Escribe Jorge Altamira
Las consecuencias del acuerdo con el FMI son explosivas.
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El ‘tema’ económico de la semana ha sido la pendiente hacia abajo que ha recorrido el dólar, cuando los mentideros de la prensa habían anunciado una suba rápida de la divisa hacia el tope de 1.400 pesos pactado en el acuerdo con el FMI. La paradoja de este relato es, sin embargo, para qué quería el gobierno un acuerdo con el Fondo si, tal como venía ocurriendo, el dólar reptaba en torno a los 1.000/1.100 pesos con el esquema anterior. Este esquema, no obstante, no había podido parar un ascenso de la suba de precios en el semestre, hasta llegar al 3,7% mensual en marzo, ni lograba frenar una salida persistente de divisas que profundizaba el saldo negativo de reservas del Banco Central.
Pero entre los 1.100 pesos por dólar de antes y los mismos 1.100 pesos de ahora “pasaron cosas”. El FMI acompañó al Gobierno en una de las mayores estafas financieras que se conozca, aunque los medios de comunicación apenas la notaron o eligieron ocultarla. Se trata de un préstamo de 20 mil millones de dólares al Tesoro nacional, que fue transferido al Banco Central en calidad de pago de una deuda inexistente. De este modo, las reservas internacionales netas del Central se convirtieron en holgadamente ‘positivas’, y en un arsenal para intervenir en el mercado de cambios, luego de largos años de registros negativos, o sea cuando el disponible en el Central era holgadamente inferior a sus deudas o pasivos. El ‘muerto’ cargado al Tesoro -un 5% nada menos del PBI- será pagado por los contribuyentes, de un lado, y por un mayor ‘ajuste’, del otro. La insistencia de la camarilla oficial en que no ha aumentado la carga impositiva es redondamente falsa, porque cada punto de suba de la inflación representa otro tanto en el pago del IVA, en Ingresos Brutos y hasta los impuestos municipales e inmobiliarios. Como han escrito algunos boletines económicos, el excedente de reservas netas del Banco Central es para que los especuladores no salgan a comprar dólares con la intención de provocar una devaluación del peso. La estafa operada contra el Tesoro es la causa fundamental de la inversión de tendencia, a muy corto plazo, en el mercado de cambios.
La política financiera oficial adolece de una ‘dólar-dependencia’ negativa. Para cumplir con el cronograma de pagos de intereses y vencimientos de la deuda externa necesita de un superávit fiscal creciente medido en dólares. Cuanto más se deprecia el dólar, mayor es el valor de ese superávit que se recauda en pesos. Una devaluación tiene el efecto contrario: obliga al Gobierno a pagar la deuda externa por medio de un mayor ajuste fiscal –algo que tiene un límite económico y político insuperable. El planteo de los críticos -‘devaluemos para que ingresen más dólares de exportación para pagar deuda externa’- es rechazada por el oficialismo como “inflacionaria”. La deflación, por otro lado, rinde enormes beneficios a los tenedores de deuda interna o local, que se encuentra nominada en pesos. El monto de la deuda en pesos no es moco de pavo, pues representa el equivalente a 250 mil millones de dólares. Aunque se encuentra indexada, sería perjudicada por una devaluación del peso y, no menos importante, aumentaría enormemente la deuda en pesos de la Tesorería con sus acreedores.
El muro levantado por los 20 mil millones de dólares que han sido entregados en forma gratuita al Banco Central, opera como un seguro de cambio gratuito. Se esperan otros 4 mil millones de organismos internacionales, que irán al Central vía endeudamiento del Tesoro. Los especuladores dejan de endeudarse con los bancos para comprar ese seguro en el mercado de futuros; el seguro del Central lo paga ahora el Tesoro nacional, o sea, el ciudadano de a pie. Este muro se refuerza porque no ha sido levantado el cepo cambiario para los grandes operadores, o porque se les ha impuesto un bono en lugar de dinero, con el consiguiente aumento de la deuda pública. Los bancos, por su lado, han aumentado la tasa de interés, que en algunos casos llega al 50/55% anual. Han respondido, con esos aumentos, a la fuerte disminución del crédito de reposición por parte del Banco Central. Todo esto tiene un efecto económico depresivo y monetariamente deflacionario, pero ha permitido renovar con creces la deuda pública doméstica a cambio de mayores tasas de interés. Si los intereses que se refinancian por medio de este endeudamiento, fueran incluidos en una hoja amplia de balance del Tesoro, Argentina se convertiría en uno de los países con mayor déficit fiscal en el mundo. El elogiado “Masterclass” ha armado una bomba varias veces más potente que la que puso como ministro en el gobierno de Macri.
El Gobierno ha pedido desesperado la ‘asistencia’ del FMI porque enfrentaba un escenario mutuamente alimentado entre default e hiperinflación. Contra todo el relato oficial, “La oferta de dinero en la economía sigue subiendo rápido”, dice el Financial Times (16/4). Un gurú del ‘libertarianismo’, el norteamericano Steve Hanke advirtió acerca de la “rápida expansión monetaria”; se refieren a la expansión secundaria del sistema bancario y de las operaciones con garantía de la deuda pública. De aquí desprenden las consultoras que el aumento del costo de vida seguirá a una tasa creciente. El resultado es un aumento de la mora en el pago de deuda corporativa –por ejemplo, Celulosa (Infobae, 16/4). Todo este esquema favorece, naturalmente, el negocio de vender dólares y poner los pesos a cambio de un interés (carry trade), acumulando más presión en el mercado de cambios a corto plazo. Pero los márgenes operativos no son los de antaño, porque la venta de dólares a mil pesos es equivalente a rifarlos.
El Gobierno ha comprado muy poco tiempo, a cambio de una presión explosiva más intensa que la prevaleciente hasta ahora. Los más blindados del oficialismo esperan que las exportaciones del agro y la energía permita continuar con el pago de intereses y vencimientos a corto plazo de la deuda externa, y por este medio obtener acceso financiero en los mercados internacionales. Pero justamente ahora se desarrolla un derrumbe, tanto del comercio como del financiamiento internacional. Al fin de cuentas, toda crisis de envergadura en un país es una refracción, con características propias, de una crisis internacional. Ahora mismo, quienes tienen una crisis de deuda ‘à la Argentina’, son Donald Trump y el Tesoro norteamericano.
El Gobierno tiene toda la intención de convertir su relato acerca de “la lucha contra la inflación” en una bandera para reforzar el congelamiento de las paritarias en torno a aumentos del 1-1,5% mensual. La burocracia de la CGT, encantada. Los activistas de la clase obrera, por el contrario, deben rechazar este verso como una extorsión, y agruparse para dar una respuesta de conjunto.
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Marcelo Ramal en Vanguardia Noticias - Caleta Olivia (19/04/205) Canal de YouTube de Política Obrera.