Escribe Jacyn
El autobombo no es propio de un partido revolucionario.
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El PTS ha entrado en una nueva frenética campaña de autobombo. Ha decidido poner como rasero a su grupo Revolución Permanente, a quien adjudica “haber pasado la prueba de la lucha de clases en Francia”. A partir de esto, conmina a la izquierda de Argentina a hacer el reconocimiento de circunstancia. Cuando Altamira afirma que ningún sector de la izquierda “trotskista” plantea, en estos momentos en Francia, la huelga general contra Macron, señalando al NPA y a Lucha Obrera, La Izquierda Diario se insurge contra la omisión de su grupo. El PTS asegura que RP forma parte de una “red” por la huelga general, que reivindica, en realidad, “extender las huelgas reconductibles” (renovables) y “unificar” acciones. Es lo que plantea también el NPA, para quien la exigencia a las centrales francesas de la huelga general no corresponde, textual, “al desarrollo de la conciencia de clase” en este momento. Con el nombre de CCR, RP vegetó varios años en el NPA y apoyó la campaña presidencial de Philippe Poutou, dirigente del NPA, que luego integró listas municipales con la centroizquierda de Francia. El congreso fundacional de Revolución Permanente, según relata LID, reunió “cerca de 200 personas, entre ellos, delegados del Congreso, varias delegaciones internacionales y muchas personalidades”. Es claramente un sector numérica e históricamente marginal en la historia francesa. Las dos corrientes tradicionales, que nacieron en la década del 30 del siglo pasado, llegaron a reunir diez mil militantes cada uno y el 10 % de los votos.
En una respuesta puramente faccional, que no contesta los cargos irrefutables que expone Altamira, el PTS saca de una alforja desgastada la descalificación de que representa “un nacional-trotskismo recargado”. Altamira no solamente tiene una larga trayectoria internacionalista, también es quien redactó el único programa de carácter internacional que se haya escrito en el último medio siglo. Pero la descalificación de LID le yerra por otro motivo y es que el PTS apoya la guerra de Zelensky contra Rusia, un agente directo de la OTAN. Es decir que apoya la guerra de la OTAN contra Rusia.
En una declaración reciente reclama, junto al resto del FIT-U, que la OTAN se retire “de Europa del Este”, o sea que ‘vuelva’ a su condición de Alianza Atlántica en el Oeste de Europa. Luego de esto agregan su ´disolución´, con lo que el ´retiro´ carece de sentido. Pero la ´disolución´ de la OTAN deja en pie al imperialismo. ¿Pretenderán, con “su disolución”, que los imperialistas financien la guerra contra Rusia por separado? Para disimular este apoyo a esta guerra imperialista hacen un estropicio con el lenguaje. La guerra por la supuesta independencia de Ucrania, o sea la guerra contra Rusia, sólo puede ser sostenida por la OTAN. La OTAN, en realidad, se está proyectando más allá de Europa, al Sudeste de Asia, a través de distintos tratados militares contra China. La ´disolución´ de la OTAN supera en pacifismo cualquier cosa que hayan escrito los pacifistas. La única consigna internacionalista es el derrocamiento de los gobiernos de la guerra.
En catorce meses de guerra, el PTS, pródigo en declaraciones y proyectos parlamentarios, no hizo ningún planteo en el Congreso contra la guerra imperialista, para no entrar en conflicto con la “opinión pública” de la democracia atlantista. RP, en Francia, fue el primero en declarar el apoyo a la” independencia de Ucrania”, en el cuadro de esta guerra imperialista, que es el slogan de la OTAN para disimular con consignas democráticas una guerra imperialista que se proyecta a todo el Indo-Pacífico. A este capítulo cerrado sobre el ‘internacionalismo’ del PTS, hay que añadir la posición que compartió con el FIT-U en favor de la “inmunidad de rebaño”, que fue la gran reivindicación de la patronal internacional en la pandemia y que segó millones de vidas de trabajadores. Punto.
PTS integra la “red por la huelga general” o, más precisamente, continuar con las huelgas aisladas (reconductibles) que están confinadas a sectores de los ferrocarriles y de las refinerías. LID se lanza contra el planteo de agitación de Política Obrera, en Argentina, de una huelga general, al que califica de privado de realismo. Puede ser, pero los planteos del FIT-U -exigir a la CGT sometida al FMI, un “plan de lucha” y paros parciales progresivos- han servido para plagar de derrotas a las luchas de los últimos tres años. El PTS se opone a agitar la huelga general, lo que significa que tiene un grave defecto de método, porque sólo apoyaría huelgas generales ya consumadas, en lugar de militar por su preparación. Este defecto tiene carácter general, vale para Jujuy, Argentina o París. Ha llamado incluso a Baradel a “sumarse” a “la lucha contra el FMI”, el mismo Baradel que ha posado con Marc Stanley en el despacho de la embajada norteamericana. La Izquierda Diario critica el planteo del aparato del PO sobre “que la Intersindical, que concentra la representación del movimiento obrero, convoque sin dilaciones a la huelga general ilimitada”, cuando es lo mismo que hace el PTS en Argentina con la CGT, considerablemente más reaccionaria que la francesa. Desde Política Obrera hemos rechazado suscribir los documentos, con esta orientación, que proponía el FIT-U en distintas marchas contra el FMI. De este lado del Atlántico, en Balvanera digamos, al PTS no se le oyó hablar nunca de comités de base por la huelga general, sino todo lo contrario –su planteo, reiteramos, es que Yasky, Baradel y Daer convoquen a un paro de 24 horas, en el mejor de los casos-. En salud de Neuquén, en Aceiteros de San Lorenzo, en la última parte de la lucha del SUTNA, en el puerto de Rosario, en los autoconvocados de Salta y Tucumán, en todos estos casos, la huelga general se desarrolló en los hechos sin que a LID se le cayera una idea para formar una red de comités.
Al PTS le ofusca que se le recuerde su hostilidad irreductible al movimiento piquetero –el del cutralcazo, las rebeliones en el norte salteño, de los grandes acampes en la ruta 3 de La Matanza y del Puente Pueyrredón, Kosteki y Santillán-. Lo ofusca porque arruina el relato del autobombo. Por eso hemos recurrido a recordarlo, como lo hacemos con Nahuel Moreno, que mintió cuando se declaraba “único” luchador contra la Libertadora. El solo hecho de separar al desocupado del ocupado es una cretinada, porque en la vida real uno y otro se entrecruzan, en medio de los despidos de unos y las contrataciones de otros. El ´polemista´ de LID no se inhibe de recordar el boicot del PTS a la asamblea piquetera del teatro Colonial, de Avellaneda. “El autor de estas líneas, aunque militaba en aquellos años en Córdoba, tuvo la oportunidad de participar en una de ellas -realizada en Avellaneda- y contemplar cómo se les negaba la palabra a las y los representantes de Zanon y Brukman, empresas recuperadas que -mal que le pese a Altamira- eran un emblema de la enorme rebelión popular de 2001”, salamea LID. Todo falso: los presentes del PTS se negaban a aceptar las resoluciones que votara la asamblea, querían valerse de ella para bloquear su desarrollo. Es típico. Cuando asesinaron a nuestro compañero Mariano Ferreyra responsabilizaron al PO, con mayor ensañamiento cuanto que ellos habían decidido sabotear la movilización de los ferroviarios. Un día después, cuando se sorprendieron por el enome repudio al asesinato, aparecieron en las manifestaciones con remeras con Mariano Ferreyra. El movimiento piquetero puso diez mil luchadores sobre la avenida Jujuy para impedir el desalojo de Brukman, que por sí sola no lo hubiera logrado. En 2002, el movimiento piquetero fue el principal actor en la lucha contra los despidos en fábricas y transporte (¡subte!), como en Zanón, Brukman, Lavalán, Sasetru y muchas otras empresas. En Puente Pueyrredón, en 2002, en aquellas horas decisivas que definieron la suerte del gobierno Duhalde, al PTS no se le vio el pelo.
Al polemista de LID se le pasó decir una palabra al menos sobre el voto a favor de la declaración de Netanyahu-Trump sobre el sionismo, los quórums del aparato del PO a Capitanich para que pague la deuda y privatice tierras públicas, el apoyo a la “ley Micaela” para formar en “la perspectiva de género” a la policía y a la ´casta judicial´, el apoyo a “la presencialidad segura” en pandemia que reclamaban las patronales y la curia, entre otros. Si Altamira lo trae a cuento es porque en el balance de cualquier partido importa, fundamentalmente, cómo preparó las situaciones revolucionarias que emergen y no cómo se acomodan a ellas, con los hechos consumados. Toda polémica tiene un aspecto faccional, porque es una pugna entre corrientes, pero la condición para que no se reduzca a un faccionalismo es que cada punto responda a una cuestión de fondo. La campaña por partidos amplios, o sea oportunistas, en Francia y en Argentina, ¿sirvió para preparar la lucha que se libra hoy, o más bien para bloquearla?
En la caracterización de la rebelión popular en Francia, LID omite la guerra de la OTAN, eje del gobierno de Macron y de la colaboración de la burocracia sindical y el izquierdismo democratizante con una salida ‘mediadora’ o un referendo. La victoria de la rebelión popular, así como de las huelgas en Alemania, Reino Unido, España y Portugal, ni qué decir de la caída de Macron, sería un golpe poderoso para poner fin a la guerra de la OTAN y para desarrollar condiciones revolucionarias en Rusia para derrocar a Putin. El internacionalismo de LID es estrechamente provinciano; nuestra prensa aborda toda la crisis con un método internacional.
La invocación a “la prueba de la lucha de clases en Francia” tiene el propósito de dorar los blasones del PTS en la disputa de candidaturas en el FIT-U. Apunta “a pasar la prueba de la lucha facciosa” en el FIT-U. No hay más que eso.