El balance del derrumbe político y electoral del FIT-U, por sus propios responsables

Escribe El Be

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El resultado de las PASO del Frente de Izquierda-Unidad ha arrojado balances diferentes y contradictorios. Más importante aún es la ausencia de un lineamiento acerca de la nueva campaña hacia octubre, que tiene por eje la confrontación entre las tres que han ocupado los primeros lugares

Un escueto artículo del PTS señala que el FIT-U habría logrado salvar la ropa en “una elección derechizada y compleja”. Hablando en tercera persona dice que ha habido “una continuidad de ese espacio político, que lo ratifica como referencia política de sectores de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud”. Afirma que “la comparación [con elecciones anteriores] no se puede hacer en votos absolutos, porque esto varía en función de la cantidad de votantes”. En realidad, las abstenciones debieran haber favorecido al FIT-U, porque responde a electores que en el pasado votaron a fuerzas tradicionales. El articulista desprecia la pérdida de 100.000 votos respecto de la elección presidencial de 2019 (15 % de sus votantes) y, por sobre todo, la marginalidad en que ha caído el FIT-U en una elección realizada bajo una crisis política monumental y una tendencia hiperinflacionaria. La destrucción de la moneda es sinónimo de disolución de relaciones sociales capitalistas. El planteo de dolarización es un llamado a que la reconstrucción de esas relaciones parta del exterior. Al PTS le importa la caída porcentual del FIT-U, que es lo que determinará la obtención o no de bancas parlamentarias. Lo cierto es que, además del porcentaje, ha perdido 100.000 votos de “sectores de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud”.

Según su balance, “aunque el FITU obtuvo menos votos [628.893 votos] que en las elecciones de 2015 [732.851 votos] y 2019 [723.147 votos], se trata de una diferencia de menos de medio punto porcentual [del total de votos emitidos]. Es decir, mínima”. El PTS ve una ratificación del FIT-U como referencia, pero lo único que realmente se ratificó fue la tendencia decreciente de los votos del FIT-U, cuando hasta hace poco se jactaba de su condición de “tercera fuerza”.

Izquierda Socialista comparte que “el FITU realizó una buena elección”, pero lo debilitó “ir en dos listas”. Según IS, las diferencias políticas esgrimidas no eran más que una “cortina de humo” para justificar la instalación de una lista propia para las PASO (por parte del PO oficial y el MST). El artículo de IS da cuenta de la tendencia del FIT-U al arribismo y el carrerismo parlamentario.

También el MST se suma al concierto del optimismo: “la fuerza de la unidad, dice, fue construyendo una referencia” en un contexto de “corrimiento (sic) a derecha”. Sin embargo, añade que “no pudimos avanzar (sic) en votos en estas elecciones porque no logramos atraer a una nueva franja ni canalizamos una parte sustancial de los descontentos” (en realidad, perdieron votos propios).

El PO oficial, en cambio, ha pasado del optimismo al pesimismo y el descorazonamiento: se produjo, dice, “una mala elección” del FIT-U. El ex precandidato Gabriel Solano afirma que “el repudio a las fuerzas políticas tradicionales fue canalizado por la derecha y no por la izquierda”, por lo que “el costo de oportunidad ha sido altísimo”. Pero el FIT-U no ha perdido la oportunidad de ganar, sino que simplemente ha perdido. Atribuye el retroceso electoral por entero a la “confusión ideológica y el oportunismo ante el kirchnerismo” del PTS, pero no explica por qué al aparato le fue peor aún, a pesar de la crítica a ese oportunismo. La lista piquetera del PO-MST no recogió ni los votos de lo que ha caracterizado como su base. Para Solano, sin embargo, “las causas principales” [del retroceso del FIT-U] son de orden objetivo –un “giro a la derecha”. Pero oculta lo fundamental: la responsabilidad de la ‘izquierda’ en el ‘giro a la derecha’. En definitiva, la derecha se “plantó” mucho mejor de lo que se “plantó” Solano. En estos cuatro años, además del ‘fracaso’ de los Fernández, tuvo lugar la liquidación histórica del Partido Obrero, por parte de la camarilla de Solano y la alianza del aparato con el derechista MST.

Ninguno de los partidos del FIT-U ha puesto en discusión sus consignas y orientación estratégica. Se sorprenden de que el descontento no haya ido a “levanta(r) a la izquierda” ni se haya sentido atraído por “la izquierda que se planta”, dos planteos autorreferenciales en medio de un derrumbe colosal de las condiciones de vida de la población y del aumento de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo. Solano afirma que “el clima dominante en el movimiento popular fue de pasividad” –exactamente lo contrario de lo que ha sostenido hasta ahora– de marchas piqueteras. Ante los votos y los hechos ya consumados, Solano dice ahora que “muchos compañeros de los barrios votaron con bronca” por Milei, que casi no pisó un barrio. Eduardo Belliboni dice que “se lo advertimos a la ministra Tolosa Paz (…) el triunfo de un derechista reaccionario como Milei está cimentado también en que el gobierno ajustó hasta los más pobres”. Tolosa Paz no recogió los consejos de Belliboni.

Para Solano, el movimiento piquetero se vio “aislado” y su lista “sufrió especialmente este aislamiento, incluso en barrios populares”. Arremete además contra la mayoría de las propias organizaciones que componen la Unidad Piquetera junto al Polo Obrero oficial. Las acusa de no haberse sumado al FIT-U. Mientras el PO oficial creía tener en los piqueteros un voto cautivo y trató de hacerlo valer para convocar a un Congreso que eligiera a sus candidatos para el FIT-U, ahora descubre que estaba aislado en los barrios. La tesis del “movimiento popular con banderas socialistas” salió de esa mala caracterización del movimiento piquetero. Los trabajadores que reciben una magra asistencia social sólo pueden romper con la burguesía cuando la clase obrera tome la dirección política. Es necesario un partido obrero, no un movimiento popular. La lista PO oficial-MST retrocedió al punto de no superar las PASO (0,87 %).

El PO oficial fue el primero en incumplir con la “delimitación con el kirchnerismo”, pues fue a una alianza con Grabois y la UTEP en la interna del gobierno (“Fuera Tolosa Paz”). Este acercamiento al “movimiento popular” fue saludado por el PTS.

La ausencia de consignas políticas de la Unidad Piquetera y del Polo Obrero oficial y el seguidismo a la burocracia sindical y piquetera han pasado factura. El “movimiento popular con banderas socialistas”, que rechaza la construcción de partidos obreros, ha quedado en bancarrota.

El FIT-U ingresó a la campaña electoral, en el marco de una crisis de poder y un derrumbe del gobierno peronista, embarcado en una lucha fratricida y con un planteo democratizante. Pero al día siguiente de la elección, el FIT-U ratifica su línea política: “asambleas en los lugares de trabajo” para exigir a las CTA y la CGT “un paro nacional activo, que sea el inicio de un plan de lucha nacional”; las “reivindicaciones inmediatas” (“aumento de emergencia”, reapertura de paritarias -paso de tortuga frente a una crisis que avanza a la velocidad del zorro-, “aumento significativo (SIC) de la ayuda social”, etcétera) “deberán ser parte un plan económico obrero y popular como el que postulamos desde el FIT Unidad, que parte del desconocimiento total y no pago de la deuda externa y la ruptura con el FMI, junto a medidas de autodefensa nacional como la nacionalización de la banca y del comercio exterior, creando una banca única que evite las fugas, garantice créditos baratos y resguarde los ahorros de los pequeños ahorristas”.

Como señala Izquierda Socialista, “ante las dudas que puedan existir entre las y los simpatizantes del FITU, afirmamos que está garantizado (sic) que el frente seguirá unido”. Más de lo mismo, o mejor, mucho menos de lo necesario, para la hiperinflación y las elecciones de octubre.

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