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Hace apenas unas horas, se dio a conocer el fallecimiento de Beatriz Sarlo. Intelectual, escritora y pensadora comprometida con sus posiciones políticas, su renombre alcanzó a Latinoamérica, fuertemente, y también a buena parte del resto del mundo.
Su último libro publicado a poco de empezar el 2024 había sido “Las dos Torres” (Siglo XXI), una compilación de ensayos y conferencias, algunos ya publicados y otros inéditos. A mediados de este año había entregado a la misma editorial, Siglo XXI, una carpeta con el material de su próximo libro de memorias. Protagonista tanto de la renovación cultural de los años sesenta como de los ochenta, profesora capaz de atraer multitudes a sus clases, a Beatriz Sarlo le fascinaba la literatura.
“Mi relación con la política es muy intensa desde los 20 años”, contó Sarlo alguna vez en los medios. De hecho, recientemente, había declarado en una entrevista que está claro que no es partidaria de Milei ni de su forma de gestionar el Estado argentino. “Gestionar”, como si de un tecnócrata se tratara y no de un representante de los capitales extranjeros, del gran capital y el imperialismo, con las “tech” de la mano, con el trumpismo y el sionismo genocida.
A renglón seguido, en la misma entrevista, Sarlo planteó que para tener grandes ideas hay que tener una idea a largo plazo que no sea tan sectaria como la de Milei, quien pensaría que poniendo el mercado a la cabeza de todo se solucionan las cosas, subrayaba. De hecho, también conformó un grupo de intelectuales que suscribió un documento convocando a votar por cualquiera de los candidatos que enfrentaba a Milei en el ballotage.
Durante la pandemia, Sarlo rechazó ser vacunada en el “vacunatorio VIP”. A raíz de esto, fue llamada por María Eugenia Capuchetti, Jueza Federal en lo Criminal y Correccional Nº5, para declarar en la causa que se había abierto a raíz de este motivo.
Beatriz Elcidia Sarlo Sabajanes nació en marzo de 1942 en Buenos Aires. Hija única de Leocadia Beatriz del Río y Saúl Sarlo Sabajanes, abogado antiperonista que llegaría a ser juez, creció en un ambiente familiar marcado por el respeto por la educación (sus tías eran maestras). Cursó el bachillerato en el Liceo 9 “Santiago Derqui” y en 1959 se inscribió en la carrera de Letras de la UBA. Durante varios años, militó en el Partido Comunista Revolucionario. En un ensayo incluido en “Las dos Torres”, Sarlo recuerda aquellos tiempos y un instante decisivo: el día en que, durante una clase particularmente compleja, descubrió que había aspectos del saber a los que realmente nunca había llegado, zonas de la construcción intelectual que se le resistían, que demandaban trabajo y tiempo de elaboración, y fue precisamente el hallazgo de esa dificultad lo que despertó la pasión por un territorio -el del ensayo y la discusión conceptual- que nunca abandonaría.
Sarlo ha legado su obra a todas y todos los interesados por conocer y enseñar. Entre 1984 y 2003, fue profesora en la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En el campo de las Ciencias de la Comunicación, ha sido un faro. En ese sentido, se encuentran sus artículos y sus publicaciones con Carlos Altamirano, por ejemplo, los “Ensayos argentinos: de Sarmiento a la vanguardia”, “Conceptos de sociología literaria” (1980) y “Literatura/Sociedad” (1983).
Sus investigaciones sobre los folletines o el campo literario argentino en el Centenario (1910) fueron de gran relevancia. Sarlo retomó una posta teórica, la de David Viñas, entre otros, tomando en cuenta sus numerosos ensayos sobre lo que se denomina “cultura nacional”. También fundó en 1978, junto a Altamirano y Piglia, la revista “Punto de Vista”, de la cual sería directora hasta el último número, publicado en 2008. La muerte de una figura clave del campo intelectual, desde un punto de vista académico, nos lleva a extremar las observaciones, a traducir el caso en una línea de trabajo o hipótesis.
“Punto de vista” fue también el espacio en que, entre muchos otros, escribieron María Teresa Gramuglio, Hugo Vezzetti, Hilda Sábato, Oscar Terán, Rafael Filipelli, Adrián Gorelik, Ana Porrúa y donde se publicaban (por lo general, por primera vez en el país) artículos de autores como el británico Raymond Williams o el francés Pierre Bourdieu. La publicación fue, además, zona de supervivencia y renovación intelectual durante la dictadura. En 1986 ingresó como investigadora independiente en el Conicet. Dictó también cursos en varias universidades de Estados Unidos (Columbia, Berkeley, Maryland, Minnesota, Chicago, Harvard) y realizó trabajos para el Wilson Center en Washington, como Simón Bolívar Professor of Latin American Studies en la Universidad de Cambridge. Fue becaria del Wissenschftskolleg, en Berlín.
La obra de Sarlo conforma una “espada, pluma y palabra”, ya que también se daba el hecho de defenderla ante los ataques vulgares del progresismo academicista cuando el kirchnerismo estaba en la cúspide, siendo esta una reivindicación necesaria. Es recordado su paso por “678”, el programa de la alcahuetería K, cuando le puso un freno a los desvaríos de Orlando Barone con aquel impenetrable “Conmigo no, Barone”. Y lo anteriormente mencionado es sin dejar de criticarla, que de algún modo es una de las mejores formas que adquiere el reconocimiento. Un reconocimiento que se registró no solo en la palabra, lo cual no es poco, sino en acciones concretas, de esa mirada tan aguda para el análisis cultural.