Escribe Marcelo Ramal
PTS y PO oficial rivalizan por proyectos similares.
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El PTS ha enviado una carta a los partidos del FIT-U con la propuesta de convocar al SUTNA, a la Unidad Piquetera, a los residentes y concurrentes, a otros movimientos de lucha y a los ´partidos de izquierda que no integran el FITU´ un “Encuentro”, dice, “que reúna a miles de luchadores en una cancha de fútbol, para poner en pie una Coordinadora Nacional de Lucha”.
Para el PTS, una coordinación de luchas es “la principal tarea que tenemos por delante y no una reunión para definir candidaturas para las próximas elecciones”. Un Congreso del PTS, sin embargo, había proclamado hace algunas meses su propia fórmula presidencial Bregman-Vilca, adelantando los tiempos de una interna en el FIT-U. Hace una semana, el PO oficial hizo su propio acto electoral, luego de que sus principales referentes plantearan en los medios de comunicación el objetivo de elegir “un Presidente trotskista”. Tanto uno como el otro rivalizan con propuestas de “Congresos” y “Encuentros”, con la intención de precalentar una interna que descuenta que no prosperará el proyecto CFK-Massa de suspender las PASO.
Esta disputa semántica refleja la crisis del proceso electoral en su conjunto. Por de pronto no está establecido el régimen electoral. Alberto Fernández se opone a suspender las PASO y el planteo de suspenderlas no reúne los votos necesarios en el Congreso, a pesar de la campaña de los gobernadores peronistas a favor de la suspensión. A la crisis del régimen electoral se ha agregado el reclamo del cristinismo para que no se adelanten las elecciones provinciales, como se impulsa en varios distritos. Por otro lado, circula una propuesta para reformar las PASO, de modo de permitir que la fracción perdedora reciba la candidatura a Vicepresidente; es lo que Larreta quiere hacer en CABA con la fórmula Lousteau (UCR)-Acuña (PRO). El escenario interno de las coaliciones políticas existentes, en especial del FdT y de JxC, forma parte relevante de esta crisis del proceso electoral. Las disputas son feroces. Podrían, por caso, convertir a las PASO en una falsa salida, por la posibilidad de que los perdedores no acompañen el resultado o se nieguen a participar en ellas si descuentan una derrota. En definitiva, tanto el PTS como el PO oficial se han lanzado a una maratón -las elecciones- cuya construcción política se encuentra en crisis. Tanto uno como el otro suponen que el plan Massa “llega” a diciembre de 2023 y que las luchas de los trabajadores no romperán el cordón sanitario del Estado, el peronismo y la burocracia sindical. El PTS, en definitiva, no caracteriza la crisis objetiva de los comicios.
La previsión acerca de la durabilidad del plan “llegar a diciembre” es, por ahora, infundada. Responde, por sobre todo, a una campaña de la embajada norteamericana, el FMI y las patronales de IDEA para lograr ese objetivo. No se trata, por cierto, de una presión menor. Pero el mundo no es lo que era –el llamado “desorden” político mundial del imperialismo no para de crecer. Gabriel Rubinstein, el nuevo socio neoliberal de Massa y CFK en el ministerio de Economía, acaba de declarar que Argentina atravesó una situación “pre-hiperinflacionaria” en julio pasado, cuando ocurrió la renuncia de Guzmán. Pero la situación, desde entonces, ha empeorado significativamente. La onda devaluatoria crece día a día, “en cuotas”. El comercio importador se encuentra paralizado. El Banco Central emite para solventar la deuda pública ante la venta de títulos de los acreedores; el pago de intereses de las Leliq evoluciona hacia el billón de pesos mensuales. Las principales víctimas de la crisis financiera internacional son las deudas públicas de los ´países emergentes´, en primer lugar Argentina. Para recuperar dinero líquido los especuladores venden primero los títulos con mayor riesgo. Massa-Rubinstein suman un nuevo tipo de cambio cada día, incluidos los feriados.
En cuanto a los trabajadores, la llamada contención de su tendencia a la lucha ha sufrido dos reveses potencialmente decisivos. La lucha de cinco meses del SUTNA desató una crisis política, lo que no había ocurrido con ninguna paritaria hasta el momento; los convenios que otros sindicatos firmaron con posterioridad reflejaron ese hecho con aumentos de salarios, siempre en cuotas, superiores. La lucha de los residentes y concurrentes no ha sido menos significativa: salió a enfrentar un convenio de médicos municipales ya firmado y rubricado por el ministerio de Trabajo, algo sin precedentes. Forzó a la burocracia sindical a denunciar su propio convenio, aunque con fines perversos: elevar el reclamo ya firmado de aumento salarial -de 140.000 a 200.000 pesos- para contrarrestar el de los residentes –de 300.000 pesos brutos y 250.000 netos, en una lucha que cambió hacia arriba el reclamo al compás de la inflación. Algo más: la lucha de residentes y concurrentes pasó de los paros parciales a la huelga indefinida. Hay un salto cualitativo en las luchas, impuestas por la aceleración de la crisis. Estas dos luchas han mandado el plan Massa a la sala de terapia intensiva. Nos acercamos a un punto de viraje político. Una política obrera y socialista debe partir de este desarrollo objetivo. La convocatoria del PTS enumera estas luchas como un dato aislado, pero no saca las conclusiones políticas.
Una clarificación acerca del alcance de la crisis debería comenzar por la cuestión de la guerra imperialista, que condiciona decisivamente la política y las pretendidas salidas de los bloques capitalistas en Argentina. Es lo que ocurre en todo el mundo; en varios países ya ocupa el centro del escenario político. El tema, sin embargo, ni siquiera es mencionado en la carta del PTS. Por lo tanto, la agenda del “Encuentro” tampoco contempla una campaña de los luchadores obreros contra la guerra imperialista. Para cualquier pretensión de conformar un “polo independiente” o de “clase”, el provincialismo político es una trampa letal.
La convocatoria del PTS es generosa. Más allá de la estructura (si se la puede llamar así) del FIT-U, se dirige a varios sindicatos y movimientos sociales e incluso a organizaciones de izquierda que no pertenecen al FIT-U. Pero el Encuentro no tiene previsto un debate organizado ni la discusión de un programa. Es un acto público donde, previsiblemente, se desatará la disputa acerca de quién lo cierra. Como dice una canción famosa: es “una vieja historia”, aunque ni “de amor ni de gloria”.
Lo fundamental tampoco es esta grosera limitación. Es que no se trata de una convocatoria dirigida hacia la clase obrera en su conjunto, sino a una constelación de izquierda de carácter superestructural. La crisis es, sin embargo, de conjunto. La convocatoria debería estar dirigida al conjunto de la clase obrera, cuyo grado de participación estará luego determinado por su propia experiencia política, la comprensión que haya desarrollado hasta el momento y el efecto de una campaña de la izquierda. El PTS invita, en cambio, a un círculo predeterminado. Es una convocatoria a los aparatos y su alcance es, en consecuencia, enteramente electoral. Después de cambiar de eje -de la proclamación de candidatos presidenciales a un Encuentro de Luchadores- tenemos de nuevo a los candidatos 2023.
Es necesario un Congreso Obrero. De un lado, para impulsar una huelga general contra la confiscación capitalista, su gobierno y su Estado, y del otro, para desarrollar un polo de poder de la clase obrera. Para esto es necesario llevar a los lugares de trabajo un plan de acción y, aproximativamente, un programa. Partimos de una perspectiva de derrumbe del régimen político presente, en oposición a la perspectiva de un impasse o estancamiento indefinido, mechado de episodios electorales. La convocatoria a un Congreso Obrero debe estar precedida de una deliberación y una movilización integral en fábricas, hospitales, reparticiones, involucrando ampliamente a los luchadores obreros. La finalidad no es enfrentar, como dice el llamado del PTS, “la campaña de los grandes medios de comunicación y del régimen político que quieren instalar que, frente a la crisis, sólo crece la derecha”. El PTS plantea que mostremos que ´también´ crece la izquierda. El objetivo es electoral y su propósito es una lucha contra la derecha muy curiosa: después de haberse negado a votar contra Bolsonaro, el PTS propone una lucha contra “la derecha” que corrija a los medios de comunicación.
El texto del PTS propone un Encuentro que rivalice con el “polo” derechista de los Milei y Bullrich, colocando al activismo a la cola de una disputa electoral muy rara. La convocatoria del PTS, insistimos, no menciona a la guerra imperialista ni plantea impulsar un movimiento de masas contra la guerra; el FIT-U no ha presentado ninguna declaración contra la guerra en el Congreso. Así como reduce las luchas a una perspectiva electoral, encapsula la crisis política y económica como un fenómeno solamente nacional, algo que hace también la derecha cuando contrasta el ‘fracaso’ del populismo criollo con el ‘éxito’ y la ‘prosperidad’ del capitalismo mundial. Un Congreso obrero debería inspirarse en el internacionalismo socialista e impulsar un movimiento contra la guerra.
La cuestión fundamental de cualquier Encuentro o Congreso Obrero es, sin discusión, la huelga general. La huelga general, como cuestión, se desprende de la disolución económica y la hiperinflación. Se trata de discutir la agitación correspondiente, para hacer madurar las condiciones subjetivas, o sea políticas, de una huelga general. La ausencia de la huelga general en la convocatoria deja al desnudo la precariedad electoralista de la caracterización del PTS acerca de la crisis política. En 2020, la dirección del PTS jugaba con el planteo de una situación prerrevolucionaria, que Altamira refutó como inconsistente. Dos años y una brutal crisis después, en medio de la desintegración del gobierno y el peronismo, esta misma dirección del PTS ha dado marcha atrás, acosada por las elecciones 2023 y una disputa faccional sin límites en el FIT-U. Debería cambiar de método y ponerse al día con una caracterización de carácter estratégico: la guerra mundial, por un lado, y el desplome económico y político de la gestión peronista y el régimen político en su conjunto, por el otro.
La lucha obrera se abre paso a través de autoconvocatorias y sindicatos independientes, pero el PTS insiste en el planteo de “exigir a las centrales sindicales que rompan la tregua con el gobierno y convoquen a un paro nacional y a un plan de lucha”. Calificar de “tregua” con el gobierno a la política de la CGT es una deformación de la política y del lenguaje. La burocracia forma parte de la mesa estratégica de las patronales, sus partidos y el gobierno, para imponer una salida anti-obrera al derrumbe actual. Lo mostró en forma patente en la crisis del SUTNA, incluida su ala ´combativa´.
Un Encuentro que vaya al pie del slogan que “la CGT rompa la tregua” se está poniendo a la cola de la burocracia y renunciando, por eso mismo, a la más elemental independencia política.
Planteamos una campaña por un Congreso Obrero que discuta la huelga general, que adopte un plan de acción y que inicie la discusión de un programa. Que caracterice, asimismo, la crisis del proceso electoral, en relación a toda la crisis de conjunto, y desarrolle una campaña por un gobierno de trabajadores. Este método supera al movimiento populista con “banderas socialistas”, que de todos modos no pasa de un enunciado a la bartola, y por otro lado, la confusión que consiste en confundir partido con aparato político, mayor o menor, cuando se trata, en primer lugar, de que exprese la tarea histórica del momento y, en segundo lugar, eleve al proletariado a una condición histórica de clase, a través de su propia experiencia.