Escribe Julián Asiner
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El primer ministro del Reino Unido, “Sir” Keir Starmer, anunció esta semana el desmantelamiento del prestigioso Servicio Nacional de Salud (NHS), que aseguró el acceso a la salud pública y gratuita de la población de las Islas desde finales de la segunda guerra mundial. Ahora, el gobierno laborista resolvió tirar abajo los resabios de lo que fue una conquista sanitaria histórica de la clase obrera británica, mientras se comprometió a aumentar el gasto militar y el presupuesto de Defensa para afrontar la guerra imperialista en desarrollo.
El discurso del líder del Partido Laboralista tuvo todos los condimentos de los brutales ataques contra la salud pública que el dúo Trump-Musk profesa en Estados Unidos y que Milei ejecuta en la Argentina. Starmer, quien llegó al gobierno con el auspicio del fondo BlackRock, apuntó contra “la casta” del NHS al señalar una supuesta duplicación de funciones entre lo que llamó la “capa burocrática” de este organismo y el Departamento de Salud y Asistencia Social que depende del gobierno. La conclusión fue el despido de 9.000 trabajadores, que representan aproximadamente a la mitad del plantel de ambas instituciones.
Hasta el momento, el NHS, como organismo autónomo, se encargaba de supervisar el funcionamiento del sistema de salud público, gestionar recursos, coordinar los servicios de medicina general y de atención primaria de la salud, organizar la formación profesional y recopilar información epidemiológica. Según los anuncios del gobierno, estas funciones serán “reabsorbidas” por el actual secretario de Salud, Wes Streeting, que asumirá un control directo del sistema, en un movimiento que provocó la renuncia semanas atrás de Amanda Pritchard, directora ejecutiva del NHS.
Los miles de despidos y la abolición del NHS se producen tras años de políticas de austeridad, recortes y reformas privatizadoras, que provocaron una quiebra de la capacidad de atención en paralelo al agravamiento de todos los padecimientos y la demolición de las condiciones materiales de vida de las masas trabajadoras de las islas. El Brexit, prometido como un respiro frente a un cuadro de decadencia económica y social, no hizo más que sumar nuevos ajustes y crisis políticas, que provocaron la caída de sucesivos gobiernos. La pandemia, primero, y la guerra de la OTAN en Ucrania, después, llevaron este cuadro social al paroxismo.
Así, el NHS pasó de ser la institución pública más prestigiosa del país a someter a sus pacientes a 18 meses de demora para conseguir un turno para una derivación médica. Se calcula que 7,2 millones de personas se encuentran a la espera de un tratamiento en el Reino Unido, mientras que el acceso a pruebas de diagnóstico, como una tomografía, puede dilatarse durante meses y meses. Los salarios de sus profesionales, al igual que ocurre con los del conjunto de los trabajadores, se deterioraron verticalmente, en lo que provocó la huelga de la salud más importante de los últimos 75 años (https://politicaobrera.com/9930-inglaterra-medicos-residentes-protagonizan-la-huelga-de-la-salud-mas-larga-de-los-ultimos-75-anos).
En el país de la City de Londres, la plaza financiera más importante del mundo junto con Nueva York, progresan las enfermedades infecciosas del siglo XIX. En los últimos meses, ha habido brotes de sarna, sífilis y gonorrea, todas asociadas al crecimiento de la miseria social y a la destrucción del sistema de prevención de la salud. Entre los niños, aumenta el sarampión y la tos convulsa, como consecuencia de la caída de las tasas de vacunación. La mala alimentación y la pobreza, que es la más alta en los últimos 30 años, trajeron aparejado el incremento del raquitismo, el escorbuto y la desnutrición.
En estas condiciones, los voceros del capital financiero protestan por el aumento de las prestaciones sociales por incapacidad laboral y discapacidad, que involucran a 4 millones de personas y un presupuesto de alrededor de 65.000 millones de libras al año. Según un informe que publicó en estos días el Financial Times (16/3), el gasto en pensiones para personas en edad laboral aumentó exponencialmente en la última década, llegando al 3 % del PBI, lo que compensó el recorte de programas como el Universal Credit (ingreso mínimo para desocupados) ejecutado por los últimos gobiernos conservadores. De acuerdo con este informe, el principal motor de la demanda de pensiones del llamado Personal Independence Payment (PIP) es el agravamiento de los problemas de salud mental tras la pandemia.
La retracción de la economía británica, que en enero se redujo un 0,1 % a pesar de las expectativas oficiales de crecimiento, está provocando una crisis política en las islas. La popularidad del gobierno laborista cayó drásticamente y, debido a este freno económico, no logró obtener los ingresos fiscales esperados por el aumento de los impuestos a las empresas ejecutado al inicio de su mandato. En paralelo, la carga exorbitante de la deuda pública alcanza al 100 % del PBI, el nivel más alto desde 1960. En este contexto, se espera que la jefa del Tesoro, Rachel Reeves, anuncie en estos días un nuevo paquete de recortes, acompañado por el incremento del gasto militar y medidas de desregulación financiera.