Escribe Pablo Busch
Por “un programa obrero” para entendernos con un futuro “gobierno popular”.
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El jueves 11 se realizó en la CABA un encuentro sindical del que participaron la la Federación de Aceiteros, ATE, la UOM, SiPreBA y 280 delegados de los cuatro gremios. Estuvieron presentes Daniel Yofra (Federación Aceitera y Desmotadora de Algodón), Abel Furlán (UOM), Rodolfo Aguiar (ATE) y Agustín Lecchi (SiPreBA). Son direcciones sindicales que, de diferentes modos, han expresado su disidencia con el inmovilismo de la burocracia de la CGT. Sorprende, en este sentido, que no haya reunido un número mayor de sindicatos. El punto principal de la agenda del Encuentro ha sido “la lucha por el Salario Mínimo Vital y Móvil, según su definición constitucional y legal, la defensa del derecho a huelga y la necesidad de un programa de la clase trabajadora”. El salario mínimo igual al costo de la canasta familiar es una reivindicación que Aceiteros ha convertido en emblema (“garantizar alimentación, salud, esparcimiento, previsión, transporte y vacaciones”), señaló Yofra, por eso sorprende que esta frormulación haya sido reemplazada por “su definición legal y constitucional”, que es objeto de las más variadas interpretaciones. También señaló “la lucha por el salario es el eje fundamental” (InfoGremiales, 13/9).
No es una novedad para nadie que todo esto contrasta con la incapacidad de la UOM y de Abel Furlán, uno de los presentes, para derrotar el ajuste salarial de Milei y Rocca, en la rama metalúrgica, que encuadra a los tercerizados de la Siderurgia, y la incapacidad para imponer un convenio colectivo de trabajo para los trabajadores siderúrgicos, ni qué hablar de las suspensiones y despidos. A todo efecto concreto y práctico, la directiva de la UOM ha sido cómplice de las grandes patronales, a despecho de algunos discursos escasos de Furlán contra ellas, para disimular una política de capitulación. De acuerdo a todo esto, el Encuentro en cuestión no pasa de una ficción. Estatales, metalúrgicos y periodistas son tres de los convenios que más han retrocedido en términos salariales en los últimos años, sin que ninguno de esos sindicatos haya salido de la pasividad. Las patronales y el gobierno de Milei han liquidado el convenio de la UOM, en su rama siderúrgica como en su rama general, a todo efecto práctico.
Nada de esta ficción, sin embargo, le quita al Encuentro su importancia política. Lecchi, del SipreBA, “destacó el triunfo del peronismo en las elecciones de la provincia de Buenos Aires, porque”, no vaciló en señalar, “fue un triunfo de toda la clase trabajadora”. Axel Kicillof, el gobernador de la provincia ha sido, reconocidamente, un máximo ajustador. Despues del “triunfo de la clase trabajadora” cerró el acuerdo de reestructuración de deuda de la Provincia con los acreedores que se pusieron afuera en 2020. Es lo que los bonaerenses deberán pagar a partir de ahora como ´premio´ por tamaño ´triunfo´. El Encuentro se abocó, en definitva, no a elaborar un plan de lucha para el momento actual, sino para reubicarse ante lo que entiende sería una nueva etapa. Es decir a una “procrastinación”, como se ha puesto de moda para definir al inmovilismo.
Furlán fue muy preciso: “como esto va a tener un fin, ese fin no nos tiene que encontrar sin saber qué hacer. Tenemos que tener una propuesta”. El exsecretario general de la UOM de Campana no aprendió a “no dejar para mañana lo que debas hacer hoy”. La ‘política’ se encargará de ponerle fin “a esto”, mientras la clase obrera mira desde la tribuna cómo crecen el atraso salarial y la precarización laboral, a la cual nadie se refirió, cuando es “esto" a lo que hay que poner fin, y solo puede hacerlo una lucha de clases de conjunto de los trabajadores. Lecchi redobló: “tenemos que tener un programa obrero para presentar a los gobiernos populares (sic)”, o sea, a los pagadores seriales de la deuda externa. A los gobiernos antiobreros habría que dejarlos en paz, como ha hecho la CGT de Kicillof, que firmó con Milei el Pacto de Mayo.
El secretario de SiPreBA fue tan lejos como pudo para insistir en lo de él: “un programa obrero para tener una patria soberana con inclusión”: una de las tantas fórmulas para expresar la subordinación de la clase obrera a la burguesía. Aunque Furlán señaló, con una demora de dos años, que “tenemos que ver cómo nos organizamos para la resistencia”, también agregó: “Tenemos que tener una propuesta. Tenemos que tener un programa porque cuando tuvimos un programa pudimos decir qué país queríamos”. No precisó cuando ocurrió eso, porque si es por el gobierno peronista de hace 80 años, el único antecedente de “una propuesta obrera", por esos años, es la que había planteado el Partido Socialista, que Perón hizo en parte propia para poder estatizar a los sindicatos. Como el Encuentro defendió con énfasis el derecho de huelga, recordemos que la CGT, en su congreso de 1949, se lo transfirió incondicionalmente a Perón.
El “programa obrero” (que el Encuentro no discutió) no está pensado en función de una agenda independiente de la clase obrera, sino para ser presentado a un futuro gobierno “popular”. El movimiento obrero es, para los partícipes del Encuentro, un factor de presión, o sea que se coloca políticamente a la retaguardia. Los intereses de la clase obrera son colocados como furgón de cola de los intereses de otras clases sociales.
Los activistas obreros, como son los delegados jóvenes que encabezan la lucha en Ternium, tambíén tenemos urgencia de un Encuentro para enfrentar la ofensiva capitalista y la crisis de conjunto que se viene encima. No debemos ‘procrastinar’, porque ningún sector de la burocracia puede comportarse como una verdadera dirección obrera.
