Congreso de Política Obrera (Partido Obrero Tendencia)

Acerca de la huelga general

Escribe Jorge Altamira

Congreso de Política Obrera (Partido Obrero Tendencia)

Tiempo de lectura: 6 minutos

El presente texto formó parte de los debates que precedieron al 25º Congreso del Partido Obrero (abril 2018). Al tiempo que echa luz sobre las luchas políticas que anticiparon la crisis del PO, el texto tiene una rigurosa actualidad en lo que refiere a la actual crisis de régimen, la cuestión del congreso obrero y su conexión con la huelga general.

La oportunidad del planteo de la huelga general está ligada a dos cuestiones fundamentales que hoy se presentan al movimiento obrero y a la clase obrera en su conjunto, a saber, la necesidad de derrotar la llamada ‘reforma previsional’ y la llamada ‘reforma laboral’. La modificación de los índices de ajuste de las jubilaciones ha sido un primer paso del ataque al sistema previsional; luego de esto vienen las subas de la edad de la jubilación y la conversión de ANSeS en un Fondo Fiduciario. En abril de 1927, la tentativa del gobierno de Alvear de imponer una contribución jubilatoria a los trabajadores, fue derrotada por una huelga general. El alcance político ulterior que pueda alcanzar una huelga general contra estas reformas, deberá ser determinado con el desarrollo de la lucha misma. La posibilidad de que el gobierno proceda a una proscripción de conjunto de las paritarias, incluso en forma parcial, sería otra instancia en que quedaría planteada la huelga general. La cuestión de si están dadas las condiciones para una huelga general que derrote estos ataques estratégicos con el movimiento obrero y la clase obrera, está fuera de lugar, porque esas condiciones deben probadas mediante una agitación política en esa dirección. Como diría el Che: los ‘puntos de inflexión’ no sólo se dan sino que, por sobre todo, deben ser creados. Históricamente, las huelgas generales han creado esos ‘puntos de inflexión.

El paro nacional, activo o no, en oposición a la huelga general, ha sido el método que ha adoptado la burocracia sindical en el último medio siglo, para encaminar las presiones de la clase obrera hacia una negociación con el gobierno de turno. Criticar al paro nacional como aislado es una redundancia, pues tiene, precisamente, ese propósito y evitar así un enfrentamiento de clase consecuente de conjunto. En ocasión de las recientes movilizaciones contra la confiscación de las jubilaciones, la burocracia, en sus distintas variantes, no tuvo ni la intención de llevar su proclama de paro a la práctica: uno de los motivos fue evitar una crisis que concluyera con una huelga general. Ni los sindicatos de la Corriente Federal, MASA o la UOM, votaron un paro para apoyar las movilizaciones del 14 y 18 de diciembre.

La huelga activa es un instrumento formidable cuando se trata de impulsar la movilización de la clase y la agitación política, incluso como protesta contra las políticas oficiales o para enfrentar distintos atropellos de conjunto o ataques parciales, como por ejemplo el ataque al sistema previsional del Banco Provincia, los despidos masivos en el Ingenio La Esperanza o el cierre de Fanazul. O sea paros activos de solidaridad. En estos casos, sin embargo, el planteo de la huelga general puede ser una consigna pertinente hacia las masas movilizadas, por un lado, y también dirigida a las Regionales de la CGT o CTA. Los paros activos para apoyar movilizaciones generales de la clase obrera, deben ser un terreno especial para propagar el planteo de huelga general. Nuestro partido ha procedido de este modo en numerosas ocasiones.

El procedimiento del paro, en oposición a la huelga general, ha sido usado hasta la náusea en los principales sindicatos, frente a los impasses de las paritarias o en otra clase de conflictos. El más notorio es el de SUTEBA. Todo esto demuestra que la cuestión de la huelga general ocupa un lugar central en el asunto de la crisis de dirección. El escalonamiento de paros de 24 horas ha sido, al menos en la mayor parte de los casos, una política de derrota.

Es falso, claro, que la huelga general vaya a la zaga del paro activo, en eficacia y capacidad para desarrollar una conciencia de clase, con el argumento de que la primera supone el cese de tareas, en tanto que la segunda añade o propicia la movilización callejera. Eso depende de la dirección. Lo contrario sería propiciar que los paros activos autoricen o prevean el funcionamiento del transporte para facilitar traslados de trabajadores; en efecto, en varias ocasiones hubo planteos de eximir al transporte de un paro general – por ejemplo, el 18. Hay muchos modos de facilitar la movilización de los trabajadores, sin necesidad de propiciar que el transporte rompa la huelga, por ejemplo que funcione solamente para trasladar huelguistas.

En Europa, la burocracia también ha recurrido a los paros de 24 horas, en especial por parte de los sindicatos individualmente, con la modalidad de la “reconducción”, lo que significa que la huelga queda pendiente a lo que se decida cada día. No es necesario este recurso vacilante para que ‘las bases puedan decidir’; nuevamente, es un problema de dirección.

La reivindicación de un Congreso de Bases de la CGT, los sindicatos y otras centrales se convierte en una abstracción propagandística si no va acompañada del planteo de huelga general para derrotar un ataque estratégico, como son las mentadas ‘reformas’. Sirve para desarrollar una presión que obligue a la burocracia a convocar a ese Congreso, o al menos en diversos sindicatos, o a crear las condiciones para una nueva dirección. La estrategia de nuestro partido responde a una totalidad, que unifica dialécticamente a las partes. El desarrollo de los Consejos Obreros, a cien años de la Revolución de Octubre y a 112 de la Revolución de 1905, tuvo como fuerza motriz a la huelga general. Lo mismo vale para el Mayo francés de 1968 o el junio-julio, también francés, de 1936.

El paro activo nacional tiene una historia gloriosa, que seguramente vive en el sub-consciente de las nuevas generaciones. Fue lo que desató el Cordobazo, a partir de una convocatoria del SMATA y de Tosco. La hemos caracterizado, en su momento, como una creación original de la clase, que se repitió subsiguientemente. Esto no significa que haya que dejar de lado sus limitaciones: nunca pretendió producir una huelga general, ni luchar por una huelga general. Estas limitaciones obedecieron, en parte, a la política de paralelismo sindical de las direcciones foquistas, e incluso de guerra civil al interior de los sindicatos. La ausencia de una huelga general respondía a la política de la burguesía y la burocracia de promover un frente o unión nacional que ocupara la transición de la dictadura, y que se materializó, como última instancia, con el retorno de Perón. Las huelgas a repetición de junio/julio de 1975 no culminaron en una huelga general indefinida, precisamente por la crisis entre la burocracia asesina y los activistas orientados por el foquismo a una lucha armada contra ella. La historia demuestra es necesario reivindicar la paro con movilización, precisamente como un instrumento de agitación y movilización, y señalar sus limitaciones para derrotar el paquete anti-obrero del macrismo.

Por ejemplo, en el momento actual, deberíamos plantear: “Ganemos las calles con un paro activo contra el DNU que embarga salarios y confisca la Anses; contra el desconocimiento de CTERA; por la reincorporación de los despedidos; por la reapertura de Fanazaul”. “Por una huelga general para que devuelvan lo robado a los jubilados y por la derrota de las ‘reformas’ jubilatoria y laboral.” “Congreso de Bases de la CGT y los sindicatos”.

Opositores, por un lado, al paralelismo sindical y, por el otro, a los frentes charlatanescos, no propiciamos coordinaciones que rivalicen con los sindicatos y regionales, o que puedan convertirse en criaderos de pichones de burócratas. Excluir esta posibilidad equivale a excluir la consigna de comité de huelga en una huelga, lo que la dejaría en manos de la burocracia, o piquetes organizados por la base, porque no es política de la burocracia no organizar piquetes. Es abandonar el arsenal de reivindicaciones del Programa de Transición para combatir el conservatismo de la burocracia y los sindicatos anquilosados, y dar paso a las capas más explotadas del mundo del trabajo.

Una coordinación, en la actualidad, de sindicatos, internas, agrupaciones y activistas, tiene sentido en función de una lucha concreta. Por un lado, para apoyar las luchas, como en el caso de AGR-Clarin y Pepsico o la huelga de trolebuses de Córdoba, o las ocupaciones de yacimientos en Chubut y luchas petroleras parciales en Neuquén; o, ahora, Fanazul, La Esperanza, Ledesma. Por otro lado, como una posibilidad para desarrollar la perspectiva de una huelga general y el Congreso de Bases de sindicatos y otras centrales. Es una perspectiva que debe evaluarse en la práctica, al cabo de una agitación, que tampoco debe limitarse al Partido. Es necesario ganar al Frente de Izquierda para la política de huelga general contra las ‘reformas’ previsional y laboral, y el Congreso de Bases. Se trata de una estrategia, lo cual significa que debe ser objeto de una agitación sistemática y de la verificación de sus resultados – en primer lugar, en la respuesta del activismo, en segundo lugar, de acuerdo a las modificaciones que se irán produciendo, en forma inevitable, en la situación política.

19 de enero de 2018

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