Escribe Marcelo Ramal
Choques con Macri, expulsión de asesores, enfrentamiento con Villarruel, mientras avanza la crisis financiera y la depresión económica.
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La aceleración de los choques políticos y económicos en el gobierno opacó uno de los episodios más significativos de la semana. Nos referimos a la expulsión del empresario y economista Teddy Karagozian del Consejo de Asesores del presidente.
Karagozian es un peso pesado de la burguesía local, en el rubro textil, y fue un claro sostenedor del tándem de los Fernández-Massa. En esos tiempos, los economistas liberales -tanto los libertarios como los de “copetín”- consideraban a Karagozian el típico empresario protegido gracias al sistema de aranceles y otras restricciones a la importación de vestimenta que amparaban su producción. Para que no quedaran dudas, creó una institución de estudios con un nombre elocuente -la fundación “Pro tejer”. Pero, sin renunciar a ninguna de esas prebendas, Karagozian se destacó por proponerle al gobierno de los Fernández y Massa la llamada “mochila austríaca”, un sistema de capitalización individual de los empleados financiado con un aporte de los empleadores. Ese fondo reemplazaría a la indemnización por despido y los recursos acumulados podrían ser usados por el trabajador cuando se encontrase desempleado. Karagozian reclamaba también menores impuestos al capital y, en cuanto a desregulaciones, la única excepción la constituía su industria. Con este programa, Karagozian apostó por Sergio Massa en las presidenciales 2023. Esa comunión -seguramente regada con apoyos financieros- no hubiera sido posible sin el compromiso del candidato de Unión por la Patria con su “mochila” y otras propuestas antiobreras.
La fluidez con la cual pasó a trabajar después en el gobierno de Milei es otra muestra de la “capilaridad” entre el universo massista-kirchnerista y el de Milei. “Karago” es parte de la gran burguesía que saltó del barco “nacional y popular” cuando éste dio muestras de completo agotamiento. Con entusiasmo, el dueño de la Textil Platex pasó a revistar en el gobierno en calidad de funcionario o consejero. Las banderas que lo conquistaron son claras: reducción del “costo argentino” por medio de una reforma laboral y el jubileo de impuestos -con excepción, claro, de las “protecciones especiales”-. Los desreguladores austríacos se cuidaron muy bien de dejar afuera de la motosierra a la raza de los Karagozian, entre los que se cuentan los capitalistas radicados en Tierra del Fuego y también el inefable Galperín, otro mileísta con tratamiento impositivo especial.
Ahora, Karagozian se ha hecho echar del “Consejo de Asesores”. Por razones no demasiado claras, Karagozian aboga por “una verdadera reforma laboral”. Seguramente se refiere a su propuesta de seguro de despido, que la Ley Bases formula sólo genéricamente y deja sujeta a una posterior reglamentación. Mucho más clara, en cambio, es su crítica al “atraso cambiario”, sumándose al lote de los que reclaman el fin del cepo y una devaluación. Karagozian se va, además, cuando los datos de la actividad industrial ponen de manifiesto una recesión profunda y extendida en el tiempo -o sea, una depresión-. La gran burguesía asiste al derrumbe del mercado interior y, al mismo tiempo, a una pérdida de competencia en el mercado internacional.
Pero el aligeramiento del barco liberticida es un fenómeno más amplio. Semanas atrás, fue “renunciado” otro pesado del Consejo de Asesores, el economista Fausto Spotorno. El jefe de Spotorno en su actividad privada es el consultor Orlando Ferreres, que había caracterizado al plan de transferencia de deuda del Central al Tesoro como un “plan Bonex”, o sea, una confiscación contra los bancos. Esta percepción ha sido ratificada en los últimos días con la pronunciada caída en el valor de las acciones de los bancos. “Spotorno afuera” es otro síntoma de que fracciones poderosas del capital miran con reservas al castillo de naipes oficial.
Milei-Caputo respondieron a estas objeciones redoblando el plan deflacionario. Pusieron en marcha un remate de las escasas reservas internacionales disponibles para abatir la cotización de los dólares paralelos y financieros. La decisión de habilitar esta fuga de capitales para “estabilizar” el tipo de cambio ha agravado el choque con el FMI, que desistió definitivamente de cualquier financiamiento inmediato a la Argentina. La revelación de la Asociación Bancaria acerca de la transferencia de un parte de las reservas de oro del Banco Central al Banco de Inglaterra tiene el propósito de constituir una garantía física para un préstamo internacional. La camarilla gobernante se ha embarcado en el aventurerismo y la desesperación política.
Caputo ha asegurado que los dólares que necesita saldrían “del colchón” de los ahorristas, que deberán cambiarlos para pagar impuestos. El ministro del Pacto de Mayo (o Julio) viola así el primer punto del Pacto -el respeto a la propiedad privada- pues propugna una confiscación de los ahorros con el propósito de pagar la deuda pública.
La crisis con los bancos, además, tiene otro capítulo: la recompra de las garantías de los bonos del Tesoro por parte del Banco Central (puts). El gobierno dice que logró un acuerdo con la mayoría de los bancos -pero no con todos-, para devolverles los 90 mil millones de pesos de las primas, a valor actualizado, que los bancos pagaron por esa garantía o seguro. Ofreció además a los banqueros la exención del pago a la Ciudad del impuesto a los ingresos brutos que deberían pagar por las nuevas Letras remuneradas que recibirán. Saldó la crisis con el gobierno macrista porteño por esa exención, devolviéndole la coparticipación arrebatada por los Fernández en 2022. Resarcirá a los banqueros con recursos que deberían ir fisco que, a su turno, se derrumban por la menor recaudación impositiva que provoca la recesión industrial. Como ya se dijo desde estas páginas, Caputo “no logra cuadrar el circulo”.
Las contradicciones explosivas de la economía están reconfigurando el proceso político. El episodio de los cánticos racistas de la Selección nacional ha desatado un nuevo enfrentamiento entre el presi y su vice. A punto de poner el pie en el avión para ir a las Olimpíada en Francia, el ataque de Villaruel al ‘colonialismo francés' amenazaba el viaje de Milei a París. Al reivindicar el acto racista de los “campeones”, Villarruel buscó ‘empiojar’ la gira. Esta división se repite en cuanto a la conformación de la “nueva” central de inteligencia y en la relación del gobierno con las Fuerzas Armadas.
En otro plano, Macri negocia un interbloque en el Congreso con los “libertarios” que se han alejado de LLA “oficial”. Hace algunos meses, Milei esperaba disolver y capturar al macrismo. Ahora, Macri le está robando legisladores. La posibilidad de un nuevo acercamiento entre Milei y Macri ha vuelto a quedar condicionada. Volviendo a Villarruel, el periodismo informa que se ha rodeado de asesores y funcionarios del macrismo para el manejo del Senado. El oficialismo y el macrismo participan de un libro de pases. Se ha desatado una pelea de camarillas que busca inclinar la balanza de poder frente a la crisis de gabinete que anuncia la persistente depresión industrial, los choques de Caputo con el FMI, la transferencia clandestina de oro y el reclamo de una devaluación por parte del capital agrario e industrial.
En estas condiciones, la escalada contra los trabajadores plasmada en la Ley Bases es llevada a los hechos en las reparticiones y fábricas. La gran industria aprovecha la recesión de Caputo-Milei con despidos y suspensiones: con mayor reducción de salarios y jubilaciones e incluso con la anulación de las paritarias, como acaba de ocurrir con los docentes universitarios y –de facto– con la demora de ocho meses en la Siderugia. La realidad es otra: el gobierno liberticida se fractura al calor de una bancarrota económica y financiera que se aproxima a un desenlace. El propósito de inscribirse en el Pacto de Mayo arrastrará a la CGT a la crisis de todo el régimen político, en momentos en que el repudio de la clase obrera a la burocracia de los sindicatos no deja de crecer en las filas de los trabajadores.