Tiempo de lectura: 5 minutos
Los resultados de las recientes elecciones municipales en Turquía han sido calificados por la prensa internacional como una derrota “histórica” del actual mandatario, Recep Tayyip Erdogan. Con una participación del 78 % (9 puntos menos que en las presidenciales de mayo pasado), el mayor partido de oposición de Turquía, el Partido Popular Republicano, obtuvo el 37,8 % de los votos, su porcentaje más alto desde 1977, mientras que el Partido Justicia y Desarrollo (AKP), de Erdogan, alcanzó el 35,5 %, su peor resultado en elecciones locales desde que se fundó el partido hace más de 20 años. Esa cifra general, sin embargo, esconde las victorias aplastantes de la oposición en las grandes ciudades. El número de distritos bajo control de la oposición pasó de 21 a 35 (de un total de 81) y logró victorias holgadas en la mayoría de las principales metrópolis. Seis de las ciudades más grandes se encuentran ahora en poder de los opositores, incluyendo Estambul, Ankara, Izmir, Bursa y Antalya. Desde que ganó las elecciones para la intendencia de Estambul, en 1990, Erdogan ha sido el personaje principal de la historia de Turquía. Su aplastante derrota avizora para muchos el final de una era.
El gobierno turco incluso debió ceder a las presiones de la movilización popular que se desató con motivo del intento de anular la victoria de un candidato prokurdo en la alcaldía de la ciudad oriental de Van. Las protestas llegaron a enfrentamientos callejeros con la policía y no cejaron hasta que el tribunal electoral anulara la decisión de otorgarle fraudulentamente el triunfo al partido de Erdogan, con el argumento de que el candidato del Partido por la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (DEM) fuera declarado “no elegible” a último minuto.
La derrota en Ankara tiene un significado especial, ya que se convirtió en el centro neurálgico del régimen islámico del país. Erdogan ha llevado adelante una política proislámica en los últimos años, con el fin de ganarse el apoyo de los sectores religiosos y conservadores. Incluso hace dos años, el gobierno retiró al país del Convenio de Estambul contra la violencia hacia las mujeres.
El gran ganador fue el Partido Republicano del Pueblo (CHP), que conservó la alcaldía de Estambul (que concentra 16 millones de habitantes, el 20 % de la población, y el 30 % de la producción nacional) y conquistó otras más. Una competencia por derecha para el gobierno fue el partido islamista YRP, fundado por Fatih Erbakan, hijo del mentor político de Erdogan. El YRP no obtuvo una votación tan abultada, pero le alcanzó para hacerse con la alcaldía metropolitana de Sanliurfa -octava mayor ciudad del país- y con la alcaldía de la capital provincial de Yozgat, ambas anteriormente del AKP.
Si bien un resultado favorable a la oposición era esperado, el gobierno de Erdogan había asestado un duro golpe a los opositores al imponerse en las elecciones de mayo, a pesar de la brutal crisis económica que vive el país y del descontento general con la política que llevó adelante el gobierno frente al terremoto de 2023. Con una economía que no tiene nada que envidiarle a la Argentina, la inflación alcanzó este año el 67 % en Turquía, sin perforar nunca el piso de los 60 puntos; el Estado cuenta con escasos mecanismos de protección social; el salario mínimo está por debajo los 500 dólares y las jubilaciones apenas superan los 250. A pesar de esos números y de la conformación de una coalición de seis partidos con el fin de derrocar a Erdogan, este se impuso, aunque por primera vez en su carrera política debió hacerlo en segunda vuelta. Para algunos especialistas, la reciente victoria de la oposición es una respuesta tardía a la crisis económica.
Erdogan se encuentra en el segundo de los dos mandatos presidenciales permitidos por la Constitución, pero muchos creen que podría buscar una vía legal para permanecer en el cargo, ya sea presionando al Parlamento para que convoque elecciones anticipadas, lo que le permitiría presentarse nuevamente, o modificando la Constitución para permitir otro mandato. Por otra parte, se especula que los líderes de la oposición también podrían decidir impulsar elecciones anticipadas, aprovechando el envión obtenido en la reciente elección. De lo contrario, el envión podría diluirse a la espera de la fecha establecida para las próximas elecciones presidenciales, en el 2028. La otra opción para esta oposición es la presión al gobierno para que retorne a un sistema de poder parlamentarista; es decir, el fin del régimen bonapartista.
La campaña de la oposición se ha centrado en los aspectos autoritarios del gobierno actual, su centralización del poder en un solo hombre, su intervención en otros poderes del Estado y la política represiva. Se han cuidado de pronunciarse sobre un tema sensible para las potencias occidentales, como es la política exterior del gobierno, tanto en relación a la guerra entre la OTAN y Rusia en Ucrania, como en el creciente conflicto en Medio Oriente. Turquía interviene militarmente en múltiples conflictos armados que se desarrollan en la región y ha establecido una política internacional volátil, aprovechando las rivalidades de las grandes potencias.
Como sostuvimos desde estas páginas, Erdogan mantiene a Turquía en un estado de ambivalencia internacional. La misma política pendular se aprecia ahora frente a las relaciones con Israel, con quien los medios habían anunciado recientemente un “deshielo” en las relaciones entre ambos países, pero que esta semana se encontraron con que el gobierno turco tomó la decisión de imponer restricciones a las importaciones a ese país. La medida afecta a 54 bienes industriales y materias primas que el año pasado ascendieron a 5.400 millones de dólares. “Esta decisión permanecerá vigente hasta que Israel declare un alto el fuego en Gaza y permita el flujo de una cantidad suficiente de ayuda ininterrumpida a la Franja de Gaza”, dijo el ministerio en un comunicado. La oposición, definida por los medios internacionales como “socialdemócrata”, no se ha involucrado en el asunto. El diario El País advierte que a esta oposición le “corresponde cuajar a nivel nacional la alternativa local que ya representan”.
Los giros en los alineamientos internacionales del gobierno turco se producen en función de la guerra mundial, por un lado, y de la acuciante crisis económica que atraviesa el propio país, por el otro. Erdogan aprovecha las rivalidades internacionales en su favor tanto como se ve obligado a ceder posiciones, ante la necesidad de oxígeno para su derruida economía, su crisis política interna y las contradicciones que atraviesa en los conflictos bélicos en que se encuentra involucrado en la región (Siria, Irak, Libia, en el Cáucaso, contra los kurdos en su propio territorio). Por ese motivo, recientemente levantó el veto para que Suecia se integre a la OTAN (así como antes lo había hecho con Finlandia).
El destino del gobierno turco, acosado por una colosal deuda pública, el vaciamiento de las arcas estatales y un aumento generalizado de la pobreza, se encuentra indisolublemente atado a la crisis mundial y a la guerra en curso.
Erdogan se impone en segunda vuelta Por Joaquín Antúnez, 29/05/2023.
Las elecciones en Turquía y la guerra Por Jorge Altamira, 15/05/2023.