PTS-Pistonesi: un supercretinismo parlamentario al cuadrado

Escribe Jacyn

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A medida que pasan los días queda más claro que las sesiones parlamentarias de repudio al atentado contra Cristina Kirchner respondieron, más allá de las proclamas por la unidad nacional, al interés del gobierno de crear una plataforma de polarización en beneficio de la Vicepresidenta. No fueron sesiones inocuas o formales, menos todavía para defender la democracia. Tuvieron un contenido político definido. No fueron un saludo anticipado a la fallecida reina británica. Hay que decir que también fueron una maniobra para dividir a JxC, cuya presidenta, Patricia Bullrich, se negó incluso a pronunciar un repudio individual. El único que no vio (?) el carácter político de la trama fue el FIT-U y su vocero oficioso Guillermo Pistonesi. Para esta corriente, esas sesiones eran supra-clasistas, donde se discutiría un tema convencional, con la expectativa de que una eventual declaración quedara en ese marco supra-clasista, o sea que fuera un texto con lugares comunes.

Fuera del radar de esta caracterización apolítica de las sesiones parlamentarias quedaba también la inoperancia de la custodia de CFK por parte de la Federal, un interrogante de primer orden en la investigación de una conspiración política. El kirchnerismo, en seguida después del atentado, ha buscado pasar de largo de cualquier sospecha sobre aquella y Aníbal Fernández. Hubo también omisión por parte de la AFI; su jefe, Agustín Rossi, señaló, en declaraciones radiales a CNN Radio que el servicio de espionaje no tiene en observación a los grupos pro-nazis. Con este cuadro sobre su cabeza, la preocupación excluyente del FIT-U y su difamador oficial era que el texto no tuviera ningún exabrupto que impidiera acompañarlo. El repudio político al atentado, que cada partido del FIT-U había hecho público por su propia cuenta, no alcanzaba. La madre del borrego, en el caso, era la “paz social”, una expresión que había que evitar a toda costa. Con “paz social” o no, era obligación de cualquier corriente socialista desenmascarar los propósitos políticos de los partidos patronales en una declaración pública (y en gran parte deshonesta) de repudio.

A la hora de los bifes, el FIT-U hizo un frente político en Diputados y la Legislatura con los partidos patronales. No tenía nada que ver con una larga tradición del marxismo revolucionario de desarrollar una unidad en la acción sin discriminaciones contra golpes de estado o para enfrentar al imperialismo en el caso de guerras nacionales. En una interpretación propia de este planteo, el Nuevo MAS sostuvo que se oponía a firmar declaraciones como las que fueron suscriptas, pero no a marchar con la burocracia de la CGT y las organizaciones K para apoyar al gobierno del FMI. Al respecto no tenemos nada que decir porque la ignorancia y la mala fe son inmunes a cualquier remedio. Lo que ocurrió en Diputados y en la Legislatura fue un frente democrático episódico, que tiene antecedentes, como veremos, y es una promesa para el futuro.

En Diputados, el FIT-U no firmó el texto de la “paz social”, pero tampoco votó en contra; la abstención, sin embargo, es un reconocimiento vergonzante de los méritos parciales de la declaración aprobada – la unidad en el repudio. En la Legislatura fue diferente: votaron a favor aunque incluía la “paz social”, con la excusa hipócrita de que sólo figuraba en “los fundamentos”. No se trata sólo, entonces, de un frente democrático ´mudo´, sino con un contenido político.

Lo ocurrido en esta ocasión echa una mayor luz sobre hechos anteriores. Es que, con el mismo principio dialéctico, Bregman y Solano ratificaron en la Legislatura el texto de Netanyahu-Trump acerca del antisemitismo y el sionismo, que fue acompañado por otros treinta gobiernos, además del kirchnerista. La declaración puntualizaba qué críticas se podían hacer al sionismo y al Estado sionista sin recibir la descalificación de antisemita. Era un blindaje al estado sionista y un cercenamiento a la libertad de expresión. Como ocurrió con el repudio al atentado, el PTS y el PO oficial sacaron una lupa y concluyeron que el escrito no decía nada estrictamente reprochable. Es así que escucharon con displicencia la denuncia del texto por parte de la diputada de Autodeterminación y Libertad, y votaron entusiasmados a favor junto al FdT y JxC. Pistonesi no encontró nada problemático, como dice ahora, en aquel texto. Estamos ante un método, que no es sólo parlamentario. Tampoco es, estrictamente, un caso de cretinismo parlamentario, aunque tenga mucho de cretinismo, porque esa categoría era válida para la época de oro de la socialdemocracia, cuando la doctrina oficial era construir el socialismo en el marco de las instituciones vigentes – que en Alemania conformaban una monarquía semi-parlamentaria. Luego pasó a ser colaboración política con el estado.

Lo mismo vale para los quórums que el aparato del PO garantizó a Capitanich, ante el boicot de la UCR, primero para aprobar el Presupuesto 2020 y luego para la privatización de tierras fiscales. En esa ocasión, la respuesta a las críticas, al menos en el caso del Presupuesto, es que había un aumento para las partidas de educación, y que, finalmente, el único diputado del PO (O) había votado en contra. El FIT-U tapó el hecho y su vocero oficioso hizo el sacrificio personal de no hablar. ¿O estaban de acuerdo? En el caso del voto a favor del negociado inmobilliario de Boedo, en lugar de escudriñar el texto, miraron a la hinchada (y a la barra) del Ciclón.

En el caso actual, Pistonesi se pregunta: “¿Habría que haber votado “en contra” de lo que opinamos y que ellos mismos (Política Obrera) sostuvieron cuando salieron a repudiar el intento de magnicidio?” Para encontrar la respuesta, veámoslo de este otro modo: ¿había que votar con los partidos capitalistas, entreverados en operaciones de inteligencia y judiciales de unos contra otros, lo que ya se repudió antes, fuera del ámbito legislativo? Que se trata de un asunto político y no de ´técnica legislativa´, como opina el talmúdico Pistonesi, lo revela el hecho de que Juntos por el Cambio, luego de su voto afirmativo en Diputados y en la Legislatura, decidió no participar de la sesión convocada en el Senado. Los ´halcones´ de JxC lograron persuadir a las ´palomas´ de que los votos inocuos, si existen, son excepcionales.

A Pistonesi le sorprende que Política Obrera reivindique el trabajo parlamentario del partido bolchevique, que había votado una resolución especial que establecía que la excepción al voto EN CONTRA de TODOS los proyectos de la burguesía, debía ser autorizada por el Comité Central. Inexplicablemente, en cambio, cita una resolución de la III Internacional, en tiempos de Lenin, que establece que los revolucionarios deben servirse de la tribuna legislativa para su agitación y para “minar desde el interior el aparato gubernamental y el parlamento”, en oposición al “trabajo constructivo” y la colaboración de clases. Es exactamente la denuncia que disparó el diputado de la Ucedé, Crespo Campo, contra Altamira, en la última sesión de 2003: de haber hecho un trabajo subversivo sistemático en la Legislatura desde su ingreso en mayo de 2000. Es lo contrario de lo que hacen el FIT-U y su portavoz oficioso.

A Pistonesi le gusta hurgar la mugre, aunque muchas veces no encuentra lo que busca. Altamira fue el único parlamentario que logró victorias parlamentarias para la clase obrera, como la reducción de la jornada laboral en el Subte, contra los jefes de la Comisión de Legislación del Trabajo, Alberto Fernández y Vilma Ibarra. Se valió de la banca para apoyar la movilización del naciente grupo de activistas que formaría luego la AGTSyP. La lucha por la ley devino en una huelga general: la movilización extra parlamentaria que exigía Lenin. Lo mismo ocurrió con la vacunación gratuita para los menores de doce años, que el peronismo y la Alianza querían enterrar en una Comisión. Hubo un ejercicio revolucionario en el parlamento.

Marcelo Ramal rechazó votar un “pedidos de informes” por el caso de Time Warp, denunciando el propósito de contener una crisis política, por un lado, y por sobre todo encubrir a los cómplices de los empresarios del espectáculo y la droga en los boliches. El legislador del PTS, en cambio, apoyó el “control de daños” que impulsaban los Macri y los Ibarra, que consistía en autorizar la circulación de drogas, con la prevención de ofrecer un agua a los consumidores. En este caso, el PTS se halló con su propia política de drogas.

Con relación a la sesión de despedida a Alberto Fernández, que había sido designado jefe de Gabinete de Néstor K, a mediados de mayo de 2003, Altamira señaló: “Vos sabés muy bien que no creo que el gobierno que vas a integrar resuelva los problemas que tiene la Argentina. También quiero dejar muy bien establecido que no creo –como se dijo acá– que el destino de la Argentina se nos vaya con el éxito o con el fracaso de este gobierno. De ninguna manera. Creo que tenemos una fuerte lucha por delante por la Argentina y con una política que probablemente no deba ser la que va a llevar adelante a este gobierno. (…) Sigo esperando que esa rebelión popular que se inició hace bastante tiempo alcance más fuerza. Naturalmente, no creo en estas alternativas [nacionalistas burguesas] porque tenemos amplia experiencia en América Latina en lo que hace a tentativas de este orden, que no tienen un alcance profundo para superar las crisis”. Altamira no quiso sacarle el cuerpo a una sesión protocolar, para poder ofrecer una caracterización y un pronóstico acerca del nuevo gobierno. La diputada del MST-IU, en cambio, eligió retirarse. Cada cual asume los desafíos para los cuales se siente capacitado.

Por último, Pistonesi se espanta que Altamira haya presentado un proyecto que planteaba la disolución política de los poderes del Estado y la convocatoria a una asamblea constituyente soberana como recurso propagandístico. En la prensa del PO, en las Asambleas Piqueteras y en la Legislatura levantábamos, e incluso se aprobaba, Fuera De la Rúa-Cavallo. El PO y Altamira pronosticaban una rebelión popular. Si Pistonesi se hubiera tomado el trabajo de leer el proyecto se daría cuenta de que los términos del proyecto eran sencillamente inaceptables para los partidos del régimen. “Con este planteamiento, apuntaba Altamira, no hacemos más que darle forma jurídica a lo que dicta la propia realidad”, anticipando el ´Que se vayan todos´. El PTS, en cambio, nos denunciaba como “catastrofistas” y atacaba al movimiento piquetero. El PTS plantea hoy una Constituyente para abolir el Senado, elegir a jueces y fiscales y establecer el juicio por jurados. Es un calco de los planteos de Mempo Giardinelli, que está preocupado de que la Corte avale una condena a CFK. Todos los caminos conducen al kirchnerismo explícito.

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