PO-PTS recalculando en Brasil

Escribe El Be

Del votoblanquismo a la denuncia de los “desestabilizadores”.

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La derrota de Bolsonaro en Brasil desató una ola de bloqueos de rutas a lo largo de todo el país, que llegaron a contabilizarse por encima de los 260. Los medios informaron que la organización de los bloqueos era conocida desde una semana antes de las elecciones.

La mayoría de los partidos que se referencian con el FIT-U apoyaron en primera vuelta al Polo Socialista Revolucionario, al cual el PO calificó como “una bocanada de aire clasista”. Finalmente, la candidatura del PSTU cayó a menos de la mitad con respecto a la vez pasada, de un 0.05% a un 0,02% (25.000 votos). Ninguno de los partidos del FIT-U hizo mención a este resultado ni arrojó una caracterización o balance.

Frente al ballotage, el FIT-U se dividió entre aquellos que llamaban a votar a Lula (IS y MST) y los votoblanquistas (PO y PTS). El MST integró el frente de Lula, Esperanza Brasil, como parte del PSOL. IS, por su parte, “reclam(a) al PSOL que vuelva a asumir una posición independiente ante los gobiernos patronales de turno y que, por la tanto, no apoye ni integre el gobierno de Lula-Alckmin”.

PTS

Para el PTS, los bloqueos y reclamos de intervención militar “no son una preparación para un golpe de Estado”. Repite lo que dijo frente al asalto del Capitolio norteamericano, que no pretendía desconocer la victoria de Biden. En Brasil no ha pasado nada: simplemente, “la inmediata entrada en acción de la base social bolsonarista muestra que seguirán siendo una fuerza política reaccionaria”. Si hubiera ganado Bolsonaro, hubiera hecho un gobierno reaccionario. Todo bajo la Constitución y en buena ley. El ascenso de un fascista a la Presidencia, el copamiento del gobierno por el alto mando militar, la formación de milicias parapoliciales, no entrañarían una modificación del régimen político, ni en la dinámica y perspectivas de la crisis política toda en su conjunto.

Para el PTS (los bloqueos de rutas y edificios militares) “está mostrando cómo (el bolsonarismo) pretende actuar como oposición, y para eso no esperaron ni al 2023”. Los llamados a la intervención militar no tendrían, entonces, una intención golpista; sólo es una táctica opositora. Esto significa, si es bien entendido, que el bolsonarismo se frenaría de cualquier acción golpista si las acciones tácticas de oposición del fascismo ganaran un impulso mayor o excepcional. El sinsentido de esto es completo. Porque más allá de lo absurdo del razonamiento, el PTS niega, al menos hasta 2027, la fecha de las próximas elecciones, cualquier clase de virajes políticos, nacionales e internacionales. El apoyo del capital financiero y de sus gobiernos al reconocimiento de la victoria del frente de Lula tiene un carácter condicionado, como no podría ser de otro modo. Para el PTS es al revés: el bolsonarismo realiza “actos de contenido reaccionario” con el fin de “seguir afirmando su posición de primer violín en la oposición derechista al futuro gobierno de Lula”. La transición abierta por la elección es inmodificable hasta 2027, cuando el Polo Revolucionario buscará probar, de nuevo, que puede caer aun debajo del 0,02% de los votos. Al único lugar que conduce este desvarío es que las condiciones de la lucha de clases no variarán; que el bolsonarismo se comportará como un Milei brasileño (sin saber hasta dónde llegará Milei), y que los escenarios electorales seguirán siendo los ejes políticos principales.

El PTS afirma que Bolsonaro “incluso utilizando toda la maquinaria del Estado a su favor, como las acciones de la PRF y el Ejército para impedir que el pueblo votara, fue derrotado electoralmente”. La papeleta del voto puede mover montañas. Adjudica así un carácter progresivo al frente liberal de derecha de Lula. Toda la verborragia de luchar con las armas contra el fascismo se fue al diablo, pero con una burda maniobra, porque Bolsonaro encarna un fascismo electoral. Al final afirma que “compartimos el sentimiento de odio contra Bolsonaro de todos los trabajadores y jóvenes que hoy (día de la elección) rechazaron a la extrema derecha, y nos regocijamos por la derrota electoral de Bolsonaro”, lo que equivale a un apoyo político a Lula, aunque llamaron a votar en blanco.

Luego de insistir con que los bloqueos y llamamientos a los cuarteles “no son una preparación para un golpe de Estado”, el PTS sacó un artículo llamando a derrotar “el movimiento golpista que hoy desfila por carreteras”. Si esto es el rebobinamiento político de una orientación fracasada, el articulista no lo hace saber; esto es siempre síntoma de una próxima recaída en lo mismo, o quizás de una crisis.

PO “oficial”

El PO tiene poco que envidiarle al PTS. Para justificar un supuesto giro entre 2018 y 2022, afirma, en un primer artículo, que “a diferencia de la anterior elección del 2018, esta vez no hubo una movilización popular contra Bolsonaro, porque fue bloqueada por la política de contención y de 'no caer en provocaciones' de Lula”. El aparato oficial no dio ningún giro, porque en 2018 declaró a Fernando Haddad como “el candidato del imperialismo”, es decir que se proponía votar en blanco. Altamira rechazó esta caracterización vacía de contenido y planteó el voto a Lula. El voto en blanco reciente es una continuidad con 2018, como lo es también la indicación de voto por parte de Política Obrera.

El balance del resultado electoral del PO oficial es que Lula “cuenta con mayores posibilidades de llevar adelante el ajuste por el arraigo que mantiene con los sectores más vulnerables”. Por eso “el gran capital le ha dado su apoyo”. El frente popular, que para la IV Internacional es “el último recurso del imperialismo contra la revolución proletaria”, es transformado por el aparato del PO en ‘el primer recurso del imperialismo para sacarle el bolsa familia a población de las favelas”. Estamos ante una caricatura sin el arte caricaturesco. Se trata, sin embargo, de algo más. El gobierno de Bolsonaro impuso un plan de guerra contra la clase obrera: liquidación de la seguridad social (recortó 100.000 millones de reales del sistema de pensiones); privatizaciones de grandes empresas, ataques a la educación pública; liquidación del derecho laboral, que se inició luego del golpe a Dilma Rousseff, bajo el mandato de Temer. Ese fue justamente el sentido de la avanzada golpista del 2016 que llevó finalmente a Bolsonaro al poder.

En efecto, el PO afirma que “la mayoría de la gran burguesía y del imperialismo mundial han optado por elegir una política de 'frente popular' con Lula”. Este planteo atrasa por lo menos 20 años, porque Lula llegó a la Presidencia por primera vez en 2003. Pero si una parte del imperialismo eligió el frente popular, en este caso lo hizo contra la alternativa fascista. El fascismo es también “un último recurso”, de ningún modo el primero, porque un régimen de bandas desclasadas establecido a destiempo puede ser el detonante de una revolución proletaria, no su sepulturero. El golpe de Franco desató en España una revolución obrera. Bolsonaro, por otro lado, se alinea con Trump en el campo de divisiones del imperialismo a nivel mundial. El foco de análisis de los periodistas del PO oficial es claramente muy estrecho. Porque en definitiva la pelea electoral era entre dos candidatos de la burguesía y proimperialistas. El imperialismo forzosamente debía optar por un candidato imperialista. El PO oficial, como ocurre con todo aparato, vive en un limbo. El artículo de marras es firmado por Redacción, pero esta vez no para ocultar la autoría de Altamira sino la de sus autores avergonzados.

Un nuevo artículo, esta vez firmado por el autodeclarado especialista internacional Pablo Giachello, asegura que “el bolsonarismo se ha volcado a la desestabilización política de Brasil”. Pero Giachello llamó al voto en blanco, o sea, a favor de los desestabilizadores. Como el PTS, el PO oficial recalcula sin explicar el recule. En el caso del aparato se trata de la reafirmación del abandono de la trayectoria histórica del Partido Obrero. O sea que actúan con la conciencia de la usurpación. El PTS y el PO oficial procuran borrar las huellas de su votoblanquismo en las elecciones de Brasil, sin señalar sus volteretas ni intentar explicarlas. Son métodos de autopreservación característicos de los aparatos.

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