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Cuando faltan dos semanas para inscribir alianzas y tres para postular pre-candidatos, las fuerzas oficiales navegan en la bruma. Los protagonistas en pugna están empeñados en tratar de superar por medio de maniobras su insolvencia política para abordar la crisis nacional. Las maniobras son imprescindibles en política cuando se trata de afirmar una perspectiva, pero inútiles o perjudiciales cuando se carece de ella.
El titulo más estruendoso de este panorama de confusiones lo puso el encuestador Alejandro Catterberg al declarar que “hace un año JxC tenía la elección ganada”. Ya no. La ha perdido en el preciso momento en que la gestión del FdT se bambolea al compás de una inflación mensual del 10 por ciento. El dato expone una crisis política de conjunto. Entre estas incertezas, la coalición macrista ha iniciado negociaciones con el gobernador peronista de Córdoba, Juan Schiaretti, que reclama un lugar en las PASO. Rodríguez Larreta, por el contrario, quiere reclutarlo para un eventual gobierno de “unidad nacional” . Un tercero en disputa en la interna de JxC, como Schiaretti, podría restar votos al jefe de Gobierno de CABA, y favorecer una victoria de Patricia Bullrich. La ex jefa del Servicio Penitenciaro, sin embargo, se opone a esta incorporación invocando una necesidad de pureza ideológica. En realidad, teme, por un lado, junto a Mauricio Macri, que la maniobra reste votos a JxC en la elección provincial de Córdoba, que tendrá lugar el el 25 de junio. Por el otro, está detrás de instalar un gobierno de ofensiva contra los masas, que elimine el derecho de huelga y manifestación, como se esta haciendo en Jujuy y Salta.
Las desaventuras de JxC se han manifestado en todas las elecciones provinciales adelantadas, pero ahora tienen por centro a la provincia de Buenos Aires. El precandidato macrista mejor cotizado, Diego Santilli, ha comenzado a perder puntos como consecuencia de la pelea por la composición de la lista para la elección provincial; Héctor Gay, por ejemplo, el intendente de Bahía Blanca, le ha retirado el apoyo. Por otro lado está la disputa por la jefatura de gobierno en la Ciudad, donde Mauricio Macri quiere preservar su vigencia política por medio de su primo, a quien trasladó, con el dedo índice, del distrito de Vicente López.
Del lado del FdT, la precandidatura de Wado de Pedro no despega en las encuestas, en tanto que Scioli y Agustín Rossi no se bajan del propósito de participar en las Paso. Cristina Kirchner no les ha vetado el concurso, a pesar de haber planteado la necesidad de un candidato único. Varias encuestas y algunos analistas prevén para el peronismo una “derrota histórica” en octubre próximo, o sea el tercer tramo de la elección de tercios que ha vislumbrado CFK.
La cuestión del precandidato del kirchnerismo ha tomado carices que van más allá de los pronósticos electorales. Unas PASO que lo dejen relegado podría convertirse en un golpe político a las maniobras económicas de Massa. Junto con una corrida cambiaria, podría anticipar la salida del gobierno de la gestión Fernández. Por afuera de los internismos de unos y otros, el FMI y el Tesoro de Estados Unidos, como el gobierno de Xi y el Banco Popular de China han puesto sus fichas en Sergio Massa, a pesar de una inflación en ascenso, como ministro y como candidato. El giro de dinero virtual a Argentina, de parte de quienes son los adversarios protagónicos en la economía y política mundiales, es una carta político-electoral, incluso si sólo logrará agravar las condiciones de las masas. Los investigadores de opinión pública han comenzado a presentar a Massa como el candidato más competitivo del peronismo; en los “focus group”, dicen las consultoras, no se lo hace responsable del caos económico (La Nación, 4/6). La financiación que han ofrecido China, Estados Unidos y el FMI para controlar el mercado de cambios es lo más parecido al acuerdo que Macri firmó con ellos, en 2018, y determinó una fuga de capitales de decenas de miles de millones de dólares.
Con el emblema “el candidato es el programa”, el kirchnerismo ha lanzado la plataforma que Massa debería defender como candidato, luego de fines de agosto, si lo consagra la PASO del FdT. El punto central es renegociar el acuerdo firmado por Macri con el FMI, ratificado por Martín Guzmán, Silvina Batakis y Sergio Massa. Es lo que plantea el propio FMI, dado que Argentina se encuentra en cesación de pagos. La deuda externa se encuentra en categoría basura, al 20% de su valor nominal. En la negociación quedará envuelta, inevitablemente, la totalidad de la deuda pública, incluso las Leliq. Otras reivindicaciones del programa, como redistribuir el ingreso nacional a favor de los trabajadores, comprometen al kirchnerismo con poner fin a la inflación. Un plan de estabilización monetaria tendrá el efecto adverso – concentrar más el Ingreso Nacional en una minoría capitalista.
La vereda de enfrente del Insituto Patria opina, más o menos, lo mismo. En una reunión reciente con la AEA, el top de la burguesía local y extranjera, los economistas de Larreta y Bullrich advirtieron a sus patrones que la liberación del cepo y la reducción de impuestos al capital deberá esperar por lo menos un año. El temor a que una devaluación desate una hiperinflación y una rebelión popular se ha contagiado a “la contra”. El impasse del régimen vigente no puede ser más completo.
A Javier Milei le ocurre lo mismo que a la denominada casta. El equipo que se va aglutinando en torno al pretendido libertario ha comenzado a pinchar la dolarización y la disolución del Banco Central. Milei ya advierte que esto tomará su tiempo. Los empresarios dispuestos a financiar su campaña electoral plantean, en canje, un cambio de programa. El pseudolibertario no tiene posibilidades de reunir una mayoría parlamentaria, ni con coaliciones. Milei va camino a convertirse en el mascarón de proa de la casta – un útil para nada. El destino de esta candidatura se encuentra condicionado al desarrollo que adopte la campaña electoral. Si Macri-Bullrich ganan las Paso de JxC, es probable que Milei se desvanezca; en caso contrario, una candidatura de Larreta llevaría un caudal residual de votos al campo de Milei.
Para un número creciente de encuestadores hay un ascenso de la abstención y del voto en blanco. En 2001, esto fue el prefacio del 19 y 20 de Diciembre. Otro actor electoral, el FIT-U, se ha atrincherado en una puja interna de candidaturas, como ocurre en cualquier aparato. Un hecho reciente lo coloca a la derecha del kirchnerismo: propone, al igual que éste, establecer una empresa estatal de alimentos, con la desventaja que el Instituto Patria propone para eso la nacionalización de Vicentín.
Las campañas electorales no son un terreno favorable para los partidos socialistas revolucionarios, por de pronto por el monto de dinero que exigen. Se ha estimado en valores de un par de centenas de millones de pesos. La organización Chequeado atribuye al PTS y al Partido Obrero oficial un gasto, hasta ahora, de diez millones, cada uno. Una campaña electoral socialista debe servir para ampliar la influencia revolucionaria y el reclutamiento. El voto servirá como un registro y una tendencia. Lo que ocurre en Salta es ejemplificador: diez días después de ganar las elecciones, el gobernador Gustavo Sáenz se vio desafiado por la mayor movilización popular en la provincia para apoyar la huelga indefinida de los docentes autoconvocados, de la lucha de los trabajadores de la Salud y potencialmente de los choferes.
Las elecciones de Octubre podrían provocar la derrota de todos los candidatos y coaliciones. Una abstención y voto en blanco excepcionales, que convertirían en inefectivos al resto de los sufragios fragmentados. Una candidatura de Massa sería el ápice de la crisis política, un recurso final, que dejar comprometidos al FMI y a las Tesorerías y gobiernos de las potencias dominantes.
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