La “izquierda que se planta” no defiende el derecho al piquete

Un cuestionario de La Nación a algunos precandidatos a jefe de gobierno ha servido para exponer el desbarranque político del aparato del Partido Obrero. “La izquierda que se planta”, a través de Vanina Biasi, desarrolla una perfecta adaptación a la agenda derechista que le propone el diario.

Interrogada respecto de qué hacer con los piquetes, “Responder a la demanda” de trabajo o alimentos, responde Biasi, “acabaría (con) los piquetes”. En el contexto de las elecciones, Biasi se suma, con sus argumentos, al slogan de “acabar” con los piquetes. Pero el piquete no tiene un carácter episódico: es una institución política de la clase obrera, como los sindicatos, la huelga y la rebelión contra el capitalismo. Por eso es también una institución internacional de los trabajadores. Si el piquete consigue el derecho al trabajo, enseguida deberá ser utilizado para combatir las condiciones de ese trabajo y los salarios de la fuerza de trabajo. En una campaña que se caracteriza por el planteo de recuperar la gobernabilidad y acabar con el “populismo”, una “izquierda que se plante” reivindicaría el piquete como un método fundamental de los trabajadores. En momentos en que Morales y el salteño Saénz sancionan reglamentos contra la manifestación y contra el piquete, en lugar de denunciar la ofensiva reaccionario contra los derechos democráticos de los trabajadores, Biasi hace una contraoferta para llegar a un acuerdo con ese cercenamiento. En el caso del Polo oficial, el reclamo es un salario mínimo igual al costo de la canasta de pobreza. Si con algo así se clausuran los piquetes, habría que hacerle un piquete a los dirigentes del Polo oficial. Jorge Adaro, dirigente de Ademys y precandidato del PTS-IS, denuncia al menos la “criminalización” de la llamada ‘protesta social’ –otro eufemismo para desnaturalizar la manifestación de masa y los cortes y piquetes-.

Biasi no se enreda con sus palabras. Son tan diáfanas que, con el mismo método, reclama “paritarias y desabestización” para “evitar los paros del subte”. Paritarias o piquetes es una falacia: la temporada de los piquetes y de las huelgas es precisamente cuando se negocian los convenios. De lo contrario, estaríamos ante una entregada de la burocracia. Es impactante ver cómo la “izquierda que se planta” sucumbe ante la presión de La Nación y sus pretendidos lectores. Así fue cómo, bajo la presión del electorado de CABA, Solano y Bregman votaron a favor del sionismo en la Legislatura porteña (tratado Netanyahu-Trump-Felipe Solá).

El derecho a la protesta, al piquete y a la huelga deben ser defendidos sin condiciones y más allá de toda “demanda” (reivindicación parcial). Es, también y por sobre todo, el derecho a la movilización política contra el Estado. El kirchnerista Santoro, al aludir a “conflicto de derechos” -entre los piqueteros, de un lado, y los transeúntes, del otro- reconoce al menos al piquete como un derecho. El par de Biasi, Alejandro Bodart, promete el “fin de los piquetes” ante cualquier medio de comunicación que se le ponga a mano.

Derrame

A la hora de indagar en las demandas que adjudica a los piqueteros, señala “la creación de trabajo genuino a través de una política industrializadora” (sic). Biasi ha creado el piquetero desarrollista: no atribuye la miseria social al capital, sino a una industrialización capitalista insuficiente. Históricamente, la industrialización ha incrementado la tasa de explotación de la fuerza de trabajo, de ningún modo la ha disminuido. La industrialización acentúa el conflcto de clase, no lo amortigua. En los planteos de Biasi no hay nada nuevo; los viene agitando Solano sin respiro. En CABA, la industrialización incluye a una “pujante” industria confeccionista que se reparte entre fábricas con salarios de indigencia, talleres clandestinos y la autoexplotación de las industrias domiciliarias. La “nueva” industria porteña ha progresado de la mano de esta precarización laboral, además de las exenciones impositivas. Cuando es interrogada por los “polos gastrónomicos y recreativos”, Biasi omite mencionar la superexplotación en todas esas actividades. Como delegada no docente, Biasi no ignora nada de esto, pero como carrerista electoral lo deja bien guardado.

“Inversión”

A la hora de referirse a la crisis educativa y sanitaria de la Ciudad, la candidata tampoco arranca desde el lugar del trabajo; alude a la condición laboral en la educación y la salud en forma imprecisa. A la pregunta sobre la mora en los “turnos médicos”, no plantea la reivindicación de las seis horas en toda la salud, la creación de un nuevo turno en el hospital público y la correspondiente incorporación de trabajadores. Tampoco alude a la canasta familiar para el salario mínimo del maestro en la jornada simple. Las propuestas de la precandidata refieren a la “inversión pública” en hospitales, pero ni rozan el planteo de la nacionalización del sistema de salud, en un distrito donde la “industria” privada de la sanidad representa el 80 % de la atención primaria. Lo mismo ocurre en la cuestión urbana, donde aspira a un módico “banco de tierras” públicas, en una Ciudad donde la privatización del suelo ha alcanzado niveles fantásticos.

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Destruir el derecho laboral, la hoja de ruta de los pre-candidatos patronales La política y reivindicaciones de Política Obrera. Por Jorge Altamira (Candidato a Diputado por la Ciudad de Buenos Aires), 20/07/2023.

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