Tiempo de lectura: 3 minutos
“Sindicatos y organizaciones de los trabajadores informales, escribe Página 12, pusieron el foco en el problema del hambre, y coincidieron en que la salida a la crisis será política: va a depender -plantearon- de sostener una unidad que le permita al movimiento popular recuperar el gobierno”, sintetiza (8/8). Esta referencia a la marcha a Plaza de Mayo convocada por la UTEP, la CTA y la CGT ayer, en el día de San Cayetano, desenmascara su objetivo– para comer habrá que esperar, con suerte, a 2027. La expectativa está puesta en Axel Kicillof, quien envió una delegación de funcionarios bonaerenses, como Andrés Larroque, Carlos Bianco, Walter Correa, Daniel Menéndez y Gildo Onorato. También se vio a los intendentes Mario Secco (Ensenada), Lucas Ghi (Morón), Fabián Cagliardi (Berisso) y Fernando Gray (Esteban Echeverría). Sobre Hipólito Yrigoyen, se destacaba una gran bandera de La Matanza, aunque su intendente, Fernando Espinoza, procesado por abuso sexual, no se dejó ver.
En el acto hablaron Taty Almeida (Madres de Plaza de Mayo), Hugo “Cachorro” Godoy, Daniel Catalano (ATE Capital), Adolfo Perez Esquivel y Alejandro Gramajo (de la UTEP), a cargo del cierre. La CGT estuvo representada en el palco por Héctor Daer y Pablo Moyano, pero no puso oradores. Al bajar del escenario, Moyano hizo declaraciones: “Este es un gobierno que ataca a los trabajadores y hay que confrontarlo en la calle y conformando un gran frente nacional para el año que viene, que nos permita tener mayoría en ambas Cámaras. Hay que ponerle un freno, en la calle y en el Congreso de la Nación” (Página/12, ídem). La burocracia, por su parte, envió delegaciones de sus aparatos. La calle se ha convertido en una plataforma para llegar al Congreso, no para quebrar la política de Milei. Nada nuevo, porque la misma táctica se empeñó para llegar al gobierno en 2019. La frase remite, sin dudas, a aquel “Hay 2019” que acuñó el pejota durante el macrismo. Resume el planteo de la burocracia sindical que ha decidido dejar correr los atropellos del gobierno liberticida. Los despidos y suspensiones se disparan, mientras que salarios y jubilaciones se han derrumbado; el impuesto a los ´ingresos personales´ golpea sobre los trabajadores y hay un ´boom´ del monotributo, a despecho de los convenios colectivos de trabajo. Desocupados y precarizados han sido víctimas de un despojo completo, entre las ´bajas´ masivas, el congelamiento de los planes sociales en $78.000 y la confiscación de los alimentos destinados a los comedores populares.
El acto estuvo precedido por un oficio religioso y una ´procesión´ desde Liniers, pactada con el gobierno para que no afectara la circulación. El propósito declarado de los organizadores fue, de nuevo, no confrontar con el protocolo represivo de Patricia Bullrich.
La Plaza de Mayo estuvo semipoblada, con espacio de sobra para recorrerla. Para Página/12, sin embargo, estuvo “a tope”. Según Clarín, en cambio, “no fue como la irrupción de 2016 ni tuvo la fuerza que en los años de Mauricio Macri”, pero el acto “alcanzó para reunir a miles de manifestantes”. La Nación describe que “la concurrencia pobló la mitad de la Plaza y las calles más cercanas”. Para La Izquierda Diario, el acto tuvo “menos convocatoria que la esperada”. Prensa Obrera titula “los reclamos de los trabajadores en Plaza de Mayo”, sin aportar más datos. Las crónicas de LID y PO coinciden en omitir la presencia de funcionarios de Kicillof e intendentes peronistas. Ni siquiera se trajo colación la denuncia de la causa judicial contra Eduardo Belliboni y el Polo Obrero oficial.
Para el PTS, “los convocantes no movilizaron con todas sus fuerzas”. Es decir, fue una marcha de aparatos. “Tampoco plantearon [los oradores] cómo enfrentar ese ajuste cada vez más criminal”, algo que no era difícil de pronosticar, pues la (no) marcha por “pan y trabajo” no levantó ningún programa.
La expectativa hacia el 2025 o el 2027 es una fantochada. El kirchnerismo, a poco más de un año de la próxima elección se encuentra en ruinas. Desde las andanzas de Alperovich, Espinoza y Alberto Fernández hasta el balbuceo frente al fraude de Maduro, pero por sobre todo, pasando por la colaboración con la embajada norteamericana y la reforma laboral, y el enjugue de los gobernadores peronistas con Milei (Jaldo, Jalil, Sáenz, Zamora), las huestes nacionales y populares tendrán que recurrir al Chiqui Tapia para salvarse del descenso.