Escribe Jorge Altamira
Tormentas en vasos de agua cuando la crisis histórica se acelera.
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La vicepresidenta de la Nación ocupó la primera plana en el inicio de la semana por dos asuntos diferentes, aunque tampoco desconectados. Por un lado, juntó en el Senado a “las victimas del terrorismo”, en el día internacional consagrado por las Naciones Unidas, para anunciar la intención de judicializar a Montoneros y también al ERP. Por otro lado, fue objeto de un debate acerca de si podía convertirse en peronista, en el marco de algunas menciones positivas de Villarruel al nacionalismo y del escénico enfrentamiento que protagoniza con Milei. El entrevero está objetiva y subjetivamente conectado con la crisis suscitada en LLA por la visita al penal de Ezeiza que aloja a criminales de lesa humanidad y por el propósito que se le adjudica en la presentación de un proyecto de ley que elabore algún argumento, presumiblemente válido judicialmente, que ordene la libertad de los inculpados. Villarruel, contradictoriamente, pretende imputar a los llamados terroristas por delitos humanitarios para conseguir su imprescriptibilidad como ocurre con los genocidas.
La justicia internacional ha coincidido en distinguir el terrorismo ejercido por organizaciones no estatales del terrorismo de Estado, en cuanto este ejerce el monopolio de la violencia pública. La Corte Suprema actual, sin embargo, dictó en 2018 un conjunto de libertades de genocidas en aplicación del Dos por Uno, que beneficiaba a aquellos en estado de prisión preventiva. Se vio obligada a recular a partir de una movilización popular gigantesca que forzó al Congreso a sancionar una ley revocatoria. Villarruel pasa por alto que la dictadura ya había dictado una condena a las organizaciones guerrilleras, en especial la pena de muerte, al ejecutar y desaparecer, con aplicación previa de la tortura, a decenas de miles de terroristas. El terrorismo de Estado consiste precisamente en eso: en la condena, sin defensa, y en la ejecución extrajudicial del terrorismo a secas –en el caso argentino, 30.000 desaparecidos-. En cuanto a una mayoría de dirigentes terroristas sobrevivientes, fueron beneficiados por el "perdón" de la propia jerarquía militar de la dictadura, con la cual habían negociado en numerosas ocasiones. Horacio Verbitsky, por caso, no hubiera podido caminar por Buenos Aires durante el Mundial del 78 sin contar con esa amnistía. Es probable que, en el seno de las Fuerzas Armadas, haya un vacío pseudodoctrinario en cuanto a la historia militar, como ocurre también, por otra parte, en el ejército de Alemania, donde se descubren logias nazis sin solución de continuidad. Para el neonazismo germano la Alemania actual es ilegal porque fue construida a partir de la ocupación norteamericana. Pero a diferencia de Alemania, las FFAA de Argentina no pueden atribuir al terrorismo subversivo la derrota en la guerra de Malvinas, aunque podrían impugnar al régimen actual como una construcción anglosajona. De acuerdo a la información oficial, el alto mando de las Fuerzas Armadas es reacio a intervenir en custodiar la seguridad interior como lo promueve la terrorista eterna Patricia Bullrich, que alterna ambos bandos de la barricada. Claro que la presión del Pentágono y de los servicios sionistas a favor de ese involucramiento es un hecho público. El imperialismo trabaja en la actualidad con un escenario de guerra mundial que contrasta con la campaña derechohumanista que apuntaba contra la Unión Soviética hasta completar su disolución. Los escarceos acerca del terrorismo y del rol de las Fuerzas Armadas deben están condicionados por el desarrollo de las guerras imperialistas, tanto en Ucrania-Rusia como la escalada sionista-norteamericana en Medio Oriente. El destino del gobierno de Milei, sin embargo, está determinado fundamentalmente por la inminencia del default, por un lado, y un giro en las luchas de la clase obrera.
Es llamativo que Villarruel reciba propuestas políticas indecentes desde el peronismo en medio de la campaña de la vicepresidenta para reivindicar a la dictadura y a los presos por delitos humanitarios, mediante la judicialización del terrorismo guerrillero, y más llamativo es que ella no las rechace. Villarruel es la última venida a la campaña contra el terrorismo, en parte por su edad, precedida por esposas o familiares de terroristas de Estado. El éxito de "la Vice" no obedece al puesto que ha conquistado. Con la Obediencia Debida y el Punto Final de Alfonsín y luego el indulto de Menem, incluida la de Montoneros, la ultraderecha se había quedado sin platea. El arribo de los K a los derechos humanos es histórica y políticamente tardío, habiendo acompañado todas las amnistías parciales o completas con anterioridad. Fue el recurso más importante que improvisó para constituir una base social a un elenco de desconocidos; tuvo que implementar la reanudación de los juicios ante el peligro de que pasaran a tribunales internacionales. El coqueteo con Villarruel, de parte de menemokirchneristas como Berni y Moreno, señaliza el ocaso del kirchnerismo.
Los peronistas que admiten un acercamiento a Villarruel ya saben que tienen la posibilidad de contar con una respuesta positiva. Perón gobernó con López Rega, Osinde y otros lugartenientes de la Triple A, y su sucesora dio la orden para “aniquilar” a la guerrilla en Tucumán; Perón mismo respaldó el golpe de Pinochet. Bajo Menem se hicieron peronistas los Bunge Born, Alsogaray, los Cavallo y buena parte del elenco liberticida que acompañó la campaña electoral de Milei y los primeros meses de su gobierno. Milei cuenta en distintas ramas del gobierno con funcionarios kirchneristas o massistas. En la designación de los jueces de la Corte, el contubernio mileista-kirchnerista es un hecho.
El peronismo ha dado lugar a cualquiera y a todo el mundo por razones históricas concretas. A través de un bonapartismo de origen militar suplantó la inviabilidad de una democracia burguesa clásica, a la europea o norteamericana, como ha ocurrido en numerosos países, incluso si no se identifica históricamente con ellos, como el kemalismo en Turquía o el nasserismo en el mundo árabe, cuando tuvieron que hacer frente al hundimiento del imperio otomano y de monarquías anquilosadas, respectivamente. Pero el bonapartismo no tiene su origen en la periferia, sino en el centro, específicamente en Europa con Bismarck y Napoleón I y III: las experiencias en la periferia no son originales, sino copias modificadas. En Europa, dieron paso a la democracia parlamentaria cuando el proletariado se convirtió en fuerza políticamente independiente por medio de los sindicatos y partidos socialistas. El peronismo abrevó en Mussolini, que hizo un paso fugaz por el bonapartismo al fascismo. La verdadera originalidad, no del peronismo, sino del fenómeno de conjunto del que dio cuenta, fue la combatividad de la clase obrera que aceptaba actuar bajo el paraguas del peronismo, luego de haber sido traicionada por los partidos socialista y comunista y sus sindicatos. Otra peculiaridad única del peronismo fue el ejercicio del bonapartismo en ausencia, aunque con crisis constantes, en los 18 años de exilio de Perón. Ni los gobiernos de Menem o de Kirchner replicaron el bonapartismo sui generis en presencia, ausencia y retorno de Perón. En la actualidad es un aparato desorganizado que ha perdido más elecciones de las que ha ganado. Las transfusiones de sangre, como la de los neoliberales bajo Menem o los falsos progresistas bajo los Kirchner, no funcionan más. Lo certifica el final de Alberto Fernández, que fue alfonsinista, menemista, cavallista y kirchnerista. Hay quienes opinan que el manto bonapartista será ungido en los hombros de Milei, de la mano de las redes sociales. Es una variante improbable de parte de quien pretende pasar a la historia como el pagador regular de la deuda pública. Lo que es cierto es que el final del bonapartismo típico de Argentina no dará paso a un sistema parlamentario de partidos, incluido un partido de la clase obrera. Los tiempos históricos se han apretado o acortado considerablemente. El verdadero interrogante es si la clase obrera contará con un partido revolucionario actuante o potencial en las próximas conmociones revolucionarias.