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El Consejo Directivo de la CGT se reunió por primera vez en el año luego de que días atrás su cúpula fuera recibida por Marc Stanley en la embajada norteamericana. De acuerdo a Télam, en aquella cita “integrantes del consejo directivo de la CGT analizaron durante varias horas con la subsecretaria de Estado de Estados Unidos, Wendy Sherman, y el embajador de ese país en la Argentina, Marc Stanley, ´la situación socio-económica nacional, la visión sindical sobre el diálogo social y la búsqueda de consensos´, según informó el dirigente Gerardo Martínez” (Télam, 15/4). Todas las facciones de la CGT -incluido Pablo Moyano- se hicieron eco de este planteo, como lo refleja el documento político difundido ayer, titulado "Estamos a tiempo".
Es un documento dirigido al *establishment *político y económico del país. Luego de advertir sobre “el riesgo de descomposición social”, la burocracia sindical “insta a la convocatoria de un gran consenso político, económico y social que permita alcanzar acuerdos básicos para el diseño de un programa de mediano y largo plazo” y los llama a sellar “acuerdos estratégicos”. Son prácticamente las mismas palabras que Stanley le dirigió a Horacio Rodríguez Larreta algunos meses atrás. La advertencia, que resuena más dramática al calor de la corrida cambiaria y de las últimas deserciones en el gobierno, advierte sobre las consecuencias explosivas que vendrán de la mano del derrumbe.
El documento fue difundido luego de una plenaria, tras varios meses sin reunirse y de varios años de parálisis total. La línea política central del documento, llamando a un "gran consenso nacional" y del abandono de las "banderías políticas", debe entenderse como un mandato del embajador Stanley. A través de Héctor Daer, la burocracia se delimitó de Macri-Bullrich. "No hay margen para bravuconadas. Se habla de dinamitar todo, de levantar el cepo, sin tener el correlato de cómo se resuelven las cuestiones de índole sociales" (Clarín 21/4). Reclamó, en cambio, "generar las condiciones de tránsito democrático hacia las futuras elecciones y hacia el gobierno que fuere electo de la mejor manera". La CGT no actúa por cuenta de los trabajadores sino por cuenta y orden de los yanquis y del board del FMI. Para la CGT, la pobreza y la marginalidad “ponen en serio riesgo la cohesión social". La burocracia sindical se cura en salud: sabe que su suerte está atada a la del régimen y a la emergencia de una rebelión popular, a la que teme por encima de todas las cosas. Ha sido, hasta aquí, la guardia pretoriana del acuerdo con el FMI y, ahora, de su cumplimiento. Ha acompañado activamente la política de desindexación salarial, con acuerdos paritarios a la baja y en cuotas, en los márgenes establecidos por Sergio Massa. El ´súperministro´ de Economía, a pesar de su desgaste, sigue siendo la apuesta más firme de la coalición oficial para las próximas elecciones y fue invitado como orador de fondo en el acto por el día del trabajador que prepara la CGT y que podría realizarse el próximo 2 de mayo en la cancha de Defensores de Belgrano. El ´candidato in pectore´ de la CGT, un hombre de la AmChan -la cámara de comercio norteamericana- es convocado a “recuperar la independencia económica para evitar que nuestras decisiones soberanas no sufran los condicionamientos de metas y de intereses ajenos a la nación”. "Para el tigrense el acto podría darle el marco propicio para dar el puntapié inicial con vistas a una candidatura que hasta ahora siempre negó públicamente" (Clarín, 21/4). Su presencia, hasta ahora, no ha sido confirmada.
Las reivindicaciones de los trabajadores, empezando por los salarios, están totalmente ausentes de la agenda de la CGT. La CGT patalea en su documento por el crecimiento de la pobreza, sin decir una palabra sobre que los convenios que sus dirigentes suscriben dejan cada vez a más trabajadores bajo convenio debajo de los índices de miseria.
La CGT plantea entre sus reivindicaciones "la defensa del aparato productivo nacional" y el "fomento al trabajo argentino a través de prácticas exportadoras con valor agregado”, haciéndose eco del planteo devaluatorio de todo un sector de la burguesía, incluido el FMI, sin decir que la devaluación agravará todavía más la pobreza.
El divorcio de la burocracia sindical con la clase obrera es total y definitivo.
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