engels en la guerra entre Francia y Alemania, en 1870, que defendían a Alemania en tanto librara una guerra en defensa de su territorio y su soberanía, pero dejaban de apoyarla si invadía y ocupaba Francia. Del lado de Ucrania, la aspiración de autonomía nacional es ficticia –puesto que plantea en convertirse en semicolonia de la OTAN y la Unión Europea-. Las condiciones para un referendo nacional no están reunidas. El régimen de Zelensky es asimismo de opresión nacional, por cuanto violenta, en el marco histórico de Ucrania, la autonomía política que reclama la región del Donbass y la aspiración a establecer una República Federal. La OTAN y la UE rechazaron expresamente esta reivindicación autonomista y federal al sabotear los acuerdos de Minsk que la establecían en forma expresa y que contaba con el apoyo de Rusia.
El escenario de una extensión regional de la guerra se completa con los movimientos ‘de colores’, en Georgia, y el gobierno en el caso de Armenia, que reclaman el ingreso a la OTAN. Es interesante observar que las izquierdas que rechazan como nacionalismo una ruptura de sus países con la UE, o sea que consideran progresiva a la UE frente a movimientos de separación nacional en, digamos, Rumania, Polonia, Eslovaquia, Grecia o Albania, rechazan la integración de Ucrania a la Unión Europea, sin ver en eso una posición nacionalista.
En cualquier caso, el propósito de imponer una derrota militar a uno u otro de los campos en guerra entrañaría el ingreso a una guerra nuclear. La consigna que aboga por la victoria militar es contrarrevolucionaria. De nuestra parte, llamamos a la derrota política de la OTAN y de los regímenes políticos que la integran, a manos de la clase obrera de esos países, para poner fin a la guerra.
4. La guerra del sionismo para eliminar al pueblo palestino de su territorio nacional forma parte de la guerra mundial en desarrollo. La autodeterminación nacional de Palestina y el retorno del pueblo palestino a los territorios de los que fueron expulsados es incompatible con el orden imperialista internacional.
La guerra de exterminio desatada contra el pueblo de Gaza ha sido justificada como una respuesta a la operación militar de Hamás de octubre de 2023, y no como la continuación de una política de erradicación completa del pueblo palestino. Esta ‘versión oficial’ del sionismo ha sido aceptada por el conjunto de los estados imperialistas, como si las usurpaciones territoriales, la expulsión militar de poblaciones y la colonización compulsiva no hubieran constituido la base sobre la que se erigió el Estado sionista. La escalada militar de estos meses, que ha provocado la muerte de 35.000 palestinos y la retirada constante de la población sobreviviente, tuvo lugar con la connivencia de las grandes potencias imperialistas. El sionismo está ejecutando una limpieza étnica en toda la línea, entre la masacre de Gaza y los atropellos en los territorios ocupados del Oeste, en Cisjordania. Luego de siete meses desde el lanzamiento de la operación de liquidación de Hamás, los objetivos del sionismo no han sido alcanzados. Hamás continúa la resistencia, el imperialismo busca obtener la liberación de los rehenes, la presión por un cese del fuego crece, y la perspectiva de un asalto del sionismo al Líbano se torna inminente. Este conjunto de factores ha creado un impasse en el régimen sionista y amenaza con una fractura del Estado. El frente único del sionismo contra Palestina no alcanza para sostener la unidad estatal. La crisis del sionismo abre las puertas para grandes acontecimientos históricos.
La movilización mundial contra la masacre sionista en Gaza se ha convertido en un factor crucial de la guerra en desarrollo. En Argentina, la presión represiva del gobierno derechista, definitivamente embarcado con el sionismo, ha debilitado esa movilización. Nuestro congreso convoca a impulsar la movilización de los trabajadores y la juventud contra la guerra y la limpieza étnica del sionismo en Palestina.
5. La guerra de la OTAN ha acrecentado el malestar de las masas. La caída de las condiciones de vida se acentúa. Las recientes elecciones al Parlamento Europeo han propinado un fuerte golpe político a los principales abanderados de la guerra –Macron, en Francia, y el socialdemócrata Scholz, en Alemania-. También ha salido averiado el socialista Pedro Sánchez, que embarcó a España en la asistencia financiera a Ucrania. En Inglaterra, que completa a la triada europea de la guerra imperialista, se descuenta el derrumbe electoral del gobierno conservador.
El avance de la derecha en varios países de Europa debe ser caracterizado en todas sus contradicciones. No representa un movimiento de masas; es un crecimiento lento y en varios casos marginal; la derecha está dividida en tres fracciones (la que encabeza Le Pen, la de Meloni, y el neonazismo alemán); en el gobierno, se comporta conforme a la línea de ajuste del establishment. Es, en realidad, una contrapartida del fracaso y del derrumbe de los partidos obreros del pasado, y de la inconsistencia de las ‘nuevas izquierdas’, la mayor parte de las cuales apoya a la UE y a la OTAN. La ultraderecha no ha conseguido abrir un camino propio en el marco de la crisis capitalista. Una victoria electoral de Trump, en noviembre próximo, desataría un escenario explosivo, acorde con su propio programa: una motosierra presupuestaria, para evitar la explosión de la deuda pública, combinada con mayores reducciones de impuestos al capital; una acentuación de la guerra económica contra China –la principal tenedora de la deuda pública norteamericana, luego de la Reserva Federal y los grandes bancos estadounidenses-; una negociación de alcance incierto con Putin, con el propósito de golpear a la Unión Europea.
6. América Latina se encuentra bajo una enorme presión para reorientar su política a las condiciones de la guerra mundial en desarrollo. Es una gran plataforma para el abastecimiento de materias primas a la economía de guerra que se perfila en los países de la OTAN. Al mismo tiempo, es un eslabón débil de la cadena política del imperialismo, ya que los ajustes económicos brutales contra los trabajadores la colocan de nuevo como un escenario de grandes rebeliones populares. Los ataques de Milei a Lula, López Obrador y Petro apuntan a sostener las conspiraciones uribistas y bolsonaristas en esos países. Pero principalmente, a promover un cambio de régimen en Venezuela, cuyo próximo episodio electoral podría culminar en la victoria de un Milei “por encargo”. En el plano de la guerra mundial, esa escalada apunta a asegurar la ubicación del subcontinente en el campo de la OTAN y del sionismo. La contracara de esta ofensiva es la política de contemporización de los llamados progresistas. Lula se ha opuesto sistemáticamente a la OTAN por Ucrania, donde apoya el plan de paz que presentó China a principios de año.
7. Como ha ocurrido con las grandes guerras imperialistas anteriores, la actual guerra internacional emerge como “salida” al impasse económico y político del capitalismo. A la par de la guerra, se están engendrando las condiciones de una nueva crisis financiera internacional. La punta del ovillo de esa crisis es la montaña de deudas impagas que se acumulan en el sector inmobiliario de Estados Unidos; lo mismo con el sector ‘zombie’ de las empresas; y por sobre todo la deuda pública –130 % del PBI-. Una desvalorización de esa deuda provocó el derrumbe financiero del primer trimestre de 2023 –la cadena de quiebras de bancos regionales-. De conjunto, asistimos a otro final del ciclo especulativo desatado, primero, con el rescate al sistema financiero implementado después de la gran crisis de 2007-2008, luego a la crisis de 2010-2012 y más recientemente, con la gigantesca emisión de dólares que acompañó al estallido de la pandemia y que se dirigió al rescate de las grandes corporaciones capitalistas.
La expectativa de una reducción de las tasas de interés ha conducido a refinanciar las deudas hipotecarias, e incluso ha reactivado la compra de bonos del Tesoro, y realimentado la suba la deuda publica y privada. La pretensión de contener el endeudamiento prosiguiendo con una política de tasas elevadas se alterna con una reducción de tasas que haría subir la inflación, con el propósito de licuar la deuda pública.
A su decadencia industrial, Estados Unidos le añade la incapacidad para operar como garante de última instancia del sistema financiero, de su propio país y del mundo. La situación de insolvencia empresaria excede, en cualquier caso, a las empresas y bancos involucrados con el colapso del crédito hipotecario. Un 25 % de la economía mundial está conformada por empresas ‘zombies’, que no reúnen ingresos suficientes para pagar sus deudas corrientes, con independencia del mercado hipotecario.
La perspectiva de una recesión excede, en cualquier caso, a la economía norteamericana. La economía china ha reducido drásticamente su crecimiento, en tanto soporta también una crisis hipotecaria y los limites impuestos por los choques comerciales globales, que bloquean el mercado chino al comercio de semiconductores. Pero como ocurriera en los años 30, la “salida” a la guerra comercial es la guerra misma, es decir, la activación de la industria bèlica. Es el camino que ya ha comenzado a recorrer la Unión Europea. De nuevo, la guerra mundial pone de manifiesto que las contradicciones resultantes de la crisis capitalista no encuentran una salida pacifica ni indolora.
8. La emergencia de la guerra y la crisis social ha dado lugar a movilizaciones y luchas expresivas en las entrañas de los países imperialistas. Es lo que ha sucedido con las grandes huelgas y la tendencia a la sindicalización en la industria y los servicios de Estados Unidos; en las mencionadas movilizaciones de la juventud americana y también europea contra la masacre sionista; considerando un período más amplio, en la rebelión de la clase obrera francesa contra la reforma previsional por decreto de Macron. De un modo general, esta reacción no encuentra un canal político. La clase obrera europea no interviene como un factor político en la crisis continental, y las recientes elecciones al europarlamento fueron una demostración de ello. Las contradicciones políticas que recorren a las masas europeas se aprecian en el apoyo que brindan a la OTAN contra Rusia -en nombre de la democracia-, y, a la vez, a la defensa del pueblo palestino contra la escalada de Israel, o sea, de la OTAN.
La crisis de la guerra ha acentuado la adaptación política de la izquierda mundial a los bloques en pugna y, en primer lugar, a la ´democracia´ imperialista que se embandera con la OTAN. La mayor parte de la izquierda -y también de la llamada trotskista- se ha alineado con la OTAN en nombre de la defensa de la “autodeterminación” de Ucrania, cuando esa reivindicación nacional, en el marco de la presente guerra, es sólo la cobertura de una escalada política y militar de carácter imperialista –entre la OTAN y la camarilla capitalista de Putin-.
Una fracción minoritaria de la izquierdad internacional se ha alineado con Putin, “por la derrota de la OTAN”, la victoria militar de Moscú; pero Rusia no tiene los medios militares ni políticos para derrotar a la OTAN, y por sobre todo, esa ‘victoria’ llevaría a una guerra nuclear. La tarea de poner fin a la guerra sólo puede realizarla el proletariado de los países de la OTAN y el de Rusia. En cambio, llevar la guerra hasta “la derrota de la OTAN” equivale a prolongar la guerra y a coquetear con una hecatombe nuclear.
La única forma de acabar con la guerra es mediante la intervención de los trabajadores contra los Estados que la han impulsado en función de sus intereses de clase –el capital financiero internacional, de un lado, y la oligarquía rusa, del otro. La consigna de la victoria militar de Rusia es un obstáculo al levantamiento de las masas ucranianas contra la guerra. Lo contrario implicaría el planteo de la unidad de los trabajadores de Ucrania y Rusia contra la OTAN y la oligarquía putiniana.
Es más válida que nunca para la clase obrera, frente a esta guerra mundial, la consigna que plantea que “el enemigo está en nuestro propio país”.
9. La emergencia de la guerra internacional; las crisis políticas y sociales asociadas a ella; el brutal condicionamiento de la política continental e incluso nacional al curso de esta guerra, plantea de nuestra parte un trabajo sistemático de clarificación y caracterización de las fuerzas en juego; es un gran factor de delimitación ante la vanguardia respecto de la izquierda democratizante. En Argentina, la mayor parte del FITU se encolumna en el campo de la OTAN, en nombre de la autodeterminación ucraniana; en la crisis de Palestina, hemos tenido al PTS erigiendo una tesis de los “dos demonios” en torno de la acción de Hamás y de la escalada sionista –sin distinguir entre el opresor histórico, de un lado, y la resistencia de los oprimidos, del otro, incluso cuando ésta, al cabo de décadas de crímenes y confiscaciones, asuma una forma brutal-. Reclamamos el fin de la masacre sionista en Gaza y Cisjordania y la satisfacción de los derechos nacionales palestinos; unimos esa agitación a la lucha contra la guerra imperialista en todos los planos, por la unidad internacional de la clase obrera y gobiernos de trabajadores en todo el mundo.