Guerra sin cuartel en la industria tabacalera

Escribe Fabián Cañete

Massalin quema las naves.

Guerra sin cuartel en la industria tabacalera

Tiempo de lectura: 6 minutos

En los últimos meses, en buena medida al calor de la crisis económica nacional, ha recrudecido la guerra comercial entre las empresas del sector tabacalero. La disputa viene de varios años atrás; sucedió que al reparto ‘normal’ del mercado local entre las dos grandes compañías, Massalin Particulares, representante local de la multinacional Philip Morris, y BAT (British American Tobbaco), ex Nobleza Piccardo, le salió una fuerte competidora, Tabacalera Sarandí. La Tabacalera Sarandí, que participa con las marcas Red Point, Master y Kiel, propiedad del empresario Pablo Otero, apodado el ‘Señor del Tabaco’, pasó, según El Cronista Comercial del 10/4/2024, de tener una participación en el mercado de 5,6 % en 2016 a un 38,4 % en la actualidad, un crecimiento exponencial, despojando del segundo lugar a BAT, (marcas Lucky Strike, Camel, Rothmans).

Como se señala más arriba, las dos grandes tabacaleras controlaban la mayoría del mercado, siendo Massalin (marcas Marlboro, Philip Morris, Chesterfield) la compañía líder y BAT secundándola, y las empresas menores se disputaban una porción mucho menor; con la aparición de ‘Sarandí’ se rompió ese equilibrio. La disputa transita todos los terrenos, por un lado, hay una vieja contienda judicial, donde ‘Sarandí’ aduce que siendo una PYME no le corresponde pagar un impuesto interno agregado bajo el gobierno de Macri en 2017, que sería para “desalentar el consumo”; en este terreno Tabacalera Sarandí fue sorteando el impuesto por medio de medidas cautelares, hasta que la Corte Suprema de Justicia falló el 6 de junio de este año en su contra.

Otro capítulo se ha dado desde diciembre pasado con la asunción del gobierno de Milei, cuando a partir de los proyectos de "Ley Ómnibus" primero y "Ley Bases" después, apareció en escena el fuego cruzado de legisladores que se colocaron como parte del lobby de uno y otro sector para incluir o no el capítulo del impuesto al tabaco en estas leyes, cosa que finalmente se consiguió con la última ley, que llevó la alícuota de impuestos internos del 70 al 73 % del valor del atado de cigarrillos. Por su lado los empresarios de las plantaciones de tabaco de las provincias productoras, fundamentalmente de Salta, y también el gobernador de esa provincia, Sáenz, se han colocado del lado de Massalin y BAT, aduciendo que el “Señor del Tabaco” no sólo no paga determinados impuestos internos, que en parte vuelven a los productores por medio del Fondo Nacional del Tabaco, sino que los perjudica por partida doble ya que importa el tabaco de Brasil. El empresario Otero en un comunicado difundido por Página 12 ( 13/7/2024), denuncia que Massalin y BAT quieren sacarlo del mercado, que se valen de los grandes medios, Clarín y La Nación, para una “campaña falsa y maliciosa”, que compran legisladores, y que cuentan con la ayuda del Estado; particularmente Otero denuncia que la AFIP, en componenda con las multinacionales mencionadas, tiene un plan para dejar de entregarle estampillas fiscales (Instrumentos Fiscales de Control -IFC-) o darle menos de que las que necesita (va una por atado-paquete), y que por medio de ese tipo de control pretenden bajarle drásticamente la producción o eliminarlo directamente. Por su lado los grandes medios que ofician de voceros de Massalin y BAT dan con detalle datos de crecimiento del grupo empresarial de Otero y su familia, señalando que el mismo se ha diversificado con un conjunto de empresas de otras áreas de la economía, incluso instaladas en otros países, es decir con fuga de capitales; pero, no obstante, lo que sale a la superficie es que la ‘gallina de los huevos de oro’ está en la producción de cigarrillos.

El crecimiento de las ventas de las marcas de Tabacalera Sarandí, señaladas como de menor calidad que las de las grandes compañías, se debe fundamentalmente al precio, que venían siendo aproximadamente la mitad de las marcas de Massalin y BAT. Esto se ha dado en un contexto de empobrecimiento de la población trabajadora, acentuado bajo la pandemia (gobierno de Alberto Fernández) y bajo el actual gobierno liberticida de Milei que ha dado desde la devaluación misma de diciembre pasado una serie de mazazos a los salarios de los trabajadores, y al poder adquisitivo de los sectores populares más en general.

Aunque no está dicha la última palabra, el gobierno liberticida de Milei se encuentra en la disyuntiva de, o apoyar a las compañías multinacionales, lo más común en este tipo de gobiernos cipayos, o liberar las estampillas de control fiscal para que el grupo de Otero continúe su participación ‘normal’ en el mercado. Porque, por otro lado, la empresa de Otero ya habría conseguido posicionarse a nivel nacional con una amplia red de distribuidores oficiales, que no será tan sencillo si intentan desmantelarla. El gobierno de Milei, que llegó al poder denunciando la presencia desmesurada del Estado en la economía y contra los impuestos en general, ha adoptado una política fuertemente impositivo recaudatoria, como bien lo marca el nuevo piso del impuesto a las ganancias (al salario del trabajador); en el caso de los impuestos al cigarrillo, la recaudación impositiva sería de varios miles de millones de dólares según la consultora Abeceb (ídem El Cronista Comercial). El gobierno liberticida de Milei necesita hacer caja para, en primer lugar, continuar con el pago de la deuda externa, en este caso con los pulmones de los consumidores.

La guerra comercial entre las empresas del sector ha recrudecido a partir del fallo de la Corte Suprema primero, y de la inclusión del impuesto al tabaco en el paquete fiscal de la "Ley Bases" después. El 20 de junio pasado Massalin presentó su nueva lista de precios, con un incremento del 8-9 % y dejando 2 de sus marcas (Chesterfield 20 ks y Harmony 20 ks) a un precio más bajo diferenciado del resto, como para ir arrimando a una competencia con Sarandí; a la semana siguiente, como es de costumbre BAT incrementó sus precios igualando los de Massalin, dejando en este caso a los Rothmans 20 ks y Lucky Strike Origen en sus diferentes versiones con precios más bajos y diferenciados. Sarandí por su lado cerró la producción y dejó de entregar mercadería por casi un mes; en ese lapso los grandes distribuidores bien stockeados fueron largando mercadería a cuenta gotas, con un precio superior al anterior. El 13 de julio Massalin vuelve a presentar una nueva lista de precios, con fuertes incrementos, hasta de un 25 %, en varias marcas, y rebaja en otros, en este caso en los Marlboro Crafted (ex L&M); esta última medida de rebaja de precios es resistida por muchos comerciantes ya que los pagaron más caros en su momento. Por primera vez en mucho tiempo Massalin tiene una diferencia de 3 a 1 en el valor del cigarrillo más caro respecto del más barato de la misma compañía. Esta vez, BAT, el 24 de julio, anunció que no acompañaría con una igualación el aumento de precios de Massalin y que no sólo que no los aumentaba sino que rebajaba varios de ellos, de esta forma pretende competir en el segmento de arriba con Massalin y con los de menor valor con Sarandí. A renglón seguido Sarandí retomó la actividad y presentó su nueva lista de precios, con un incremento del 10-12 % promedio, que no tocaba hacía más de dos meses, con lo cual siguen siendo baratos en relación a sus competidoras. La respuesta de Massalin no se hizo esperar y presentó otra lista de precios, vigente desde el 27 de julio, retrotrayéndose en los precios de la línea Philip Morris, para competir con BAT, y rebajando los Marlboro Crafted (ex L&M) poniéndolos prácticamente al precio de los Red Point de Sarandí, es decir en competencia directa. Veremos cuales son las próximas acciones y quien logra imponerse al otro.

Estamos en presencia de una guerra intercapitalista con final abierto, donde los grandes ausentes son los sindicatos de los trabajadores del sector. Ríos de tinta se han venido escribiendo sin que tercie la representación obrera.

No podemos dejar de señalar tampoco que esta guerra empresarial se da en el marco no sólo de caída estrepitosa del poder de consumo de los trabajadores sino que por la misma crisis general también asistimos a la ruina de gran parte del pequeño comercio, kioscos y almacenes chicos, fundamentalmente los de barrios periféricos y quienes pagan un alquiler y sufren los excesivos incrementos del valor del consumo de electricidad. Por lo cual también en este terreno se está dando una concentración de las bocas de expendio en comercios de barrio y céntricos que tienen mayor capacidad de resistir, y en otros que forman parte de cadenas que parten de un nivel de inversión inicial superior.

Por otro lado, queda clara la falacia de que la carga impositiva sea para desalentar el consumo, al tratarse de productos dañinos para la salud. Bajo el capitalismo lo que prima es la ganancia empresarial y en el caso de lo que recauda el Estado para favorecer a los distintos grupos capitalistas y para el pago de la deuda externa. La salud del trabajador y su familia les importa poco, por eso el retroceso del sistema público de salud y el que brindan las obras sociales mayoritarias. Después de todo, a un trabajador con problemas de salud no le queda otra que vender su fuerza de trabajo a un valor menor de si estuviera sano. Solamente bajo el socialismo, bajo un gobierno de trabajadores, vamos a llevar adelante una gran deliberación para resolver sacarnos de encima todo lo que dañe nuestra salud física y mental, pero eso debe estar acompañado de un plan para que todas las necesidades, es decir de todo tipo, estén satisfechas. En ese proceso iremos construyendo una nueva sociedad, con un “hombre nuevo” como señalaron los revolucionarios que nos precedieron.

Suscribite al canal de WhatsApp de Política Obrera