Contribución para la crítica de la violencia escolar

Escribe Andrés Soko

Tiempo de lectura: 8 minutos

En un artículo reciente del diario Clarín se pudo conocer diversas opiniones referidas a la violencia en las escuelas, referenciándose en la política por la falta de sanciones. El artículo recoge palabras del ministro de Educación de la PBA, Sileoni, quien afirma que “hay procedimientos” y que estos ofrecen posibilidades “desde las más blandas, que es obligarlos a asistir a talleres, también invitar a los alumnos a cambiar de turno, y la más dura, decirle al alumno que no hay lugar para él en la escuela" (Clarín 06/11).

En la opinión de algunos analistas en referencia a las sanciones expresa que “se ha visto un relajamiento en la aplicación de algún instrumento" como propuesta de solución expresa que "hay que volver al límite, a construir normas de convivencia" porque, según èl “lo que se perdió es la autoridad en las familias y después en la escuela.”

Otra experta consultada en el mismo artículo considera que todas las secundarias deberían impartir "un curso de ingreso" donde profundizar materias como lengua y matemáticas, además de "todas las habilidades y hábitos que se requieren para ser un estudiante de secundaria". A esto agrega que deberían existir sanciones y premios, donde se premie "el buen comportamiento, la asistencia a clase, las buenas habilidades con los compañeros". Lograr esto sería posible con docentes que “puedan trabajar en equipo" y "que no se concentren solamente en sus 45 minutos de clase y tengan tiempo para trabajar en estos aspectos cruciales para los adolescentes, que sientan la fuerza del sentido de su misión" la clave, dice, es que "la escuela necesita traer de nuevo a las familias. Que, en vez de decirles 'no se metan', les digan 'vengan, los necesitamos'” (ídem, Clarín).

El artículo no toma citas del ministerio de educación de CABA, tampoco de Nación. Efectivamente existen procedimientos, lineamientos, guías y protocolos de accionar. En las escuelas el asunto problemático no se da por la existencia de procedimientos o por la conformación de normas de convivencia. Se trata de la dificultad creciente que vive la docencia para desarrollar su actividad de enseñanza en el ámbito escolar. Las normas establecidas buscan adaptar la enseñanza a la lógica del capital en tiempos de ajuste, crisis y vulneración desacoplando, de este modo, la lógica pedagógica del ámbito escolar.

Expertos que incentivan normativas

Las familias golpean docentes y se golpean entre sí en las escuelas; los estudiantes encuentran en la violencia modos de dirimir sus divergencias; mientras el Estado realiza una campaña de difamación contra la docencia. La sola idea de que habría un “relajamiento” en la implementación de las normas desconoce las condiciones de cómo se enseña. La docencia no sólo tiene sobrecarga de trabajo, más de dos turnos o multiplicidad de horas cátedras; ahora se le suman la búsqueda de otros tipos de empleos (manejar aplicaciones o promover microemprendimientos) que derivan en el pluriempleo de la docencia. También debe considerarse la incertidumbre que genera la modificación de los diseños curriculares que ponen en duda la continuidad de una amplia variedad de disciplinas como también el cambio del régimen académico que multiplica, diversifica las tareas dentro del aula conllevando a la descalificación de las intervenciones didáctico pedagógicas.

Ante cada episodio de violencia en el ámbito escolar se busca la disfuncionalidad de los participantes, de modo que aparezcan como simples singularidades, como meras excepciones a los comportamientos sociales esperables. Sin embargo, los acontecimientos están ocurriendo en los más diversos actores sociales donde el común denominador es la violencia que se abre paso entre los miembros de la comunidad educativa.

La idea de una singularidad especial en el individuo de hacer el mal fue desmantelada hace mucho tiempo a través del experimento que realizó Milgran (profesor del Depto de Relaciones Sociales de la Universidad de Harvard) en Estados Unidos en la década de 1960, quien publicó un informe llamado “la compulsión a hacer el mal”, donde expresó que “es psicológicamente fácil ignorar la responsabilidad cuando uno está inmerso en una cadena de acciones perniciosas y se encuentra lejos de las consecuencias finales de la acción”, esto se ve reforzado por la división social y las diversas tareas que surgen a raíz de que la persona despliega amplio conocimiento sobre una única especialidad o especificidad, lo que “va fragmentando toda la acción humana.” (en Obediencia a órdenes criminales, ed. CES, 1969). Para Milgram, la enajenación y la división social del trabajo son elementos fundantes que establecen las condiciones para la posibilidad que individuos hagan el mal a su entorno.

La violencia entre pares, la violencia de la familia hacía la escuela y una campaña sistemática por cuestionar el rol docente como política de Estado, resultan expresiones crecientes en la vida cotidiana. No se trata de expresiones aisladas y excepcionales de individuos determinados. La violencia, como suceso, como acto, es expresión final de múltiples determinaciones donde entran en juego la psiquis y emociones de quienes participan en los sucesos, pero también entran en escena las condiciones sociales e históricas que concluyen en dicha expresión; también las perspectivas y el sentido que cada participante tiene de lo que podrá sucederle frente a la realización de determinado acto. La realidad se vuelve habilitante o no, para estos sucesos.

Tanto en Argentina, como en el mundo las expresiones violentas se difunden en cadena nacional e internacional. Presidentes que hacen uso del lenguaje soez, de la descalificación, del desprecio por la vida ajena, la prepotencia mientras conducen al mundo al incremento de las escaladas bélicas construyendo el escenario de una 3era Guerra Mundial, donde la práctica del genocidio y la agresión a la poblaciòn civil se han convertido en medios viables para imponerse.

Tomando en consideración que los individuos despliegan su capacidad creativa en un entrelazamiento con el medio y si este estimula la agresividad mediante discursos de odio y acciones de desprecio, maltrato y agresión la creación adquiere, también, esas formas porque el medio no ofrece limitaciones para estos modos de actuación. No se trata de carencia de autoridad de docentes o familias, sino de la falta de una autoridad capaz de poner un freno, un reparo y una reorientación al presente que vivimos. En estos aspectos de la vida cotidiana se observa, también, la atomización y la no intervención de la clase obrera. Cuando no hay fuerzas que se contrapongan a la violencia ejercida por el capital, se desenvuelven todo tipo de prácticas y acciones. La ciencia se desarrolló sin limitaciones éticas bajo las torturas que se realizaban en los campos de concentración del nazismo.

La escuela en tiempos de guerra

Ya sea a través de las políticas educativas, como desde los aportes de los expertos en educación se insta a que sea mediante la escolaridad que los individuos adquieran habilidades sociales, capacidades laborales, flexibilidades creativas y aprendizajes para la convivencia. En nada de todo esto se apela a la formación científica y cultural. La escuela aparece como un eslabón para formar al individuo quien, luego de adquirir sus habilidades, se incorporaría al mundo social. Un sinsentido, de ahí que la misma escolaridad no tenga sentido para los estudiantes que no son interpelados en sus inquietudes por el espacio educativo. A la escuela se le exige que haga todo lo contrario a lo que las fuerzas políticas estimulan toda vez que promueven e imponen la descalificación; el empobrecimiento de las condiciones de vida de los trabajadores y sus familias; incentivan la guerra y estigmatizan al inmigrante.

Las reacciones que observamos en las personas, en todas las esferas y en las escuelas, son resultado de las emociones que emergen en los individuos y esta emocionalidad sin duda es un elemento psicológico, pero es, también y en mayor medida, un elemento cultural y social. Por estar fusionadas con significados culturales y con relaciones sociales las emociones se expresan siempre enérgicamente, de manera prerreflexiva e incluso, semiconsciente. Las reacciones emocionales, profundamente irreflexivas, son resultado de la internalización de la cultura y la sociedad en la que vivimos.

Concebir que educar es el medio por el cual promover la movilidad social o la posibilidad de superar los problemas sociales, es una falsa conciencia; es decir, es ideología que encubre las relaciones capitalistas y por lo tanto, la lucha de clases. La posibilidad de una alteración definitiva de estos comportamientos no se reduce a vender protocolos de actuación, guías de orientación y normativas penales. Los problemas esenciales de la educación no pueden ser resueltos de otro modo que después de haber resuelto la cuestión social en toda su plenitud.

La lucha por el socialismo

La vida escolar se ve afectada por las condiciones de vida social en las que la dinámica del capital envuelve a toda la humanidad.

La docencia constituye el corazón social y cultural de la sociedad porque es una caja de resonancia de las angustias y de las expectativas de la masa de trabajadores, especialmente de la niñez y de la juventud.

Apuntar a quebrantar el lazo entre docentes, estudiantes y familias ha sido una campaña sostenida por los distintos gobiernos al servicio del capital, con CFK denunciando los paros docentes y desinformando cuando dijo que teníamos 3 meses de vacaciones, hasta el actual gobierno que apunta a una campaña sistemática para denunciar docentes por supuestos adoctrinamientos.

Los sindicatos están ausentes de toda lucha salarial e incluso se muestran incapaces de asumir reivindicaciones elementales para asegurar el dictado de clases y garantizar la libertad de opinión de los docentes frente al aula. Oficialistas y opositores aúnan esfuerzos para aislar a la docencia.

Los docentes deberán tomar esta lucha contra la violencia escolar en sus manos, con asambleas docentes en los establecimientos escolares y buscando alianzas con las asambleas estudiantiles. Que los establecimientos educativos elaboren protocolos de convivencia que tomen en consideración la vida social de los/las estudiantes y también de sus familias.

Abordar las problemáticas educativas con un planteo que convierta a la escuela en epicentro de una orientación ante las necesidades insatisfechas de las masas. Promover la participación con el objetivo de forjar espacios donde alojar y enseñar.

La lucha que se desarrollará tendrá que dirimir si el colorido diverso de la conducta humana, al igual que toda adquisición cultural, representa un valor humano o si, por el contrario, ese colorido se convertirá en una muralla que los encerrará sobre sí mismos.

Una educación de calidad, crítica y libre implica reconocer las necesidades existentes en las condiciones de trabajo y de educabilidad. El incremento de salarios, la presencia creciente de docentes y profesionales de la salud con orientaciones pedagógicas, para desarrollar la enseñanza y los aprendizajes.

La libertad para la enseñanza y el aprendizaje requiere de establecer las necesidades para que esa actividad se desarrolle. Porque libertad en educación no significa hacer lo que se quiere, sino que apunta a la libertad posible dentro de un plan general educativo y del medio social. En tiempos de bancarrota y guerra, la educación para formar a la humanidad se ha vuelto incompatible con el capitalismo e incluso, con la democracia formal que en sus marcos atenta y violenta los derechos de la enseñanza y del aprendizaje.

Luchar por una enseñanza libre implica fortalecer al movimiento obrero y de masas con una perspectiva socialista.

LEER MÁS:

Ciberpatrullaje, salud mental y tiroteos escolares Por Andrés Soko, 04/11/2025.

Mendoza: el atrincheramiento de una alumna y la crisis social Por Andrés Soko, 11/09/2025.

El problema del clima escolar como problema político Por Andrés Soko, 28/07/2025.

La violencia del capital en el espacio escolar Por Andrés Soko, 12/04/2025.

Revista EDM