Escribe Jorge Altamira
Fracasó el operativo improvisado de CFK de abroquelarse en el kirchnerismo.
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Lo más instructivo de la designación de Sergio Massa y Agustín Rossi como precandidatos de la Unión por la Patria, fueron los acontecimientos que la precedieron.
De un lado, el cambio de nombre de la coalición gobernante, que pasó a llamarse Unión por la Patria, quedó como un acto fallido. La consagración definitiva del binomio reafirma al Frente de Todos tanto en contenido como método. La digitación a favor del tándem Massa-Rossi constituye un retorno a 2019, o sea un acto restauracionista. Repite, incuestionablmente, el método que se empleó hace cuatro años para ungir a Alberto Fernández – “sin Cristina no se puede, con ella no alcanza”. Sólo que, en esta oportunidad, “Cristina” se retira a cuarteles de invierno.
El cristinismo entrega la vicepresidencia y procura un domicilo incierto en la provincia de Buenos Aires, con Kicillof, y en tanda de parlamentarios que está negociando con el massismo y el albertismo. La Patria, como ocurre con frecuencia con Dios, ha sido mencionada en vano.
La presencia de Rossi para la vicepresidencia pone fin, por otra parte, a la ruptura de CFK con el padrino de Rossi, Alberto Fernández. La posta ofrecida y enseguida retirada a “los hijos de la generación diezmada” volvió a manos de figuras con trayectorias políticas ajenas a esa generación. Es un abuso, por otro lado, adjudicar patente política a la descendencia genética de otra generación, cuando esta generación no puede dar testimonio de que sea así. Estamos ante un acto de malversación histórica o, más prosaicamente, a una reivindicación “contrafáctica”.
Lo más significativo de todo este culebrón es, sin embargo, que la designación anterior de Wado de Pedro había tenido el propósito de aflojar el abrazo del oso de Sergio Massa y de sus patrocinadores del FMI. Cristina Kirchner dio a entender que una unción de Massa representaba consagrar al candidato de las bolsas extranjeras y del Tesoro norteamericano. Es lo que hemos señalado desde estas páginas durante meses (1). CFK insinuó, durante un par de horas, un repliegue político sobre sus propias fuerzas que alejara el peligro de la desaparición de su corriente política, "La Cámpora" y el cristinismo en general.
De Pedro era lo que se llama un candidato “bien visto” por la centrales patronales, que venía acompañado de Manzur, un amigo de la familia Biden, nada menos. Pero fue en vano. Para el Fondo, Massa representa la garantía del cumplimiento del acuerdo con el FMI votado por el Congreso en 2021. Para Massa, el FMI representa la última carta contra una corrida cambiaria. Entre las razones para suspender el adelanto de fondos que pedía Massa, el FMI jugaba el propósito de imponerlo como precandidato en las PASO del oficialismo. Clarín (23/6) lo puso en un titular: “En EE.UU ven motivos políticos por la demora del acuerdo con el FMI”. En un recuadro, añadía: “En Wall Street se sigue de cerca qué ocurrirá con Massa en las próximas horas y su rol futuro”. Ya designado precandidato, Massa tiene la intención de seguir al frente del ministerio de Economía hasta, por lo menos, el final de las PASO, para asegurar que ese adelanto de fondos llegue a buen término. Es una historia que se repite, porque fue lo que hizo exactamente Alberto Fernández cuando el FdT salió primero en las PASO de 2019, al acordar con Macri y el FMI una devaluación que llevara el dólar a 60 pesos en aquel entonces. No se conoce ningún twit de Cristina Kirchner que repudiara ese arreglo.
La designación de Sergio Massa pone ‘en aprietos’ -no mucho más que eso- a los aparatos de la Cámpora y las organizaciones sociales oficialistas. Es solamente un sapo más que deberán tragarse, y lo harán con el mayor gusto si de este modo consiguen alojar precandidatos legislativos y municipales. Kicillof habría advertido, sin embargo, un inconveniente: que la lista bonaerense atada a la de Massa pueda perder votos en las elecciones generales. Sin todavía alguna confirmación, se asegura que desdoblaría las elecciones provinciales de las nacionales para no poner en riesgo el gobierno provincial. Es difícil que Massa acepte, ni que lo haga CFK. Sería como volver al casillero número uno, en especial si la inflación y la caída de los salarios empeora. De acuerdo a las tendencias electorales que se vienen manifestando desde las primarias de septiembre de 2021, todo esto redundaría en una acentuación de la abstención y el votoblanquismo.
Es probable, y hasta seguro, que el FITU intente recoger los votos que dejaría vacantes la designación de Massa con un método que ha aplicado en forma sistemática, como es buscar ser un relevo político parcial del kirchnerismo mediante la adopción de sus agotadas posiciones “nacionales y populares”. Aunque en esta ocasión el FITU concurre a las PASO sin un programa común, como tampoco van con un programa los bloques en disputa en su seno, los que fueron presentados en 2019 y 2021 tenían ese carácter pseudonacional. En la trayectoria de la izquierda, sin embargo, rara vez han tenido éxito las imposturas políticas. El electorado las interpreta como un intento de cazar votos sin principios. Más allá de esto, en las PASO del FITU dominará una lucha faccional endémica, que en esta ocasión se acentúa porque se vislumbra un resultado muy desequilibrado que dejaría a algunos de sus protagonistas sin representación política en la elección general.
Las tendencias del electorado, según los encuestadores, no registran alteraciones sustanciales. Pero esto se está modificando. Ellas se desarrollarán, de aquí en más, en función de la crisis inflacionaria y de las luchas sociales y políticas que no dejará de desatar. La candidatura de Massa no viene con un pan bajo el brazo sino con una hipoteca, pues el adelanto de fondos del FMI está condicionado a una mayor devaluación del peso y a los aumentos ya comprometidos de tarifas en todos los niveles – energía, transporte, salud. También viene acompañada de fuertes convulsiones financieras, como perspectivas inmediatas de default en varios países. Las subas bursátiles en naciones en quiebra, en contraste con lo que ocurre en las bolsas de las metrópolis, responden al ‘atractivo’ de las altas tasas de interés y a las elevadas ganancias capitalistas que acompañan a esas situaciones de bancarrota.
El esfuerzo de nuestro partido, Política Obrera, está dirigido a llamar la atención hacia la necesidad de estar presente en la campaña electoral, para lo cual debemos superar la barrera que imponen las PASO. Para esto impulsaremos enérgicamente nuestro programa y lo asociaremos, con consignas adecuadas, a las luchas de este período. Nuestra estrategia de campaña es señalar una perspectiva socialista de salida a la crisis social, humanitaria e internacional del capitalismo, e impulsar la organización independiente de la clase obrera como el canal fundamental para que las luchas parciales adquieran un carácter general. Con esta política daremos pasos fundamentales para la reconstrucción de una izquierda revolucionaria.
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